Migrantes LGBTQ+ que partieron de Tapachula, Chiapas, protestan con los labios cosidos a las afueras del Centro de Atención Integral de Tránsito Fronterizo en las afueras de Huixtla, Chiapas, en México, el 9 de junio de 2022. (Marco Ugarte/AP)
Centroamérica y el Caribe es esa región del continente donde se registra la peor cara de la desigualdad, la violencia y la corrupción, lo que ha orillado por décadas a sus habitantes a migrar en busca de un futuro con mejores condiciones. Países aledaños como México, Venezuela y Colombia compartimos también décadas de masacres, guerrillas y etnocidios que han derivado en migración masiva, segregación y altos niveles de violencia homicida.
Es además una región donde la religión católica es primordial, lo cual hace que los funcionarios gobiernen bajo un régimen machista y cultiven un territorio fértil para el silencio y el desinterés por hablar de la diversidad sexual y de género. Sus casi nulas legislaciones en esta materia son muestra del reflejo de intolerancia a las letras LGBTQ+ y las personas que pertenecen a ellas.
No es lo mismo ser LGBTQ+ en cualquier rincón de América que en su región central. En países como Guatemala y Honduras es ilegal contraer matrimonio con personas del mismo sexo; en Nicaragua se criminalizan las marchas del orgullo en espacios públicos; en El Salvador, el presidente Nayib Bukele rechaza el matrimonio igualitario y ser persona trans es una condena de muerte.
Por motivos como estos es que muchas de las personas LGBTQ+ se ven obligadas a huir de su lugar de origen, y han elegido llegar a México o Estados Unidos para tener mayores oportunidades, ser visibles y vivir sin miedo.
Debido a este tipo de actos violentos surgió Casa Frida, un refugio ubicado en Ciudad de México que brinda rescate, alojamiento, cuidado y atención a la salud integral de personas LGBTQ+ que huyen de violencias extremas. Las personas que llegan aquí han sido perseguidas y desplazadas, son jóvenes migrantes expulsadxs de sus hogares a razón de su orientación sexual, identidad y/o expresión de género, incluyendo personas con VIH y otras poblaciones clave.
Aunque somos un pequeño universo, las cifras que hemos recogido de mayo de 2020 a la fecha dejan ver este fenómeno: de las 277 personas refugiadas en Casa Frida, 47% corresponde a personas migrantes o solicitantes de la condición de refugiadas por razones humanitarias en México, principalmente de Haití, Nicaragua, El Salvador y Venezuela. A finales de 2021, el número de personas beneficiadas migrantes de Casa Frida fueron mayoritariamente procedentes de Haití y Jamaica, en su mayoría entre los 18 y 29 años. Todes huyeron por violencia relacionada con la persecución por orientación sexual, identidad y expresión de género, y la no accesibilidad a órganos de justicia.
La crisis migratoria que en los últimos años se registra en la frontera sur de México nos alarmó y nos vimos en la necesidad de fundar una sede de Casa Frida en Tapachula. Esta se ha convertido tanto en un punto de encuentro para las caravanas como en una verdadera cárcel para personas migrantes. Tener un refugio ahí representa una oportunidad de resguardo y mejora para la calidad de vida de personas LGBTQ+.
Ya que no podemos frenar las olas de migración arcoíris, al menos podemos paliarlas y ayudar a darles una vida digna. Las personas que llegan son el resultado de años de contener las violencias sistémicas y machistas en sus países de origen. Un claro ejemplo es lo que se vivió en Honduras durante el golpe de Estado de 2009, el cual agravó la violencia contra la población LGBTQ+, víctima de 259 asesinatos entre 2009 y 2017. Y aunque en ningún país centroamericano es ilegal ser parte de la comunidad, en la práctica social sí lo es.
Especialistas en derechos humanos y protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género de la Organización de las Naciones Unidas aseguran que las personas LGBTQ+ destacan entre las más vulnerables y marginadas entre los 84 millones de individuos desplazados que existen actualmente en el mundo.
La exclusión socioeconómica alimentada por la estigmatización, la discriminación, los conflictos armados, las catástrofes naturales, el cambio climático y la persecución por agentes estatales y no estatales, son algunas de las causas que obligan a muchas personas de orientación sexual e identidad de género diversas a huir de sus hogares en busca de un entorno seguro en el que puedan vivir tranquilas y ejercer plenamente sus derechos.
Distintas organizaciones no gubernamentales hemos hecho un llamado a los países para que se brinden y respeten las garantías a los derechos humanos de las personas migrantes LGBTQ+ y, a su vez, se deje de perseguir a activistas en pro de este sector de la sociedad.
Es obligatorio que no solo las organizaciones civiles inviertan en políticas públicas y programas basados en los derechos humanos. Es responsabilidad de los gobiernos tomar en cuenta las dimensiones del desarraigo forzado a causa de la orientación sexual y la identidad de género, que promuevan una mayor colaboración y coordinación entre todos los actores responsables de la protección de las personas desplazadas LGBTQ+, para que historias como las de Fernando e Isabel, que se escuchan día a día en los muros de Casa Frida, dejen de replicarse.
Fuente: washingtonpost.