LatamLas madres que buscan a sus hijos migrantes desaparecidos

Las madres que buscan a sus hijos migrantes desaparecidos

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Dieciséis años atrás un puñado de madres de migrantes desaparecidos organizó la primera Caravana de Madres Centroamericanas que buscan a sus Hijas e Hijos Desaparecidas y Desaparecidos con el objetivo de rastrear el paradero de quienes partieron hacia México y Estados Unidos y nunca llegaron a destino. Muchos migrantes no logran completar la travesía y terminan siendo víctimas de alguna de las formas de violencia que se extienden por las fronteras. Desde ese entonces, el grupo de madres -que creció y sumó a familiares- organiza cada año una caravana para buscar a los que nunca llegaron. La de este año llevó como lema “Nunca nos hemos ido”, en homenaje a Marta Sánchez Soler, una de sus fundadoras.

Auspiciada por el Movimiento Migrante Mesoamericano, y con el apoyo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), la Caravana logró en todos estos años ubicar a 370 personas que se encontraban desaparecidas. Muchos de ellos aguardaban en los Centros de Reinserción Social ubicados en México. Con la última edición, la que se realizó entre el 1° y el 12 de mayo pasado, las madres lograron liberar a dos migrantes centroamericanos que se encontraban privados de su libertad.

Qué hace y cómo funciona la Caravana

De la Caravana de Madres Centroamericanas de este año participaron casi 50 personas provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala. Juntos visitaron albergues, cárceles y lugares por donde transitaron sus familiares. En casi dos semanas recorrieron cuatro estados mexicanos, de sur a norte, ida y vuelta, realizaron conferencias de prensa y participaron de foros, conversatorios, exposiciones fotográficas y misas.

Así encontraron a Josué Caballero Ramírez, que había sido condenado a seis años de prisión y estaba alojado en el penal local de Veracruz, México. Cuando la Caravana lo visitó, Kevin llevaba más de siete años detenido. El 5 de mayo pudo reencontrarse con su madre, María Erlinda. El 17 de mayo fue liberado.

La otra migrante liberada recientemente fue Juana Alonzo Santizo, más conocida como Juanita. Se trata de una mujer migrante e indígena de Guatemala que estuvo siete años detenida en México, en el penal de Reynosa, estado de Tamaulipas. Cuando Juanita fue arrestada no hablaba ni entendía español. Solo hablaba en “chuj”, un idioma que forma parte de la familia de lenguas mayas. Fue acusada de secuestro y obligada a firmar una declaración auto-incriminatoria.

Gracias a la ayuda de la Caravana el caso logró visibilizarse y llegar a oídos del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien pidió agilizar el proceso judicial para que Alonzo Santizo consiguiera su libertad.

La historia de Génesis

Génesis Dayana Ramírez Velásquez es una de las integrantes de la Caravana que busca desde hace varios años algún rastro de su madre. Su madre escapó de Honduras luego de reiteradas amenazas de parte de su pareja y con el miedo de ser asesinada. Su primer destino fue Chiapas. Luego cruzó a Estados Unidos y vivió en Carolina del Norte hasta que volvió a México, según pudo reconstruir Génesis luego de perder todo contacto el 17 de agosto de 2012.

“Son 15 años de no abrazar a mi madre”, dice Génesis al recordar que ella tenía 8 años cuando su madre escapó de la violencia que vivía en Honduras. “No sabía que había búsqueda de migrantes”, recuerda sobre el día que conoció al Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos Amor y Fe (Cofamideaf). En realidad, quien primero se topó con el Comité fue su hermano cuando recibió un folleto con otros rostros y otras historias. Desde entonces, la familia de Génesis comenzó a sentirse acompañada en un recorrido del cual aún no tienen novedades.

Hoy, Génesis tiene 23 años y junto a 91 personas forma parte del Comité. A pesar de no haber obtenido noticias de su madre, Génesis se muestra contenta por el resultado logrado con esta Caravana, la primera a la que asistió: “Se pudieron sacar personas de la cárcel, eso me alegra mucho”. “En las cárceles hay muchos migrantes detenidos, no solo los buscamos por nombres sino también por fotos ya que por seguridad muchos de ellos se cambian los nombres y las nacionalidades”, agrega sobre su experiencia.

Cuando migrar no es un sueño

Otra mujer hondureña que participó por primera vez de la Caravana fue Jésica Carolina Soto Colindre. Ella también forma parte del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos Amor y Fe. “Estaba con mucho miedo, inquietudes y dudas. No sabía cómo era en sí una caravana. Nos dijeron que se hacían las búsquedas y los reencuentros pero nunca tuve una experiencia así”, cuenta Jésica, quien conoció y llegó al Comité hace siete años, luego de haber emprendido la búsqueda de Javier, su hermano.

Tenía 20 años cuando el joven decidió migrar para encontrar mejores posibilidades económicas y poder tener una casa propia. El 13 de marzo de 2003 comenzó su viaje hacia Estados Unidos. La última comunicación que tuvo con su familia fue un mes después, en abril. En ese llamado, contó que lo habían asaltado y golpeado por lo que iba a empezar a trabajar en una estación de servicio para poder conseguir la plata para llegar a Estados Unidos. Llamaba desde Ciudad de México.

Desde ese momento no supieron nada de él. En mayo de 2021 Jésica recibió un mail en el que le informaban que su hermano estaba preso en México. El correo electrónico estaba firmado por un representante del gobierno local, algo que luego las autoridades mexicanas desmintieron. Desde ese entonces no tuvo más novedades. Jésica todavía espera algún llamado, por eso aprovechó la oportunidad para volver a México junto a la Caravana de Madres.

Pese a que no tuvo éxito en su búsqueda, siente que está por el camino correcto. “Queda huir de tu país, de tus raíces, de tus costumbres para poder salvar tu vida”, cuenta Jésica al explicar por qué tantos jóvenes se marchan de Honduras. “Cuando mi hermano migró solo era el sueño de tener un mejor futuro, ahora te tienes que ir por las pandillas, por el crimen organizado que te expulsa de tu país. O trabajas para ellos o te matan. Para nosotras que trabajamos en el Comité, el migrar no es un sueño: es una gran pesadilla que dura muchos años”, cuenta sobre la realidad de su país.

Fuente: sela.org


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