Cuando recibió un balazo en el pecho en un fuego cruzado, su familia comprendió que era hora de salir de Damasco. Sus vidas estaban en juego. Cinco años después, ‘Jack’ está por concluir sus estudios en México, gracias a una organización civil que lo adoptó en el país y le dio herramientas para volver cuando la pesadilla de la guerra acabe. En su opinión, cuando ese momento ocurra, Siria necesitará de sus jóvenes.
México es internacionalmente reconocido por tener una tradición de asilo a refugiados extranjeros. El país, lo mismo abrió los brazos al exilio español durante el franquismo, que a quienes huyeron de las dictaduras en Argentina y Chile, décadas atrás. Y en el presente no podía ser distinto con las víctimas de la guerra en Siria.
Solo que esta vez no se trata de una política de Estado, sino de un esfuerzo de la sociedad civil, en concreto de una organización humanitaria llamada Proyecto Habesha, que se dedica a contactar a jóvenes sirios que estén exiliados en Medio Oriente y se encuentren en una situación crítica, para darles una oportunidad de continuar sus estudios superiores en suelo mexicano.
Abdalkader Mohammad nació y creció en Damasco, y hace cinco años, cuando se transportaba en autobús rumbo a la universidad –cursaba el primer semestre de Administración de Empresas– un proyectil de arma de fuego se incrustó en su pecho, en medio de un fuego cruzado. Tras salvar la vida en el hospital, su familia tomó la decisión de que tenía que salir del país.
Después de estar un año como exiliado, trabajando en un campo de refugiados en Irak, conoció a Adrián Meléndez, fundador de Proyecto Habesha. Así fue como llegó a la tranquila ciudad de Aguascalientes, capital del estado del mismo nombre, en el Bajío mexicano, con menos de un millón de habitantes.
La familia de Abdalkader tiene raíces en Kurdistán, por lo que prefiere usar su nombre kurdo, Jackdar. O solo Jack, como le dicen sus amigos. Luego de un curso intensivo de español, Habesha –que tiene convenio con 20 universidades en el país– le ayudó a conseguir un lugar en una universidad de Monterrey, en el fronterizo estado norteño de Nuevo León.
“Después de parar cinco años, empezar un nuevo idioma, nueva escuela, nuevo sistema de educación, fue muy difícil. La universidad nos propuso un semestre para adaptarnos nada más. Muchos apoyos, de alumnos, de voluntarios, de maestros”, cuenta Jack, haciendo énfasis en que “todo fue un reto, hasta con la comida, hacer amigos, entender la cultura, cómo hablar…”.
Hoy en día, Jack se ha adueñado de las calles de Monterrey y, sobre todo, de Aguascalientes, de sus cafés de barrio, de sus parques. A esta ciudad vuelve cada vez que tiene oportunidad. Y hoy, por la pandemia, ha vuelto de nuevo, ya que las residencias de estudiantes en Monterrey no están habitadas y prefirió volver a la tierra que lo acogió de inicio, recién desembarcado de Medio Oriente.
Y aunque le encanta México, su cultura y su gente, Jack tiene muy bien trazados sus objetivos y mantiene la mirada puesta en el día en que el conflicto bélico en su país termine y pueda volver.
“Siria me necesita a mí y a otros jóvenes, porque el país se destruyó. ¿Quién va a manejar un país que se trazó 10 años atrás? Son los jóvenes. Mi idea clara es regresar y hacer algo, participar un 2% en reconstruir mi país de nuevo. Estoy sumando todo lo que aprendí en México, y cuando sea posible, voy a llevarme conmigo una cultura entera, de México a Siria; mucho aprendizaje, mucha experiencia, y voy a llenar estos vacíos que la guerra ha dejado”.
Texto por:Mario Carbonell
Fuente:France24