En la primera entrega de la travesía por el sueño americano, conoceremos que el vía crucis de los migrantes no termina al salir de la Selva.
El Darién se convirtió en el paso clandestino de los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos. Hasta hace poco, la mayoría eran haitianos y cubanos. Ahora, el flujo migratorio proviene de Suramérica, lo que ha desató una crisis humanitaria en la región. En esta primera entrega de la travesía por el sueño americano, conoceremos que el vía crucis no termina al salir de la selva.
Más de 200 mil migrantes cruzaron por el Tapón del Darién en lo que va del año. Un equipo de eco News se trasladó hasta la provincia para conocer de primera mano qué los motiva a aventurarse por este peligroso camino y se los presentamos en este informe especial.
Para llegar a unas de las primera comunidades receptoras de migrantes en Bajo Chiquito, tuvimos que realizar un recorrido de alrededor de 3 horas por el Río Chucunaque en una de estas embarcaciones estilo piragua.
El río Chucunaque es el más grande del país, y principal afluente del río Tuira. Desde los primeros minutos del viaje, pudimos observar la naturaleza característica de la zona. Grandes árboles de extremo verdor, manglares y aire fresco. Tan solo un atisbo de lo que enfrentan los migrantes en su paso por la selva.
En el transcurso del viaje pasamos diversas piraguas llenas de migrantes que avanzaban en su viaje hacia Estados Unidos. También experimentamos las dificultades del terreno cuando encayó nuestra piragua. Algo que el equipo del Senafront no duró en resolver.
Migrantes mueven la economía de Bajo Chiquito
Luego de tres horas, llegamos a Bajo Chiquito. La primera zona habitada con la que se topan los migrantes luego de vencer a la selva. Una caminata que dependiendo de la ruta puede tomar entre 5 a 10 días.
Bajo Chiquito reflejó una aparente calma hasta que llegó el primer grupo de migrantes. Al bajar de la embarcación deben formar una fila hacia un puesto conformado por unidades de migración y el Servicio Nacional de fronteras. Sus escasas pertenencias son registradas para asegurar que no portan artículos punzocortantes. También se verifican sus documentos de identidad.
Cansancio, tristeza e incertidumbre, es lo que reflejaron los cientos de rostros que vimos pasar. Algunos desesperados por instalarse, otros que apenas comienzan a reflexionar sobre lo que enfrentaron en el Tapón del Darién.
Contrario a lo que habíamos observado en los medios, los migrantes provenían de Venezuela, Ecuador y hasta República Democrática del Congo. Tal fue el caso de una familia entera que entre dificultades por entenderlos, comprendimos que dos hijos de la familia fueron llevados por el río.
Es en Bajo Chiquito donde entra en acción otro de los fenómenos de la migración irregular, la reactivación económica. Las comunidades receptoras de migrantes se han organizado para ofrecer vestimenta, alimentación y hospedaje a las personas.
Ayuda humanitaria en Lajas Blancas
Otra de las estaciones receptoras de migrantes se encuentra en Lajas Blancas. Por lo general, es la segunda parada para estas personas. Aquí encontramos muchas caras conocidas del día anterior. Nos llamó la atención observar a familias enteras que atravesaron la selva. La crisis económica y la ilusión de un mejor futuro conmueven a todos.
Bebés, niños, adolescentes, personas mayores y algunos que ni siquiera han llegado al mundo, fueron testigo de los horrores de este drama humano.
En este segundo albergue el proceso se repite. Nuevamente se verifica la identidad de las personas y se les indica los pasos a seguir.
“El trabajo que nos corresponde a nosotros como servicio nacional de fronteras lo realizamos mancomunadamente con otras instituciones, que paso a nombrarles póngase migración, lo hacemos con los compañeros de las ONG; con la OIM, personal de RET, la Cruz Roja, el Minsa …Unicef”, comentó el Subcomisionado Wilber Gutiérrez, Jefe del sexto batallón Chucunaque.
Lajas Blancas cuenta con 58 casitas donde los migrantes pueden pasar la noche. También está disponible la atención médica. Aquí nos encontramos a un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad de Panamá.
Luego de nuestra estadía en Lajas Blancas, nos dirigimos hasta el tercer punto, la estación receptora de migrantes en San Vicente. Nos recibió una multitud de personas, los cuales llegaron por la ruta del Darién conocida como Canaán-Membrillo. Entre gritos, exigieron una rebaja al costo para el transporte hasta Chiriquí.
Con un costo de 40$ por adulto y 7$ por niño, las personas pueden subir a un bus que los llevará hasta el centro de recepción de migrantes en Gualaca, Chiriquí. Un destino cercano al próximo país que deben cruzar: Costa Rica.
Fue en este punto donde comprendimos hasta donde llega el peligro que esconde la selva del Darién. Dos jóvenes brutalmente golpeados, comentaron sobre el abuso que recibieron por parte de grupos criminales.
La lucha continúa a pie
La estadía en estos albergues depende de diferentes factores. Siendo el dinero el más importante de ellos. En este punto, los migrantes agotaron sus recursos y sólo pueden avanzar hasta recibir el apoyo de sus familiares. La desesperación por salir adelante llevó a muchos a dejar los albergues y seguir a pie hasta la ciudad.
Anthony aprovechó para advertir a los demás sobre los peligros de la selva Darienita y llevar a niños pequeños.”Eso es una locura bueno. si uno quiere a su familia, no hay que meterles por ahí ya que hay muchos cadáveres. El grupo de nosotros y yo contamos aproximadamente once muertos, las cuales había una mujer embarazada, un señor que no tenía la pierna izquierda, dos niños y otros que eran haitianos.
Luego de visitar diversos puntos de recepción de migrantes y conversar con varios de ellos, pudimos comprobar que la migración no se limita a una sola nacionalidad. Más bien refleja la búsqueda común por una mejor calidad de vida. Hasta aquí el informe especial.
Fuente: ecotvpanama.