Morris Andati Shapwala es de Kenia, pero vive como expatriado en Ruanda. Es uno de los 40,4 millones de africanos que sostienen económicamente a sus padres en sus países de origen. En todo el mundo, unas 800 millones de personas se beneficiarán de los 596.000 millones de euros enviados por sus familiares en 2022, según datos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas. La cifra ha crecido respecto a los más de 557.000 millones de euros enviados en 2021, año en el que, a su vez, las remesas ya habían crecido un 8% respecto a 2020.
Como en años anteriores, en 2022 algo menos de un tercio de las remesas (183.000 millones de euros) se destinó a inversión y la mayor parte del efectivo se destinó a cubrir necesidades básicas. Es el caso de la familia de Andati. Este keniano envía dinero para la manutención de su hijo, que vive con sus abuelos en Kakamega, al oeste de Kenia. “Envío ayuda monetaria para cubrir necesidades básicas, como alimentación y colegiatura de los niños. Pero en algunos casos tengo que enviar dinero a familiares que están enfermos, para que puedan acceder a los centros de salud o recibir atención urgente”, comenta a este diario en conversación telefónica.
La mayor parte de mis ingresos, el destino de los ahorros. Por seguridad utilizo los envíos de dinero a través del móvil y también de los bancos, en vez de dárselo a la gente que viaja de vuelta al país
Lilian Mwaura, cuidadora domiciliaria de Kenia en los Emiratos Árabes Unidos
Pero Andati también ha comenzado a realizar inversiones de largo plazo, como la compra de terrenos, para preparar el lugar donde le gustaría jubilarse algún día. “Solo envío dinero cuando lo pido y la cantidad depende de las necesidades del momento”, explica. Para esto, elija usar una moneda virtual. Así, dice, la operación es más transparente, ya que el nombre de la persona que recibe el efectivo aparece reflejado antes de realizar el envío. También es más fácil cancelar transacciones si comete un error con los dígitos. Vivir en el extranjero ha obligado a Andati a realizar presupuestos mensuales y anuales, que le ayudan a controlar sus finanzas y asegurar que tiene margen para invertir.
Lilian Mwaura, que lleva dos años trabajando como cuidadora a domicilio en los Emiratos Árabes Unidos, también envía dinero a su familia en Kenia, principalmente para pagar los gastos de sus cuatro hijos. “La mayoría de mis boletos están destinados a ser guardados. Por seguridad, uso transferencias de dinero a través del teléfono móvil y también de los bancos, en lugar de dárselo a las personas que viajan de regreso al país. Mi principal objetivo es llevar una vida cómoda una vez que regrese a mi país y también asegurar que mis hijos puedan recibir una educación estable. Mi objetivo final es abrir un pequeño negocio que pueda generar suficientes beneficios para no tener que buscar de nuevo un trabajo físico como este”, informa por teléfono.
Con el dinero que ha ganado, Mwaura ya ha podido reformar la casa donde viven sus hijos y está realizando los trámites para adquirir un terreno. En los próximos años espera construir una casa y comprar un vehículo que pueda usar como taxi, algo que la anima a volver a su trabajo cada vez que regresa a casa por vacaciones. “Tener ingresos, por pequeños que sean, me ha dado un gran sentimiento de independencia, y ser una madre que puede mantener a sus hijos me da una gran satisfacción”, dice.
Pero no todos los expatriados encuentran un canal seguro para enviar fondos a casa. Es lo que le sucede a Jane —prefiere dar un nombre ficticio para proteger su identidad—, que trabaja en una organización de la sociedad civil en el sur de Sudán. “En tierra es muy caro, pero no hay una forma oficial de enviar dinero; no hay bancos. Recibir transferencias de efectivo a través del móvil es muy raro en las zonas rurales y, a menudo, tengo que esperar a que alguien regrese a Kenia para poder enviar fondos. Esto puede ser arriesgado y tienes mucha confianza con la persona”, explica, en conversación telefónica.
Más barato, más seguro
Según Álvaro Lario, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la mejora tecnológica ha hecho que los envíos ya no se utilicen únicamente para cubrir necesidades básicas. “Permite a los receptores invertir en lugar de consumir todo lo que se envía. Esto, a su vez, les da acceso a créditos, seguros y subsidios estatales. En varios países como Ghana, Marruecos, Uganda y Kenia, las monedas digitales han hecho una gran contribución para reducir los costos de transacción, así como aumentar la seguridad en el personal de tránsito”, explica.
En países como Benin, Ghana, Malí y Senegal, el FIDA también ha incorporado servicios postales, agrega Lario, porque esto facilita la inversión y tiene un alcance mucho mayor al tener oficinas en todas las localidades. “También estamos explorando otras opciones, como Malí, donde trabajamos con la Unión Europea en una plataforma de micropatrocinios para que los pequeños emprendedores rurales puedan acceder a financiación, y en Somalia ofrecemos capital semilla para invertir en pequeñas y medianas empresas. compañías. De esta manera, nos aseguramos que el dinero enviado se invierta en la fecha de vencimiento”, detalla.
Tenemos que cambiar nuestra percepción y reconocer a los trabajadores migrantes y los inversionistas de la diáspora como contribuyentes esenciales para el desarrollo, especialmente en términos de adaptación al cambio climático.
Álvaro Lario, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola
El presidente del FIDA asegura que unos 1.600 millones de euros en remesas fluyen diariamente a países de renta baja y media, lo que ofrece oportunidades de desarrollo. El análisis de 71 países muestra importantes efectos de reducción de la pobreza en las remesas: un aumento del 10 % per cápita en las remesas conduce a una disminución del 3,5 % en la proporción de personas pobres, según datos de la ONU. “La mitad, unos 800 millones de euros, se destina a impulsar la agricultura y el desarrollo rural. Tenemos que cambiar nuestra percepción y reconocer a los trabajadores migrantes e inversionistas de la diáspora como contribuyentes esenciales para el desarrollo, especialmente en términos de adaptación a los efectos del cambio climático”, considera Lario.
Prima Ndaba, experta en flujos financieros ilícitos y analista de comercio de divisas radicada en Kampala, indica que las remesas también se han producido dentro de los países receptores. Por ejemplo, “hay casos en que las personas que se mudan a otro país son las que necesitan el apoyo de sus familias. También hemos visto muchas transacciones, sobre todo en apoyo a una causa, como por ejemplo las campañas de salud en GoFundMe, cuando un miembro de la familia está enfermo, porque tiene la sensación de que el dinero está más seguro y se utilizará bien en lugar de envío de efectivo a una persona directamente”, firmar.
Ndaba, quien también recibió dinero para el mantenimiento de sus familiares en Kenia, especialmente durante la pandemia de covid-19, insiste en que todo remitente debe buscar un método de pago seguro, que requiere cifrado para proteger los datos financieros y otra información personal. Esto, dice, ayuda a reducir el fraude.
Sin embargo, el FIDA afirma que África sigue siendo la región más cara del mundo para enviar dinero, a pesar de que en 15 de sus 54 países las remesas representan más del 5% de su PIB. El continente recibe anualmente más de 97.000 millones de dólares (89.000 millones de euros) de más de 40 millones de inmigrantes africanos en todo el mundo. Sin embargo, el costo de enviar dinero se ha reducido significativamente y la comisión promedio por una transferencia a un país del continente es del 8,46%, según el Banco Mundial. Un porcentaje que sigue estando por debajo del objetivo de comisión del 3% fijado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, y por encima de la media mundial del 6,3%.
Fuente: edup.ecowas
