Es, justamente, lo que caracteriza al caso venezolano. El desglose de los datos del Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá, arrojó que “de las 204.986 personas que han cruzado el Darién entre el 1 de enero y el 22 de octubre de este año, el 71,8 % o 147.203, son venezolanos”. El resto son nacionales de una treintena de países de tres continentes: América, África y Asia.
En el caso de los venezolanos, varios centenares de migrantes intentan regresar luego de que el gobierno de EEUU decidió aplicar una política de devolución de estos a México en lugar de aprobar su ingreso a territorio norteamericano. Por tanto, los que ni siquiera han llegado a México, sino que se encuentran en Panamá, ven frustrado su objetivo desde miles de kilómetros antes.
En un “albergue temporal” habilitado por la Embajada de Venezuela en la capital istmeña, aguardan salvoconducto y/o un apoyo económico para obtener boletos aéreos de regreso a su país, ya que estos se han encarecido en un contexto de alta demanda.
Las autoridades panameñas han pedido a la comunidad internacional y regional que se aborde este problema desde la perspectiva de las soluciones colectivas y coordinadas, poniendo el acento en que los más de 2.500 arribos diarios contabilizados como media reciente, son la evidencia de una crisis humanitaria.
El presidente Cortizo solicitó “apoyo de Estados Unidos”, al enfatizar que en los últimos tres años han destinado alrededor de 50 millones de dólares para atender ese flujo migratorio irregular. La nación clama por ayuda financiera que propiciaría el recibimiento a los migrantes tras verificaciones de seguridad, la entrega de alimentos, la garantía de alojamiento y la coordinación del tránsito para que sigan su viaje.
Aunque la cifra de entradas diarias comenzó a bajar tras la nueva política de EEUU para los migrantes venezolanos (12 de octubre), en esta ola migratoria hay familias enteras con niños e incluso bebés. Y cada uno de ellos es una vida en riesgo.
Los venezolanos siguen siendo un gran grupo migratorio vulnerable reconocido por la Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones. A las penurias de los últimos años suman, en algunas localidades, los efectos de las intensas lluvias que provocaron deslaves y más miseria de la que los afectados buscan, con razón, huir.
Esta crisis se emparenta con la de los cerca de 200 000 cubanos que han arribado este año a EEUU por la frontera sur, si bien estos, en su mayoría, se han librado de cruzar el peligroso Darién debido al acuerdo de exención de visado tramado entre Díaz-Canel y Ortega. Antes de este arreglo los cubanos se exponían a la muerte en el Tapón, como quedó registrado en un documental recientemente estrenado. Otros cientos de videos hechos por los propios migrantes también documentan estos procesos migratorios que guardan simetría.