La agenda antiinmigrante fue promovida y acentuada justamente en el contexto de la pandemia y con el pretexto de la emergencia sanitaria.
Guillermo Castillo Ramírez, 25/02/2021
Este trabajo es un intento de reflexión sobre cómo pensar las relaciones entre procesos migratorios (de centroamericanos en tránsito por México), las políticas migratorias y las fronteras, y cuáles son los efectos de todo esto para las personas en movilidad forzada. Lo que proponemos es un camino que parte, primero, de una reflexión en términos de cómo pensar teóricamente estas relaciones. Después, el abordaje del contexto de la migración centroamericana. Esto lo haremos de manera muy rápida, sobre todo para delinear algunas de las principales características en términos de los flujos demográficos de la migración forzada en marcos estructurales y de las dinámicas de violaciones de los derechos humanos de los migrantes y la vulnerabilidad que enfrentan a causa de los procesos de irregularización en su tránsito por México. Después, utilizaremos dos momentos para pensar como las fronteras son procesos de construcción jurídico-política que obedecen a ciertos intereses específicos (y pueden ser de carácter nacional o de carácter regional, dependiendo de la condición geopolítica y nacional de los países involucrados). Finalmente, cerraremos con una serie de reflexiones sobre cómo pensar el momento actual, en términos de los procesos de movilidad forzada y en el contexto de la pandemia del Covid 19, y que nos permitirá, a su vez, subrayar algunas hipótesis en torno de cómo abordar todo esto.
Migraciones, fronteras y política
Un eje fundamental que nos interesa recalcar mucho es la idea de que es fundamental tener claro cuáles son los procesos que detonan las migraciones y quiénes son los sujetos que migran. Esto nos permite comprender las condiciones de precariedad de las rutas migratorias, pero también, la manera en que se “irregulariza” a los migrantes, de parte de ciertos Estados nacionales. También, es relevante en este segundo rubro entender cuál es el papel de los Estados nacionales en los procesos de determinación de los rasgos de las migraciones. Sobre todo, entendidas en relación con dos dinámicas muy específicas: (1) las fronteras ¿qué papel juegan? y ¿cómo se configuran?; (2) y las políticas migratorias y sus conformaciones. De manera que hay una relación muy interesante, cambiante, pero también de determinación mutua, entre migraciones, fronteras y Estado.
Partimos de que muchas de las migraciones tienen un carácter forzado, en términos de que las condiciones que las propician están más allá del control de los sujetos migrantes. Sobre todo, pensando en que, además, esto tiene una serie de impactos, tanto en los lugares de origen, tránsito y destino. Es decir, si alguien tiene un proceso migratorio ocasionado por causas estructurales (pobreza, desempleo, bajos salarios) y migra de manera forzada, es muy probable que, durante el tránsito y el destino, también tenga una serie de condiciones de exclusión y de vulnerabilidad acentuadas y acumuladas. Aquí nos basamos en la economía política de la migración de Márquez y Delgado (2011), de la Universidad de Zacatecas, pero también, en la propuesta de Gzesh (2008) sobre migración forzada y cuáles son sus rasgos, en términos de relaciones políticas y de violencia.
Otra cosa que parece fundamental es pensar: ¿cuáles son los procesos de construcción de las migraciones? En términos de ¿cómo los Estados nacionales generan contextos que permiten que se de esto? ¿y qué produce este tipo de contextos? Basados sobre todo en los aportes de Sayad (1999), quien tiene una serie de textos bastantes interesantes y reflexivos en ese sentido, sobre las migraciones argelinas a Francia.
Acentuaremos tres cosas que parecen fundamentales del marco teórico.
1) La primera es entender que las fronteras (en el marco del Estado nación moderno) tienen una génesis jurídico-histórica bastante precisa, que se ubica, justamente, en el tratado de Westfalia en Europa. Y tiene que ver con una serie de concepciones de lindes/límites jurídicos y político-administrativos, que permitían entender los Estados nacionales con una serie de características como la soberanía, la territorialidad y la demarcación de límites en relación con procesos de relaciones internacionales.
2) No obstante, esta definición clásica tiene que ser complejizada en los contextos actuales. Y lo que tenemos es que, y aquí seguimos sobre todo a Mezzadra (2012) y a De Genova (2018), pero también al geógrafo brasileño Haesbaert (2016), es muy relevante pensar que las fronteras, más allá de estos límites fijos y rígidos, son también una serie de prácticas y políticas, que pueden tener expresión en determinada infraestructura material (De Genova, Picozza y Castillo, 2020a). Estas construcciones tienen, en general, contextos socioeconómicos y políticos que obedecen a ciertas finalidades (De Genova, Picozza y Castillo, 2020b), y en ese sentido, habrá que entender que son procesos históricos y que cambian de manera territorial también. Esto es fundamental, porque nos permite pensar que los procesos sociales son dinámicas que se construyen, y que, en esa medida, siempre es pertinente ver: ¿cuáles son la serie de actores que juegan un rol en la producción de fronteras?, pero, sobre todo, ¿cuáles son los intereses y relaciones de poder que se juegan en la medida que se configuran estos procesos de movilidad humana forzada?
3) Finalmente, no solo esto tiene una expresión territorial específica, es decir, en términos de cómo se controla y se apropia el espacio para construir un territorio fronterizo (excluyente y violento), sino también, que pueden tener diversos órdenes escalares. Pueden tener desde expresiones muy locales, como pueden ser ciertos cruces fronterizos específicos en un municipio particular. O también puede tener otros órdenes escalares, que tienen que ver más, por ejemplo, con el nivel municipal, o la articulación de ciertas estrategias en diversas entidades federativas. Frente a esto, también habría que decir que hay una cuestión que es interesante y muy relevante, y remite a los migrantes como sujetos sociales, en la medida en que refleja que las poblaciones migrantes son individuos con una serie de agencias y estrategias. Además, esto tiene una serie de relaciones complicadas y en tensión con los procesos de construcción y génesis de las fronteras que, en este tenor y para el caso de los centroamericanos, es aquí donde se da la configuración de los procesos migratorios.
Marco histórico de la migración centroamericana
Entraremos ahora en el marco histórico estructural, aunque muy breve, de la migración centroamericana en tránsito por México. Esta es una migración histórica, empezó a finales del siglo XX y tuvo que ver mucho con el intervencionismo político, económico y militar de Estados Unidos en la región. Recordemos, por ejemplo, el apoyo estadounidense a los procesos de guerras en Centroamérica, los procesos de revolución en El Salvador y el respaldo a la contra, el genocidio y el terrorismo de Estado en Guatemala y el apuntalamiento de una economía basada en el sector primario en Honduras. Esto, de alguna manera, tiene que ver con la génesis de estas migraciones que, en la actualidad, tienen un carácter masivo. También están relacionadas con una serie de causas de carácter estructural de los niveles de desarrollo y de cuales han sido los impactos de ciertas reformas estructurales de corte económico neoliberal (Castillo Ramírez, 2018). Hay una relación entre el aumento de los niveles de pobreza, la precarización de la vida en términos de desarrollo material y la violencia sumados a impactos socio ambientales (por ejemplo, los huracanes Stan o Mitch o recientemente Eta, o ciertos eventos geofísicos y/o climáticos), y este crecimiento muy acelerado de flujos migratorios “irregularizados” y criminalizados. Claro, hay configuraciones distintas en función de los casos particulares de Honduras, El Salvador y Guatemala.
Aquí hay una radiografía de las causas. Hay una relación entre cómo se producen los contextos de estas migraciones de carácter forzado y cómo se generan las trayectorias migratorias muy vinculadas a procesos de exclusión (Castillo Ramírez, 2020). Esto, además, en un diálogo muy complejo con actores locales de distintos países de tránsito, va a generar procesos de violencia, que se traducen en crímenes y delitos de distinta índole. Por ejemplo, el trabajo de ciertas ONGs (la REDODEM y el SJM) y ciertos grupos de investigación (COLEF), ha documentado cuales son el tipo de delitos que padecen los migrantes centroamericanos. Hay una serie de datos de la REDODEM que remiten al robo y la extorsión (como los delitos más frecuentes), pero también abarca lesiones, secuestro, abuso de autoridad, y llegando hasta casos de asesinato, de tráfico de personas y agresiones y violaciones sexuales.
Actores de la migración centroamericana en tránsito por México
Ahora bien, ¿cómo podemos pensar esta relación muy compleja entre frontera(s), violencia y migración? Para esto, señalaremos que los procesos migratorios se conforman por tres actores fundamentales.
1) Por un lado, las poblaciones migrantes. Los grupos migrantes tienen diversas características, y esto hace que tengan una relación distinta en términos de los procesos de violencia y delitos que experimentan. Por ejemplo, sabemos que la mayoría de las personas que sufren algún tipo de agresión son hombres, pero esto se debe a que la mayoría de los migrantes son hombres. Pero, también sabemos que, dentro de los grupos más vulnerables, y que tienen delitos con una fuerte connotación de violencia, son mujeres y niños. Por ejemplo, los casos de trata, de secuestro y de agresiones sexuales están mucho más vinculadas a estos dos últimos grupos.
2) Otros actores muy importantes son aquellas organizaciones e instituciones que apoyan y acompañan a los migrantes. Aquí el abanico es muy diverso, pero están, desde organizaciones religiosas, hasta organizaciones vinculadas en la atención de servicios de salud (como Médicos sin fronteras), además de diversas casas y albergues de la sociedad civil.
3) Finalmente, tenemos un tercer grupo de actores que son aquellos que tienden a contener o restringir las movilidades humanas forzadas. Aquí el espectro también es variado. Encontramos en este sentido al Estado y algunas de sus instituciones. Pero también están los grupos del crimen organizado, que tratan de extorsionar, robar o buscar algún beneficio económico de las poblaciones en movilidad. Aunque también, hay algunos de estos grupos que lucran con las movilidades, como son los polleros o los traficantes de personas, como se les identifica. En el grupo de aquellos que obstaculizan la movilidad, y como lo muestran distintos informes de Derechos Humanos (REDODEM) que dan esta radiografía de quienes son los actores que agreden y lucran con los migrantes, habrá que decir también que juegan un papel importante ciertas instituciones vinculadas a los gobiernos, quienes también son algunos de los que cometen determinados delitos.
Producción de fronteras y migraciones, en el marco del Estado nacional y la región
Hay dos momentos recientes en la historia de las políticas migratorias en México que muestran estos procesos de configuración compleja entre migración, fronteras y Estado. El primero tiene que ver con la crisis de los niños migrantes no acompañados del 2014, y alude al Programa Integral Frontera Sur. Aquí, como veremos, se dio de manera muy clara un proceso de tensión geopolítica entre Estados Unidos y México, y de externalización de fronteras (estadounidenses), en el que ahondaremos más adelante. El segundo remite a las caravanas migrantes, que mediáticamente fueron muy visibles (esto lo abordaremos en la siguiente sección). Las caravanas mostraron un proceso de agencia social migrante y de visibilización muy clara, que les proveía de una serie de acciones colectivas, que los protegía respecto a ciertas agresiones y delitos en la medida en que caminaban juntos. Pero también generó procesos de contención de poblaciones de carácter territorial específico, como el desplazamiento de la Guardia Nacional, o como los puntos de control en ciertas carreteras (que detallaremos mas adelante en la otra sección).
Respecto a lo que concierne al Programa Integral Frontera Sur, es importante destacar un par de cosas. La primera, hay que entender que ciertos procesos migratorios no pueden explicarse sin un contexto geopolítico en términos de relaciones asimétricas de poder entre los países involucrados. La influencia norteamericana en la política migratoria mexicana es una constante desde hace décadas, pero particularmente en 2014 jugó un papel fundamental. Hubo miles de niños y adolescentes no acompañados que llegaron a la frontera sur de Estados Unidos y se produjo una crisis humanitaria. Y el gobierno de Obama presionó al entonces gobierno mexicano y se generó lo que se llamó el Programa Integral Frontera Sur.
Este, básicamente, tenía por objetivo, supuestamente, la protección de migrantes, pero realmente, la agenda política de facto fue la de gestionar y sobre todo contener los procesos migratorios. Esto se llevó a cabo en distintas escalas territoriales. Por un lado, en puntos locales muy precisos, pero también a nivel de cómo generar procesos de control a nivel municipal y regional, en términos de las entidades federativas del sur de México. La estrategia de operación fue muy puntual. La primera fue reforzar los dos puestos fronterizos que están en el Sur de México, entre la frontera Guatemala-Chiapas, pero también la frontera con Belice y algunas zonas de Tabasco muy puntuales. A esto se le adjuntó usar ciertos puntos aduanales como nodos con funciones específicas de puntos fronterizos que antes no tenían. Además, se añadió una lógica muy zonal, en términos de lo que Haesbert (2016) entiende por “territorio zona”, que son territorios muy delineados, en términos de perímetros muy específicos. Se generaron una serie de cien puntos móviles, cuya función era tratar de contener las rutas migratorias. La estrategia territorial fue una articulación entre procesos de puntos fijos y dinámicas de “territorios red”, en términos de bloquear los procesos de movilidad con relación a las redes, rutas y trayectorias migratorias. Esto es importante porque vamos a observar que hay una vinculación en términos de cómo se construyen los procesos de frontera y de contención territorial, en relación con cuáles son las características de las trayectorias migratorias y de los perfiles de los migrantes y sus características.
El resultado de esto fueron una serie de impactos bastante importantes. Por ejemplo, a partir de la implementación del Programa Integral Frontera Sur, por un lapso muy acotado, de aproximadamente un año, se duplicaron las detenciones y las deportaciones. Pero aquí es importante resaltar que, no es que los niños migrantes dejaran de intentar llegara la frontera sur de Estados Unidos y la frontera norte mexicana, sino que el proceso de contención migratoria fue efectivo. Lo que hicieron fue detener su desplazamiento. Y este incremento en las detenciones y deportaciones fue resultado directo del aumento de los operativos, y la expresión fue justamente lo que buscaban de manera fáctica, en términos de la agenda oficial, que era la reducción de la presencia de niños y adolescentes en la frontera sur de Estados Unidos. Mediáticamente fue un impacto muy fuerte.
Por otro lado, encontramos que otra segunda repercusión muy fuerte fue el incremento de los crímenes contra los migrantes. Ya había una serie de relaciones muy claras en términos de cuáles eran los delitos, y lo que encontramos fue que se incrementaron estos crímenes. Esto se debió probablemente al mayor contacto entre migrantes y autoridades, en términos de que se hicieron más eficientes los procesos de control de los puntos fijos y de los operativos móviles. Esto implicó que se generaron rutas más peligrosas, con el fin de que los migrantes evadieran a las autoridades. Esto provocó, a su vez, más violencia y más delitos contra los migrantes y hubo un mayor proceso de desplazamiento dentro del mismo México, en términos de generar otro tipo de rutas (menos visibles). Este tipo de rutas se concentraron espacialmente sobre todo en el sur de México, en Chiapas, particularmente en la frontera con Guatemala.
“Caravanas” como estrategias de movilidad y procesos de detención y deportación
El caso de las caravanas es muy interesante porque vino a hacer visible “mediáticamente” esta migración. Aunque ya había diversos grupos sociales que tenían conciencia plena de los procesos de movilidad forzada de Centroamérica, pero fue muy fuerte ver estos contingentes de miles de migrantes caminando juntos en las llamadas “caravanas” en diversos medios de comunicación masiva. En este sentido se implementaron, a su vez, diversos procesos de control muy específicos. Por un lado, aquí también encontramos una coyuntura muy específica en términos de que el gobierno estadounidense del presidente Trump generó presión a través de la amenaza de los aranceles y después con el Programa Quédate en México. Encontramos que hubo un proceso de externalización de fronteras estadounidenses muy claro y que tenía que ver, justamente, con lo que pasó con el Programa Integral Frontera Sur. Que es la idea de que generan procesos en países vecinos que lo que hacen es contener las poblaciones en movimiento y tus fronteras de facto se extienden mucho más allá, esto es lo que en los hechos aconteció.
El otro proceso que aconteció con el Programa Quédate en México fue el de desplazar los procedimientos de asilo hacia un país vecino. En el caso de las caravanas, los procesos de contención son muy claros en términos de tres medidas que fueron las expresiones territoriales de esta política de contención. La primera fue el envío de la Guardia Nacional a la frontera sur. Y esto se enmarca mucho en términos de un cambio de política migratoria de súbito, entre el inicio del actual gobierno mexicano (donde hubo una inicial postura de puertas abiertas) y la presión norteamericana con los aranceles a las importaciones de México hacia Estados Unidos. Aquí notamos un cambio muy radical, y después de esto aconteció el envío de la Guardia Nacional y, como recordarán, también se dio en el contexto del cambio en la dirección del Instituto Nacional de Migración. Como vemos aquí, las políticas migratorias a veces necesitan contextos de carácter regional y geopolítico para entenderse a profundidad.
El segundo fue, justamente, reforzar los puntos fijos y estratégicos de control, sobre todo porque aquí encontramos un proceso de concentración de las poblaciones migrantes en movilidad. Entonces, se volvió a un tipo distinto de territorio que ya se había usado previamente, y lo que encontramos según los datos, como verán, es que los centros de detención y de deportación se aglutinaron en el Sur de México, particularmente en Chiapas durante 2018 y 2019. Chiapas concentró una proporción muy fuerte, casi la mitad de las detenciones en 2018, también casi la mitad de las deportaciones del 2018. Y en 2019 observamos un comportamiento muy parecido. El 43.6% de todas las detenciones fue en Chiapas, con cerca de 80 mil detenciones y con el 38.8% de todas las deportaciones. Encontramos también que, de acuerdo con los registros de organizaciones de derechos humanos (como REDODEM), los procesos de violación a los derechos humanos se concentran otra vez en el Sur, y particularmente en Chiapas, Veracruz, Tabasco, Oaxaca.
Conclusiones
Cerramos con dos cosas. Actualmente, estamos en otra coyuntura que es la de la pandemia del Covid 19, y aquí encontramos otra vez una serie de rasgos importantes.
Primero, la emergencia sanitaria, tanto a nivel del Estado nacional, como a nivel regional. La agenda antiinmigrante fue promovida y acentuada justamente en el contexto de la pandemia y con el pretexto de la emergencia sanitaria. Aquí encontramos también que hay condiciones muy adversas en términos de que las redes de apoyo pro migrantes también están rebasadas, por las situaciones que impone la contingencia, en términos del distanciamiento social, de control de contagios, etc. Pero también por los procesos de endurecimiento de frontera. De manera que, habrá que pensar que estas expresiones entre Estado, migración y fronteras nos hablan, justamente, de porque la manera en la que las políticas migratorias y las fronteras son construidas/producidas necesitan ser cuestionadas. Particularmente en términos de: ¿a quién están sirviendo? y ¿para qué fines?
La segunda es que estas estrategias de securitización, contención y criminalización, sin duda, no van acordes con el respeto a los derechos humanos, ni a la dignidad humana, y, por tanto, tienen que ser repensadas. Es fundamental que tengamos una mirada multiescalar y multinivel que nos permita ver como esto se expresa en términos de la construcción de diversos territorios, de manera muy local, estatal, nacional o, a veces, incluso regional. Por ejemplo, los procesos de externalización de fronteras donde la agenda norteamericana antiinmigrantes se extiende hasta la frontera México-Guatemala o más allá, o los procesos en los cuales se involucra a otros países. Justo como el Programa Quédate en México, donde México fue obligado a tener a los migrantes solicitantes de asilo de Estados Unidos en condiciones muy precarias y otros ejemplos similares. De manera que, las fronteras en estos contextos tienen que ser entendidas como territorios de violencia y exclusión, que están en abierta contradicción con el cumplimiento de los derechos humanos. Pero, que tienen que ser vistos en términos de la selectividad geográfica en donde acontecen estos actos de violencia. La idea fundamental es recalcar que es necesaria una política migratoria que se base en el interés de la seguridad humana, de los nativos, de los migrantes y de todos, y no solo en una agenda nativista de países del norte global, como Estados Unidos.
Nota. Este trabajo es la transcripción (editada, corregida y con modificaciones menores) de la ponencia titulada procesos de violencia en la frontera México Guatemala, presentada en el Seminario Migraciones Internacionales y procesos de violencia en contextos fronterizos, en noviembre de 2020.
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Guillermo Castillo Ramírez es profesor de licenciatura y posgrado de la UNAM
Fuente: alainet.org