Los desplazamientos forzados van en aumento en todo el mundo y miles huyen de sus hogares debido a los conflictos, el cambio climático y la violencia. La muerte de 53 personas de México, Guatemala, Honduras y El Salvador en el interior de un camión en junio es uno de los casos más mortíferos de tráfico de seres humanos en la frontera de Estados Unidos con México. En el documental The Vertical Border, Sonja Wolf (LSE Latin America and Caribbean Centre, and Centre for Economic Teaching and Research, Mexico) explora los peligros de la migración y la falta de alternativas para quienes tientan su suerte.
Por: Sonja Wolf
“No vengan. No vengan”. Con estas palabras, pronunciadas durante una rueda de prensa en Ciudad de Guatemala en junio de 2021, la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris advirtió a los migrantes centroamericanos que serían devueltos si intentaban entrar en Estados Unidos sin autorización. Las declaraciones de Harris son la apertura de mi documental de 2022, The Vertical Border, coproducido por el Programa de Política de Drogas del CIDE y el grupo de integración de refugiados Habesha, ambos ubicados en Aguascalientes, México.
Si apartamos la mirada del continente americano por un momento, ¿qué vemos? Observamos, que la invasión rusa de Ucrania desplazó rápidamente de la agenda informativa internacional la catástrofe humanitaria en Afganistán después de la retirada de Estados Unidos. El conflicto en Europa ha provocado una avalancha de solidaridad con los refugiados ucranianos. Aunque también ha provocado iniciativas controvertidas, como el desacertado plan de acogida del gobierno de Boris Johnson, Homes for Ukraine. Por otra parte, el proyecto del Ministerio del Interior británico de llevar a los solicitantes de asilo del Reino Unido a Ruanda para que reclamen allí su estatus de refugiados, en lugar de tramitarlo en Gran Bretaña, provocó una indignación generalizada.
Estas situaciones de desplazamiento, y sus respuestas, pueden resultar muy lejanas respecto a la difícil situación de los centroamericanos que narra The Vertical Border. Pero todas estas historias arrojan luz sobre tres cosas.
Por un lado, que la inseguridad alimentaria, los efectos del cambio climático, la violencia de género y la violencia armada son los motores o las causas fundamentales de la migración forzada. Por otro, que los patrones de desplazamiento se dan dentro o a través de las fronteras y los continentes. Y, por último, que las políticas de los países de tránsito y destino contribuyen a menudo a los peligros y a la prolongación de la migración forzada.
Los países de tránsito, como México, están atrapados entre las naciones que expulsan a los migrantes y las que los reciben. Con una capacidad limitada para atender a los desplazados, estos lugares pueden convertirse en anfitriones involuntarios de un gran número de migrantes que no pueden continuar su viaje.
Los países de destino, como Estados Unidos, ofrecen nuevas oportunidades y posibilidades, pero no suelen admitir a personas pobres o que proceden de entornos culturales o religiosos desconocidos. Las mismas naciones que rechazan a los oprimidos también “externalizan” sus fronteras. Con incentivos financieros o presiones diplomáticas y comerciales, piden a sus vecinos que intercepten y deporten a los migrantes forzados.
Limbo migratorio
Los gobiernos presentan los siguientes argumentos para dotar de un aura de legitimidad a sus estrategias disuasorias.Uno de ellos es definir a quienes emprenden un viaje clandestino como meros emigrantes económicos, personas que persiguen alguna versión del “sueño americano”, no que huyen de la violencia estructural y física.
Este calificativo permite que las autoridades incumplan su obligación de prestar asistencia humanitaria y protección internacional. Por otro lado, se mencionan los peligros inherentes a la migración irregular. Ésta puede implicar un viaje en un bote de goma o una larga marcha a pie a través de un desierto, y los contrabandistas sin escrúpulos la hacen aún más traicionera. La disuasión no es más que una forma de reprimir a una industria que se beneficia animando a la gente a infringir la ley.
Pero estos argumentos pasan por alto un punto. Si los desplazados pudieran obtener visados, no tendrían que arriesgar sus vidas para sobrevivir. Los contrabandistas pueden ganar dinero a costa de los emigrantes desesperados, y la demanda de sus servicios crece mientras las naciones ricas intentan cerrar sus fronteras a las personas con el pasaporte “equivocado”. Se excluye sistemáticamente a quienes vienen de países pobres, mediante políticas de visado onerosas y otras estrategias de disuasión.
Esto resume el statu quo de la política migratoria en el que estamos atrapados. Asolado por el capitalismo global y el cambio climático, el mundo está en crisis. Los datos del ACNUR indican que el número de personas en situación de desplazamiento forzoso aumenta cada año, hasta alcanzar los 89,3 millones a finales de 2021. Con todo, seguimos lejos de abordar los motivos de la migración o de ofrecer alternativas viables a las personas que luchan por construir un medio de vida sostenible.
El colonialismo y el imperialismo han empeorado las condiciones de vida en el Sur Global. Sin embargo, cuando las personas tratan de escapar de las condiciones de explotación, los países del Norte Global suelen negarles una existencia digna. ¿Cómo podemos entonces avanzar hacia la aplicación de políticas migratorias basadas en los derechos humanos?
La necesidad de una narrativa distinta
The Vertical Border se basa en mi investigación anterior, que examinó, mediante entrevistas en profundidad con migrantes forzados centroamericanos en México, cómo habían negociado la violencia antes, durante y después del desplazamiento. Este proyecto generó informes, recopilaciones de testimonios y podcasts que narraban las experiencias vividas por los migrantes.
La película va un paso más allá y pretende ser una pieza de narración visual que pueda llegar a un público más amplio. Este documental independiente busca dirigirse directamente a los ciudadanos, fomentando su empatía y comprensión hacia los migrantes, e invitándolos a reflexionar sobre cómo pueden crear comunidades más acogedoras. The Vertical Border es una herramienta para generar presión de abajo a arriba para lograr un cambio en la política migratoria, intentando dar forma al entorno de las políticas, más que a la elaboración de las mismas.
Las publicaciones académicas suelen ser inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos porque a menudo se dirigen a un público intelectual reducido. Pueden traducirse en recomendaciones para los gobiernos. Aun así, las prioridades contrapuestas, las limitaciones de recursos, los hábitos institucionales y el apego a las soluciones cortoplacistas pueden obstaculizar la aplicación de las propuestas más convincentes y con mayor sustento empírico. Para que la investigación científica produzca resultados políticos tangibles y transformaciones sociales, debemos replantearnos cómo y a quién contamos nuestras historias. En este sentido, The Vertical Border también sirve como una invitación para que los académicos presenten sus hallazgos de forma educativa y atractiva.
Reimaginando el mundo
Para realizar el documental fue necesario equilibrar la cinematografía, la ética y la seguridad. La narración debía ser estéticamente atractiva, pero tenía que evitar poner en peligro la seguridad de los participantes y los cineastas. Las restricciones de acceso exigían el uso de animación y material de archivo en lugar de rodajes en exteriores. La violencia de las bandas es uno de los principales motores de la migración forzada desde El Salvador y Honduras. Teniendo en cuenta el clima de miedo generalizado en las comunidades afectadas por las pandillas, su impacto fue una de las cosas más complejas de filmar.
Existe un creciente interés por hacer que tanto la investigación como las artes sean más inclusivas. ¿Cómo podemos sumergirnos en los problemas sociales y transmitir, de una manera factible pero que resulte matizada, auténtica y absorbente, las injusticias cotidianas, las luchas diarias por la supervivencia y los actos corrientes de resistencia? ¿Qué relaciones debemos cultivar para que se escuchen las voces silenciadas? ¿Qué tiempo y financiación exige este trabajo?
La producción de la película me recordó que los académicos tienen mucho que ganar no solo al recurrir a la narración visual, sino también al colaborar con las industrias creativas. Las iniciativas artísticas apoyadas en la investigación son muy valiosas para estimular un debate y un compromiso públicos más significativos. Por último, pueden contribuir a que los gobiernos rindan cuentas de sus políticas hostiles en materia migratoria.
The Vertical Border termina con Todd Miller, escritor de renombre y residente en Arizona desde hace mucho tiempo, instándonos a pensar en el mundo con una conciencia global. Algunos espectadores pueden pensar que sus reflexiones son utópicas. Pero mientras cada vez más personas sufren las desigualdades económicas y medioambientales, es inevitable imaginar un mundo radicalmente distinto, uno que sea habitable para todos y no solo para una minoría privilegiada. The Vertical Border forma parte de este proceso de reactivación de nuestra imaginación.
Fuente: blogs.lse.ac.uk