El disidente chino Ai Weiwei.
Nos toca ir a las urnas. Toca elegir quién votamos ya favor (o en contra) de que votemos. Los temas de la agenda son graves y variados: la guerra, el cambio climático, la inmigración, la vivienda, la educación, el catalán, la economía, la autodeterminación… Aunque a veces pensamos sobre todo en una cosa, nuestro voto tiene consecuencias en todas. Quien gobierne deberá tomar decisiones variadas, a veces contradictorias. Los partidos eligen pocos mensajes y simples. ¿Los programas? Hay incluso que no lo hacen o que los reducen a generalizaciones. La gente tampoco nos los miramos demasiado, ¿verdad? Se acaba votando a la persona, el líder. A los candidatos deberíamos interrogarlos muy directamente sobre cada uno de estos temas relevantes, sobre qué piensan y qué piensan hacer.
Pongamos por ejemplo la inmigración, caballo de batalla de la ultraderecha. Hablar es hacerle el juego –quiere que sea el centro del debate– y no hablar de ello es regalarle el terreno. Creo que hay que hablar de ello para desenmascarar las mentiras y el odio con el que los variados populismos incendiarios inflaman el asunto en busca de débiles culpables, asnos de todos los golpes. Nunca ponen un enfoque humanitario. Para Vox o Orriols, los niños y adultos ahogados en el Mediterráneo es como si no existieran. Sólo ven a ladrones, mujeres fanáticas con velo y pobres que abusan de los servicios sociales. No ven a personas que han huido de la guerra y el hambre, no ven trabajadores precarios, no ven familias, no ven seres humanos. Están cegados por el odio a la diferencia. Por supuesto que existen diferencias culturales, pero ¿sólo se pueden abordar desde el miedo y el recelo?
El famoso artista chino Ai Weiwei (Pekín, 1957), perseguido por la dictadura de su país y exiliado en Alemania, ha escrito el libro Manifiesto sin fronteras, traducido por Octavi Gil Pujol para la editorial Saldonar. Sobre los inmigrantes y los refugiados, escribe: “No veo lo que hoy ocurre en el mundo como un apocalipsis, que es lo que quieren hacernos pensar los xenófobos de todos los países cada día, sino más bien como un movimiento fluido y profundamente humano Las personas siempre han huido, desde los primeros compases de la humanidad, es un proceso prácticamente tan natural como el movimiento del agua, el viento o el césped, y no pretendo romantizarlo, ni mucho menos; el agua y el viento también pueden ser fuerzas de destrucción brutales.De la misma manera que el ser humano está destruyendo el medio ambiente con una furia suicida.Es por eso que también entiendo al otro lado.Si una persona tiene una casa preciosa, con un jardín ubérrimo y frondoso, y de repente un foráneo se le pone a vivir al lado, y luego otro que posiblemente llevará a su familia, pues aquel primero se asusta. Las personas somos criaturas pragmáticas”.
Entonces, ¿cómo lo hacemos para no dar juego al “temor instintivo de lo desconocido” que todos llevamos dentro? ¿Cómo lo hacemos para tratarnos mutuamente con dignidad? Para Weiwei, lo primordial es “poner en duda” las fronteras estéticas, filosóficas y sociales que nos separan y entender que los refugiados, los inmigrantes, lo que “necesitan con más urgencia no es dinero, sino sentirse percibidos” como seres humanos”. Aunque sea diciéndole a tu hijo: “Por favor, termine la comida del plato; hay 70,8 millones de personas la mayoría de las cuales hoy no podrán desayunar”. Y recordando que nadie quiere irse de su casa, de su tierra. Nadie quiere decir a su hijo: “Vamos, nos vamos”.
Así pues, los políticos que sólo ven a los que han venido de fuera como terroristas, sintecho o pedigüeños, lo que hacen es explotar a nuestros peores instintos. Evitan ponerse en la piel de los demás, evitan pensar en su esperanza de una vida mejor. Alzan muros mentales muy altos, como si construyeran murallas chinas. En pocas décadas, por ejemplo, EEUU ha pasado de ser un imán de refugiados (con todo lo que históricamente esto ha supuesto de país joven, emprendedor y talentoso) a convertirse en fortaleza: van de cabeza a la decadencia. Al Reino Unido, con el Brexit, le está ocurriendo lo mismo. Y la Europa fortaleza que algunos promueven va por el mismo camino. “¿Qué es lo que realmente protege a una sociedad: la rigidez o la flexibilidad?”, se pregunta Ai Weiwei. Buena pregunta.
Fuente: es.ara.cat