Por: Eduardo Ruiz-Healy
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho muchas veces que es un humanista y que su gobierno es humanista. Pero ¿qué es el humanismo?
De acuerdo con la Enciclopedia de la Política de Rodrigo Borja (Fondo de Cultura Económica, México, 2003), “El humanismo, en el campo político, es el esfuerzo por colocar al hombre como el centro y razón de ser de las lucubraciones políticas, del trabajo de los actores de la vida pública, de las postulaciones de las ideologías y de la acción de los partidos… el servicio al hombre es la razón de ser de todo lo que existe: sociedad, gobierno, leyes, economía, ciencia, tecnología. Nada cobra sentido a menos que tenga un valor instrumental para satisfacer finalidades humanas. El humanismo político es, en consecuencia: racionalismo, tolerancia, secularización y cosmopolitismo… El humanismo coloca al Estado al servicio del hombre y no al hombre al servicio del Estado”.
De acuerdo con esta definición, ¿son humanistas AMLO y su gobierno?
La respuesta no es sencilla porque el presidente a veces lo es y otras dista de serlo.
Muchas de sus palabras y algunos de sus programas de apoyo social son humanistas porque buscan mejorar la situación de los pobres, que de acuerdo con Viri Ríos son el 84% de la población que “no tiene seguridad laboral o un sueldo que les permita satisfacer las necesidades de su familia”
Sin embargo, distan de ser humanistas la intolerancia, desprecio y hasta odio que manifiesta contra sus adversarios políticos y los que cuestionan sus decisiones que han contribuido al empobrecimiento general de la población.
Un caso concreto de la falta de humanismo y hasta de humanidad de Andrés Manuel y su gobierno es el trato que se le ha dado a los migrantes menores de edad que han llegado a nuestro país desde Centroamérica, quienes deberían ser ampliamente protegidos por el Estado mexicano.
El viernes pasado, Amnistía Internacional (AI) difundió su reporte “Empujados al Peligro – Devoluciones forzadas de niños y niñas migrantes no acompañados efectuadas por Estados Unidos y México” que señala que en el 2019 fueron deportados a sus países de origen 11,995 niños y niñas, el 90.58% de los 13,242 que fueron “puestos bajo custodia mexicana” después de ser detenidos por las autoridades. En el 2020, fueron 3,301, el 70.17% de los 4,704 que fueron puestos bajo custodia.
Sobre la disminución en el 2020, AI señala que “… los funcionarios con los que AI se reunió en el norte de México en el 2020 y el 2021 indicaron que (1) los refugios del DIF estaban llenos, y que se habían ralentizado los tiempos de tramitación de los menores no acompañados, (2) en algunas localidades del norte, se seguía deportando a la mayoría de los niños y niñas migrantes y (3) la expulsión indiscriminada de menores migrantes no acompañados es mucho más extrema y frecuente en el sur de México”.
En dos años, por lo menos 15,296 menores de edad fueron deportados por el gobierno para enfrentar de nuevo la miseria y violencia de las que escaparon. Algunos serán asesinados.
Deportar a niños es algo que no hacen los gobiernos y gobernantes humanistas.
Fuente: El Economista, México