Panamá se convierte en epicentro de una crisis humanitaria e intenta enfrentar el creciente flujo de migrantes con dirección a Estados Unidos o Canadá con medidas como un incremento de las deportaciones.
El Gobierno panameño se siente desbordado. Y, en realidad, las cifras son alarmantes. “2022 fue un año récord, en que cerca 250.000 personas arriesgaron sus vidas atravesando el Darién, pero ya superamos ese récord. Hasta el momento, en 2023, más de 360.000 personas han realizado este recorrido, que es muy peligroso”, dice a DW Margarida Loureiro, representante adjunta de la Oficina Multipaís de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) en Panamá.
Las causas de este incremento son diversas. Muchos de los factores que inducen la migración “se han visto exacerbados por los impactos socioeconómicos de la pandemia de COVID-19, los recientes fenómenos meteorológicos extremos o la inestabilidad política en los países de origen”, indica a DW Giuseppe Loprete, Jefe del Centro (Global) Administrativo y de la Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá.
Loprete especifica que “la mayoría viene de Venezuela, Ecuador, Haití, Colombia y de fuera de la región, de países como China, India, o Camerún”.
El olor de la muerte
Margarida Loureiro subraya, además, otro aspecto clave: la gran desinformación, que da alas a negocios criminales.
“Hay un incremento sustancial de redes de tráfico y de grupos criminales disfrazados de agencias turísticas, que venden paquetes muy atractivos a gente muy desesperada, que está huyendo por persecución, por violencia generalizada de sus países, o en busca de una vida más digna para sus familias… Algunos hasta prometen paquetes con tres tentativas, en caso de que las personas sean deportadas. Igualmente, en las redes sociales venden el Darién como una ruta muy sencilla, pero eso no es así. Darién es una jungla, es peligrosa, hay también grupos criminales adentro, que violan, que matan, que roban”, dice.
ACNUR intenta combatir esa información proyectos en redes como “Confía en el tucán”, que ofrece datos verificados. También monitorea la situación y ofrece testimonios reales de gente que ha hecho ese recorrido. Una tercera parte de las personas entrevistadas en agosto de 2023 reportó haber sido víctima de abusos, maltrato, robo o fraude.
“Estamos hablando del 31 por ciento de 82.000 personas. Ellos lo han perdido todo, documentos, sus celulares, cualquier recurso económico. Hay muchas mujeres violadas, hay gente que muere”, señala. Y explica que también están muy afectados sicológicamente por la experiencia traumática de ver muertos en el camino. No se sabe con precisión cuántos han perdido la vida en el trayecto. “Las personas con las que conversamos reportaron que habían visto entre uno y 15 cuerpos en el recorrido. Los que no han visto cuerpos, han sentido el olor”, dice la representante de ACNUR, y relata el caso de una mujer con quien conversó hace poco: “El nivel de shock que tenía por el olor y por no poder olvidarse del olor, fue lo más fuerte”.
Extrema vulnerabilidad
La vulnerabilidad de los migrantes se agrava aún más, a juicio de Abel Núñez, porque “muchos gobiernos locales ven este fenómeno como una amenaza para la seguridad y, en realidad, no aplican políticas de asistencia, sino de exclusión”.
El director ejecutivo de CARECEN, una organización que respalda a los inmigrantes en Estados Unidos, relata a DW: “He estado en reuniones con los alcaldes de la zona del Darién y ellos hablan de los inmigrantes como una peste, dicen que traen criminalidad, pero la realidad es que la criminalidad ya existe en ese área, lo que pasa es que ahora tiene una población más vulnerable para poder explotar”.
Solidaridad indígena
Núñez aclara, eso sí, que “hay que reconocer que muchos de estos países no tienen los suficientes recursos para proveer a sus propias poblaciones, y mucho menos para un flujo” de migrantes como el actual. “Yo creo que esto es, como dicen, una tormenta perfecta donde, por la necesidad de estas personas de salir de su país de origen, enfrentan situaciones en los países de tránsito, que no están preparados ni tienen los recursos para proveer los servicios necesarios”.
Margarida Loureiro destaca, por otra parte, la solidaridad de comunidades indígenas que han acogido desde hace décadas a migrantes y con las que ACNUR también colabora. Pero toda la ayuda parece poca en vista de las dimensiones de la tragedia. Más en el Darién. “La selva del Darién es una región notoriamente remota. No hay carreteras, el acceso es muy peligroso para las autoridades fronterizas y más aún para los actores humanitarios”, hace notar Giuseppe Loprete.
Más allá de Panamá
ACNUR y la OIM reconocen los esfuerzos que hace Panamá. Pero todos los expertos consultados por DW coinciden en que la crisis solo se puede enfrentar a nivel supranacional.
“Darién refleja una crisis humanitaria y de protección que va más allá de Panamá, que requiere más solidaridad, más cooperación internacional y responsabilidad compartida de los Estados”, subraya Margarida Loureiro.
“Lo que está claro para ACNUR, y creo que para todos, es que se hace necesario ampliar las vías regulares para las personas refugiadas y migrantes, fortalecer el sistema de asilo, encontrar alternativas de protección en la región, al tiempo que se promueve también la estabilidad en los países de los que esas personas han huido”.
Giuseppe Loprete se manifiesta en términos similares, y duda que medidas como la deportación den resultado: “Históricamente, las deportaciones no tienen mucho impacto sobre los flujos migratorios de este tamaño. Solo un pequeño porcentaje de personas podrían ser deportadas y, por experiencia en otras emergencias, la tendencia es que estas mismas personas regresan por vías irregulares”.
Fuente: DW