Fotografía que muestra una mujer marfileña que organiza su puesto de venta en una feria económica de la población refugiada, en La Paz (Bolivia). “Levantarse” y “no rendirse” es la recomendación de varios refugiados en Bolivia, algunos provenientes de países de Latinoamérica y África, que han iniciado una nueva vida y que con esfuerzo consiguieron integrarse en la economía del país.
El paso de los años ha permitido a varios refugiados en Bolivia montar algún emprendimiento comercial, la mayoría relacionados con la gastronomía de sus países, la repostería o la venta de bisutería y ropa.
“La recomendación primaria es levantarse y no rendirse”, aseguró a EFE Nancy Soto, una refugiada peruana que este año cumple 30 años en Bolivia, y recuerda que para dejar su país junto a su esposo y sus tres hijos vivieron “meses” escondiéndose.
En casos como el de Soto, la llegada a Bolivia fue algo relativamente pensado, mientras que en otros la decisión ha sido casi una casualidad al tener que tomarla sobre la marcha y en medio de las presiones que sufrieron en sus países.
El paso de los años ha permitido a varios refugiados en Bolivia montar algún emprendimiento comercial, la mayoría relacionados con la gastronomía de sus países, la repostería o la venta de bisutería y ropa.
Justamente este sábado, con motivo del Día Mundial del Refugiado que se celebra el 20 de junio, la Comisión Nacional del Refugiado de Bolivia (Conare), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Fundación Scalabrini impulsaron la quinta versión de una feria en La Paz que mostró la integración económica de la población refugiada en el país.
UNA HISTORIA NUEVA
Hace 12 años, Cecilé dejó Costa de Marfil para echar raíces en Bolivia, ya que su país estaba atravesando “una guerra política” que se agudizó después de la segunda vuelta electoral de noviembre de 2010.
La mujer contó a EFE que llegó a Bolivia por una cuestión “práctica” de documentación y que después le siguieron sus hijas con quienes armó un pequeño negocio de venta de ropa y bisutería.
“Los bolivianos son buenos, nos tratamos bien y no hay ningún problema con ellos”, aseguró Cecilé aunque admite que aún le “cuesta mucho” habituarse al frío de La Paz y a los más de 3.650 metros de altitud de la ciudad.
Por su parte, Nancy Soto contó a EFE que después de 30 años en La Paz ha consolidado un restaurante de comida peruana, que es el “sustento para vivir” para su familia, y con el que incluso ha conseguido reconocimientos de la Embajada de Perú en Bolivia.
Soto relató que salir de Perú en 1994 “ha sido muy duro y doloroso” por tener que soportar acusaciones por cuestiones que “no eran ciertas”.
“Ahora soy boliviana, tengo mi carné de boliviana (y) me he acostumbrado más acá”, aseguró.
INFORMACIÓN Y ADAPTACIÓN
El director de la fundación Scalabrini, el sacerdote Héctor Orozco, dijo a EFE que la tarea fundamental con la población refugiada consiste en trabajar contra “desinformación” y la “discriminación”.
La xenofobia es el principal obstáculo entre quienes sostienen que los extranjeros “quitan trabajo” a los bolivianos y piden que “regresen a su país”, por lo que es necesario dar a los refugiados “acogida y (apoyar) su integración”, remarcó.
Por su parte, el asociado de Protección de Acnur, Felipe Sautú, indicó a EFE que lo principal para alguien que tiene “argumentos fundados” para considerarse perseguido es “informarse” sobre los procedimientos y las instituciones que pueden proporcionar ese derecho.
Sautú consideró que la “integración local” de los refugiados “es un proceso necesario” que sigue a la colaboración inicial que se presta al solicitante en cuanto a alojamiento y alimentación.
Fuente: paginasiete.bo