“Este éxodo es el más brutal y masivo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra que ocurre a las puertas de la Unión Europea está cambiando también esta visión de las migraciones forzadas, porque hay una visión más positiva de estas migraciones, más positiva de lo que ha prevalecido estos últimos años”, subraya Delphine Diaz, profesora de historia contemporánea en la Universidad de Reims Champagne Ardennes, autora de ‘En Exilio, los refugiados en Europa desde el fin del siglo XVIII a nuestros días’, publicado recientemente en Francia por las ediciones Folio.
La figura del exiliado y el refugiado ha sido empleada históricamente en Europa como arma política y una de las paradojas de esta guerra es que varios de los países que más se han destacado por su negativa a recibir migrantes de Medio Oriente o de África, como Polonia y Hungría, ahora son quienes más refugiados están acogiendo.
“Hay un verdadero cambio de rumbo con estos países en materia de acogida de los exiliados y eso muestra también la construcción racial, religiosa y cultural del refugiado y del exiliado aceptable o incluso deseable. Esta solidaridad religiosa y cultural es muy importante para justificar la apertura de las fronteras orientales”, indica Diaz.
La década que recién terminó (2011-2021) marca una etapa nueva en Europa en materia de migrantes y refugiados. En concreto, después de 2015 y la llegada de cerca de 1,5 millones de personas que huían de la guerra y las masacres en Siria, Irak, Libia, la UE no sólo ha buscado evitar que esas personas lleguen a su suelo, sino que externaliza la recepción en otros países, como Turquía, e incluso viola las leyes internacionales sobre el asilo.
“Europa hizo todo lo posible por evitar esas llegadas y en el debate público se habló de crisis migratoria, pero ahora podemos comparar con las cifras de la guerra en Ucrania, del éxodo ucraniano. Estos casi dos millones de migrantes del sur del Mediterráneo tienen que compararse con la población europea que consta de 450 millones de europeos. Así que debemos tener en cuenta que esta crisis migratoria fue también una crisis de asilo, y también una crisis de la solidaridad europea”, sostiene la historiadora.
Las llamadas revoluciones árabes modificaron también mucho la percepción de los exiliados y la multiplicación de las devoluciones en las fronteras, ilegales. En este momento hay una selectividad muy importante del asilo en Europa, que se nota también con la guerra en Ucrania.
Por otro lado, la pandemia del coronavirus sirvió a los Estados de la UE, aunque no fueron los únicos, para atacar los derechos de las personas que buscaban refugio o asilo. “Hubo violación de la ley internacional, de la Convención de Ginebra, porque no podemos, en teoría, practicar devoluciones en las fronteras”, dice la experta.
Diaz también recalca la importancia de hablar del cambio de vocabulario que se ha empleado en torno a la reciente migración respecto a las provenientes de Medio Oriento o África. “Hablábamos de migrantes para hablar de esos exiliados y ahora, con los exiliados ucranianos, hablamos de exiliados o refugiados, aunque no tienen ese estatuto”.
Fuent: France24
