Jacobo Riba jacobo@godbranding.com | Miércoles 03 febrero, 2021
Tenerle miedo a lo desconocido es normal, lo anormal es vivir con ese miedo permanentemente. Estamos en un momento de la historia dónde para muchas generaciones, ha sido la primera vez en la que masivamente nos dimos cuenta que el bienestar del otro nos afecta directamente.
El Covid 19 se aprovecha de nuestra necesidad de socializar para multiplicarse, los virus y las personas no somos tan diferentes, ambos buscamos perpetuarnos, quizá nuestra inteligencia para entender este juego nos ayude a sobrevivir como especie.
Pero como especie, entre nosotros mismos hay tantas mutaciones peligrosas que sin necesidad de una enfermedad existen seres humanos que buscan matar, destruir, discriminar o arrancarles la libertad a sus iguales, eso es lo que le pasa a los refugiados. Tan humanos como cada costarricense llegan a este país justamente porque otro depredador decidió que podía perpetuarse aplastando a los demás, aunque fuera su propia familia.
Los refugiados huyen de la injusticia, buscan como salvar sus vidas de la misma manera que nosotros los ticos nos escondemos de este letal virus. Un refugiado se ve obligado a esconderse del miedo de estar en su propio país, dónde a veces los políticos tiranos, los narcos, la violencia o inclusive la misma censura a la libertad de expresión termina confinándoles su libertad. Para nosotros los ticos es muy difícil entender eso porque tenemos un país estable.
Los habitantes en condición de refugio o solicitantes cada día son más, se estima que al menos hay 100 000 solicitantes de refugio en Costa Rica, provenientes de países vecinos con conflictos políticos, violencia y desplazamiento climático. Estas personas se acogen a este estatus migratorio como un mecanismo que le garantice su seguridad y además les permita reconstruir su vida literalmente desde cero.
Los refugiados son personas valientes y desean reconstruir su estabilidad, esas características les convierten en perfiles atractivos para las empresas que buscan gente con deseos de trabajar y echar raíces, si bien es cierto nuestro propio país enfrenta una tasa de desempleo inédita, como sociedad no vamos a recuperarnos de esta crisis mundial sin dar las mismas oportunidades a todos los seres humanos.
Ya es hora de dejar de lado los complejos que nos hacen celosos de que los extranjeros vengan a trabajar. Gran parte del crecimiento empresarial hoy en día obedece a capitales que al igual que las personas refugiadas, vienen del exterior. En este nuevo mundo nos debe impulsar la urgencia de progresar todos al mismo tiempo.
Contratar formalmente refugiados es viable, en la diversidad hay riqueza.