Por PEDRO RÍOSMARZO 17, 2021 6:15 AM PT
A mediados del mes de febrero, el gobierno de Biden anunció que comenzaría a procesar a los solicitantes de asilo forzados a integrarse al programa de Protocolo de Protección de Migrantes (MPP, en inglés) bajo la administración Trump.
Desde entonces, migrantes que no estaban en el programa comenzaron a acercarse a la garita de El Chaparral en Tijuana pidiendo información sobre su situación y preguntando cuándo se les daría la oportunidad de presentarse en el puerto para hacer una solicitud de asilo.
Desafortunadamente, ni las autoridades mexicanas ni las estadounidenses han hecho ningún esfuerzo significativo para desmentir los falsos rumores o han abordado políticas que continúan poniendo en peligro la vida de los migrantes.
Anticipándose a cualquier noticia, los migrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador, Haití, Cuba, Venezuela, Irán y otras partes del mundo, han levantado cientos de tiendas de campaña e instalado un campamento en la plaza de El Chaparral.
Están viviendo duras condiciones, en el frío y han soportado varias tormentas torrenciales que han empapado las pocas pertenencias resguardadas bajo sus carpas.
Las agencias del gobierno mexicano aún tienen que comprometerse a proporcionar instalaciones de baños portátiles, porque los migrantes no pueden pagar las tarifas que las empresas cercanas cobran por usar los baños.
Existe el peligro obvio de que cualquier persona con COVID pueda transmitirlo igual que cualquier otra enfermedad contagiosa al resto de las personas en el campamento.
Según la Secretaría de Salud de Baja California, muchos de los niños tienen enfermedades respiratorias y estomacales atribuidas a las malas condiciones que se viven.
Los provocadores antiinmigrantes ya han transmitido en vivo videos a sus seguidores mientras difunden falsedades y acosan a la gente en el lugar.
Mientras tanto, los medios de comunicación estadounidenses de alcance nacional están simplificando situaciones complejas con historias fáciles que deshumanizan y hacen una caricatura de seres humanos que lo han sacrificado todo por obtener una vida mejor.
La verdad es que el gobierno de Biden debe comprometerse a apoyar a las personas más allá del programa MPP, y debe prestar especial atención a los inmigrantes negros, la mayoría de los cuales no calificaron para el MPP para empezar. Muchos de ellos han estado en Tijuana durante dos años o más, y viven una discriminación tremenda por funcionarios mexicanos corruptos.
El gobierno de Biden también debe rescindir el Título 42, la orden de salud pública utilizada políticamente por la Administración Trump sin el consentimiento de los expertos en salud para expulsar a los migrantes sin respetar los derechos del debido proceso. Esta medida es prácticamente una extensión jurídica del muro de Trump.
Platicando con una mujer migrante mexicana en Chaparral, que dejó su pueblo debido a la violencia de los carteles contra su familia, me dijo que, si no tiene la oportunidad de presentarse en la garita, tomaría la difícil decisión de enviar a sus dos hijos adolescentes solos para entregarse. “Los carteles de mi pueblo que tienen como blanco a mi familia están aquí en Tijuana también, y mis hijos continúan en peligro”, afirmó.
Pastores locales han organizado a sus iglesias para proporcionar alimentos que tanto se necesitan, a veces prestando servicio varias veces al día. Las organizaciones de la sociedad civil, de los que formo parte, han brindado información en español, inglés y criollo haitiano sobre opciones legales, así como algunos artículos básicos como cubrebocas, impermeables, mantas y lonas. Los grupos también han ayudado a trasladar a las personas a los albergues cuando solicitan ese tipo de asistencia y cuando hay espacio disponible. Otros grupos han proporcionado ropa y pañales, leche para niños y tiendas de campaña.
Pero los migrantes muestran también su propia agencia. Durante las últimas semanas, he visto cómo organizan equipos de seguridad preocupados por el bienestar de todos los que están allí. Los equipos de seguridad también limpian las áreas comunes alrededor del campamento.
Los que son educadores reúnen a los niños durante el día y organizan actividades para ellos. Estos involucran ejercicios de movimiento, seguidos de instrucción kinestésica. “Aquí es donde vivimos ahora mismo y tenemos que cuidarnos unos a otros mientras esperamos noticias de Estados Unidos”, me dijo un voluntario del destacamento de seguridad, quien ya tenía tres semanas con su familia esperando cualquier apertura del proceso de asilo en El Chaparral.
Fuente: sandiegouniontribune