Washington, D.C., 26 de agosto de 2021 (Banco Mundial) — El agua siempre ha influido en el lugar donde vivimos. Hoy, a medida que el cambio climático acelera la crisis mundial del agua, el incesante aumento del traslado de personas en todo el mundo exige pensar más cuidadosamente una respuesta para convertir la crisis en oportunidades.
¿Qué motiva a las personas a trasladarse?
En la actualidad, hay más de 1000 millones de migrantes, y la falta de agua se relaciona con el 10 % del aumento de la migración mundial. El nuevo informe del Banco Mundial sobre el agua plantea que la falta de agua, y no el exceso (como las inundaciones), es lo que tiene un mayor impacto en los flujos migratorios.
Ebb and Flow (Fluctuaciones) consta de dos volúmenes. Enel volumen 1Water, Migration, and Development (Agua, migración y desarrollo) examina el vínculo entre el agua y la migración, y las consecuencias para el desarrollo económico.
El estudio usa el mayor conjunto de datos sobre migración interna jamás recopilado, que abarca alrededor de 500 millones de personas en 64 países entre 1960 y 2015, así como datos nacionales y globales que se han combinado por primera vez. El volumen 2 Water in the Shadow of Conflict (El agua a la sombra del conflicto) aborda la interrelación de los conflictos con la escasez del agua y el desplazamiento forzado en Oriente Medio y Norte de África.
La falta de agua es lo que tiene un mayor impacto en los flujos migratorios.
El cambio climático intensifica la migración inducida por el agua, ya que en particular la variabilidad de las precipitaciones lleva a las personas a buscar mejores oportunidades en otros lugares.
Diecisiete países del mundo —en donde vive el 25 % de la población mundial— ya están sufriendo estrés hídrico extremo. Los retos asociados con el agua pesan desproporcionadamente en los países en vías de desarrollo: más del 85 % de las personas afectadas por la variabilidad de las precipitaciones vive en países de ingreso bajo o mediano (i).
Esto no significa que se produzcan oleadas de personas pobres “refugiadas del agua” que migran para escapar de la sequía. En realidad, son los más pobres quienes a menudo carecen de los medios para emigrar, aun cuando ello pueda mejorar sus medios de subsistencia y sus oportunidades. Los habitantes de países pobres tienen cuatro veces menos probabilidades de emigrar que los habitantes de países de ingreso mediano.
17 países, que concentran a 25% de la población mundial, ya están sufriendo estrés hídrico extremo.
El agua a la sombra del conflicto
En las zonas afectadas por conflictos, como la región de Oriente Medio y Norte de África, los conflictos mismos y el desempleo son dos de los factores que agregan complejidad al problema de la migración.
El Oriente Medio y Norte de África es la región con mayor escasez de agua en el mundo, pero el agua suele ser una «víctima» del conflicto más que la causa de migración y guerras. La infraestructura hídrica suele ser el blanco durante los conflictos, dejando a cientos de miles de personas sin acceso a este recurso esencial.
Sin embargo, los conflictos causados por los riesgos hídricos en la región no son tan comunes como se esperaba. De hecho, históricamente, la escasez de agua ha conducido a la cooperación más que al conflicto.
Las personas más pobres a menudo carecen de los medios para emigrar, aun cuando ello puede mejorar sus vidas.
De los 975 eventos hídricos que involucran cuencas fluviales internacionales en la región de Oriente Medio y Norte de África entre 1948 y 2008, el 56 % tuvo carácter cooperativo, el 37 % tuvo carácter conflictivo y el 8 % fue neutral. Dado el número de conflictos armados en la región durante ese período, es notable que históricamente las cuestiones sobre el agua hayan conducido a la cooperación.
Este enfoque colaborativo debe protegerse y reforzarse a medida que se intensifiquen los efectos del cambio climático, y las perturbaciones relacionadas con el clima agraven inevitablemente las vulnerabilidades y las tensiones por los recursos hídricos.
Es necesario proteger y reforzar la cooperación, a medida que se recrudezcan el cambio climático y las tensiones por el agua
Las ciudades inteligentes necesitan políticas inteligentes
A nivel mundial, las ciudades —donde vive actualmente el 55 % de la población mundial— son las más gravemente afectadas por la migración. Las ciudades necesitan tomar en cuenta las implicaciones de su crecimiento demográfico (i), no solo el número de migrantes que reciben sino también el capital humano que estos aportan.
Los trabajadores emigrantes que se van de regiones con bajas precipitaciones y frecuentes episodios de sequía tienen normalmente menores niveles educacionales y habilidades que otros trabajadores migrantes, lo que conlleva salarios significativamente más bajos y menos acceso a servicios básicos en los lugares de destino.
El cambio climático y la llegada de nuevos residentes ponen cada vez más presión sobre la infraestructura hídrica, la cual es a menudo deficiente. Por eso, muchas ciudades corren el riesgo de llegar al “día cero”, cuando los grifos no tendrán agua.
Las políticas y la infraestructura necesarias para generar resiliencia frente al agua son costosas, pero una sequía cuesta mucho más, posiblemente reduciendo el crecimiento económico de una ciudad en hasta un 12 %.
Invertir en agua es rentable
Las personas, los medios de subsistencia y los recursos deben protegerse. Una gama de políticas complementarias puede transformar las crisis inducidas por el agua en oportunidades.
Los responsables de formular las políticas, especialmente en las regiones afectadas por conflictos como Oriente Medio y Norte de África, tendrán que generar soluciones de compromiso entre medidas de corto plazo y no coordinadas para responder a las necesidades inmediatas de agua y medidas de largo plazo necesarias para abordar los problemas estructurales del sector hídrico.
Tanto en las ciudades como en las zonas rurales, la necesidad de generar resiliencia frente al agua es urgente. Las inversiones centradas en las personas, como redes de protección financiera (i), educación, abastecimiento de agua y saneamiento, atención a la salud y viviendas seguras para los migrantes pobres, pueden ayudar a proteger a las personas contra las graves crisis del agua.
Las ciudades también pueden mejorar sus prácticas de gestión del agua, como reducir la demanda de agua, reciclar las aguas residuales (PDF, en inglés), recolectar las aguas pluviales y rediseñar las zonas urbanas para que se asemejen a esponjas que absorben el agua y la almacenan bajo tierra.
En las ciudades y las zonas rurales, la necesidad de generar resiliencia frente al agua es urgente.
Al mismo tiempo, es necesario proteger los medios de subsistencia en las zonas de origen de los migrantes. Estas comunidades vulnerables se beneficiarían con inversiones para promover técnicas agrícolas climáticamente inteligentes, modelos de gestión y gobernanza del riego dirigidos por los mismos agricultores y la infraestructura verde, que sirve como medio de protección frente a la variabilidad y la escasez de agua.
Fuente: .onu.org