Otra faceta singular sobre este problema fue la salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea
Carlos Antonio Carrasco
Lo que hace un lustro parecía una quimera, hoy en 2024 se torna en una posible realidad en varios países de la Unión Europea, donde el factor de la migración se ha convertido en el principal tema del debate político-electoral.
Y las alianzas non sanctas protagonizadas por la extrema derecha muestran ya sus frutos, comenzando por la victoria de Georgia Meloni en Italia, a la que sigue Geert Wilders en Holanda, mientras ocurren violentas manifestaciones en Irlanda, paralelas a las guerras de las pandillas en Suecia, la irrupción de la AfD (Alternativa para Alemania) como segunda fuerza partidaria, el probable triunfo de la FPO en la elecciones venideras de Austria e igual pronóstico para el Frente Nacional en Francia, son todos los ingredientes del espectro de la extrema derecha en el viejo continente.
El común denominador de este vertiginoso ascenso del extremismo se explica por el temor a la inmigración ilegal que se agolpa en las fronteras para entrar al territorio europeo a como dé lugar, sin respetar las legislaciones vigentes y que una vez instalados se constata su difícil integración en la comunidad nacional de migrantes que preservan sus propios valores religiosos y culturales, provocando inefable ruptura con el resto de la ciudadanía que debe afrontar grupos identitarios contrarios a los ritos constitucionales. Por lo tanto, el electorado, sintiéndose impotente ante la falta de acción concreta de contención a la migración irregular por parte de los partidos tradicionales, vuelca sus esperanzas en las formaciones radicales, particularmente de la derecha. Por ejemplo, cuando la excanciller alemana Angela Merkel acogió a un millón de refugiados sirios, fue motivo principal para el viraje popular hacia la AfD (Alternativa para Alemania), que la empujó a la cima de la preferencia electoral. En Francia, el fortalecimiento del Frente Nacional de Marine Le Pen se debe a que 70% del pueblo galo desea que la ley migratoria sea más rígida para evitar la entrada de indocumentados, siendo ese el elemento principal en el reciente cambio del gabinete ministerial. Incluso en los países escandinavos, pese a una fuerte tradición de recepción salamera a los demandantes de asilo político, la situación ha cambiado y hoy, la primera ministra danesa Mette Frederiksen declaró sin ambages que “la inmigración no-occcidental es el más grande desafío para Dinamarca”
Otra faceta singular sobre este problema fue la salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea, debido principalmente a la fluidez migratoria del continente hacia las islas británicas. Sin embargo, siete años después, la tendencia persiste y Londres se vio obligada a pactar con el gobierno de Rwanda un acuerdo para deportar hacia ese país africano a todos los demandantes de asilo que lleguen ilegalmente a sus costas. Igual preocupación es la prioridad principal en las elecciones a realizarse en 2025 en Irlanda, aquella tierra que acogió gentilmente a una masiva ola de refugiados ucranianos y que ahora deplora el impacto económico y cultural que esa modalidad implica, en el mundo laboral y en la escasez de vivienda.
Fuente: la-razon