De los desaparecidos oficiales, 566 fueron registrados en América del Norte, 483 en América Central, 350 en el Caribe y 58 en América del Sur. Hay rutas, como el Tapón del Darién y la frontera México-Estados Unidos, bien conocidas por los peligros que entrañan, donde yacen para siempre los cuerpos de migrantes, en improvisados cementerios a la intemperie. Quien elige el mar como ruta migratoria clandestina, se arriesga a ser engullido por las aguas, aparte de otras amenazas. Una de las zonas de alto riesgo es el Canal de la Mona, en la ruta que va de República Dominicana a Puerto Rico.
Embarcaciones precarias
“Estos viajes son sumamente peligrosos: se hacen en embarcaciones caseras, que llaman ‘yolas’, parecidas a las que utilizan los pescadores, hechas a mano, a la ligera, sin control de calidad, sin acabados. Desde que se ponen en marcha, hacen agua. Están hechas de madera, con clavos y un poquito de fibra de vidrio. Cuando llegan a la orilla, quedan abandonadas y el mar las acaba destruyendo”, describe a DW Ricardo Castrodad, oficial de asuntos públicos del sector San Juan de la Guardia Costera de EE. UU.
Castrodad conoce bien las ‘yolas’ y las operaciones de interceptación y rescate que la Guardia Costera lleva a cabo en el Canal de la Mona. El encuentro en el mar entre los oficiales y los migrantes es “uno de los momentos más delicados”, asegura. “Las personas se encuentran nerviosas, y uno trata de desalojar de forma tranquila la embarcación para no ponerlas en peligro”.
Lanzadas al mar
“Hasta 7.000 dólares están pidiendo por traer a las personas de República Dominicana a Puerto Rico, después hay que pagar otros 1.000 dólares a quienes las reciben en Puerto Rico para entregarlas a familiares o amistades. El costo total puede oscilar en torno a los 8.000 dólares”, dice a DW, por su parte, Romelinda Grullón, directora del Centro de la Mujer Dominicana en Puerto Rico. Grullón atiende a mujeres dominicanas víctimas de violencia de género, muchas de las cuales han realizado la ruta del Canal de la Mona.
“Hay testimonios que relatan que han tirado mujeres al mar porque les ha llegado la menstruación o porque han abortado. El Canal de la Mona está infestado de tiburones, la sangre hace que los tiburones vayan a la búsqueda del olor y eso puede poner en peligro la embarcación, hacer que volteen la ‘yola’. La travesía es bien terrible, bien penosa”, prosigue Grullón.
Embarcaciones sobrecargadas
Según cifras oficiales de la Guardia Costera, entre octubre de 2022 y agosto de 2023 fueron interceptados 1.965 no estadounidenses en aguas del Canal de la Mona. 1.675 eran dominicanos, 254 haitianos, 15 venezolanos, 7 kazajos, un albanés, dos colombianos y una persona de nacionalidad desconocida. Un hecho explica que haya tantas personas interceptadas en un plazo relativamente corto de tiempo: las embarcaciones clandestinas viajan extremadamente sobrecargadas.
“Suelen tener de 25 a 35 pies de eslora y normalmente meten en ellas 65 o 70 personas. En un caso había hasta 140. El Canal de la Mona es un cuerpo de agua muy peligroso, muy reconocido por las fuertes corrientes y el aumento del oleaje dependiendo del tiempo. Cualquier condición puede hacer que zozobren. Muchas veces, la gente tiene que ir durante el viaje sacando agua con cubos”, relata Ricardo Castrodad.
La muerte y otros peligros
El oficial confirma que se han dado casos de gente arrojada por la borda. Pero esa no es la única forma de perder la vida atravesando el Canal de la Mona: “A veces, los traficantes dicen a sus pasajeros que han llegado a Puerto Rico, pero en realidad los dejan por el camino, en la Isla de la Mona o en la Isla de Desecheo, reservas naturales en mitad del Canal, que no están pobladas. Allí los dejan a la intemperie, sin agua ni comida. A varios les ha costado la vida”, dice Castrodad.
Las mujeres, además, suelen ser víctimas de violaciones en el trayecto. “A veces tienen que estar días enteros escondidas en los montes esperando que lleguen las condiciones para poder viajar, porque el mar está demasiado violento o la vigilancia está demasiado fuerte. Muchas son violadas antes de montarse en la ‘yola’ y también después, en la misma ‘yola’”, dice Romelinda Grullón.
Cuando llegan traumatizadas al Centro de la Mujer Dominicana de Puerto Rico, callan. “Su respuesta es el silencio. Muchas personas que organizan la travesía conocen a sus familiares. Las amenazan si denuncian. Tienen mucho miedo, porque saben que los traficantes pueden cumplir sus amenazas. Se conocen. Cuando van tomando confianza, después de que uno lleva tiempo trabajando con ellas, entonces empiezan a hablar, pero, aun así, no denuncian”, explica la directora del Centro. (ers)
Fuente: DW