2022 había supuesto ya un año récord en la llegada de migrantes a Panamá a través de la selva del Darién, con más de 248.000, que a su vez supuso casi el doble de los identificados en 2021. Las autoridades panameñas estiman que este año podrían cruzar su territorio 400.000 migrantes, rompiendo todos los registros.
Y es que si en los primeros tres meses de 2022 habían atravesado la selva 13.791 personas, este año lo hicieron ya 78.585. Además en marzo del año pasado cruzaron esta frontera 4.827 migrantes, mientras que en este mes inconcluso ya lo han hecho casi 30.000.
Esta situación subraya “la responsabilidad que tenemos en seguridad, también tenemos que ver este tema con otras ópticas e involucrar a otras autoridades”, destacó Pino.
IMPACTO HUMANO Y MEDIOAMBIENTAL
El ministro subrayó por un lado el drama humano de esta crisis: “Este es un punto inhóspito de Panamá por donde familias enteras pasan buscando un mejor futuro hacia los Estados Unidos, siendo las nacionales de Venezuela, Haití y Ecuador las más frecuentes”.
El propio vicepresidente de Panamá, José Gabriel Carrizo, subrayó este sábado durante la Cumbre Iberoamericana en Santo Domingo la situación en el parque nacional del Darién, un área protegida que sin embargo está sufriendo el efecto de la crisis migratoria.
“Miles de personas arriesgan sus vidas a diario, atravesando este santuario de biodiversidad, en un flujo migratorio que amenaza con desbordarnos”, remarcó Carrizo.
Así, añadió “la comunidad internacional está llamada a generar voluntades que al mismo tiempo que salvaguarden la existencia humana, conserven este patrimonio natural para las generaciones futuras”.
Estos migrantes atraviesan durante varios días a pie esta selva, uno de los pasos fronterizos más peligrosos del mundo, donde a los obstáculos naturales como ríos crecidos y animales salvajes, se suman robos a punta de pistola y violaciones.
En ese recorrido, los migrantes se van despojando de las pocas pertenencias que llevan consigo, o les roban dejándoles sin nada, piezas de ropa y otros objetos que van quedando a lo largo de la ruta, impactando negativamente en esos parajes naturales.
También los excrementos humanos y los muertos contaminan las aguas de los ríos, enfermando luego tanto a los migrantes que la beben como a las comunidades indígenas de la región, que han sufrido un cambio drástico en su modo de vida con este éxodo migratorio. EFE