Joan Escuer
Si existe algún colectivo científico donde se pueden encontrar todavía posturas escépticas hacia el cambio climático y sus consecuencias, éste es sin duda el de los geólogos. Por favor no me malentendáis, no negamos la existencia de un calentamiento global reciente y rápido. Los datos no pueden negarse. Desde el inicio de la revolución industrial hasta la fecha la temperatura media del planeta ha aumentado 2ºC hasta alcanzar los 14ºC, mientras que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera lo ha hecho un 150%. Los efectos que generan estos hechos incluyen la generación de cambios en las dinámicas marinas, la afección a los ecosistemas y el incremento de fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones o sequías, entre otros escenarios más o menos catastróficos.
El discurso científico actual incide en la relación directa existente entre la quema de combustibles fósiles y el calentamiento global, apuntando al comportamiento de los humanos como causa principal del cambio climático. Entonces, ¿dónde está la discrepancia? Pues ésta radica en el discurso imperante de que el propio planeta y la vida que éste soporta está en peligro extremo por estos hechos. Si bien no se puede negar un cierto grado de amenaza, sí es necesario matizarla a la luz de los conocimientos que nos aporta la Geología.
cambioTanto la temperatura media de la Tierra como la concentración de CO2 atmosférico han sido superiores a los actuales durante la mayor parte de los últimos 600 millones de años. Sin embargo, la vida en el planeta ha evolucionado desde los organismos más sencillos hasta los más complejos. Los períodos fríos han sido del todo excepcionales. La historia geológica nos dice que la temperatura media puede subir bastante sin que la vida en conjunto se vea amenazada, lo que no quita que muchas especies se puedan extinguir por este hecho.
La Tierra ha vivido al menos cinco grandes extinciones en las que la vida ha estado en peligro extremo. La más famosa, no por eso la más devastadora, fue la que afectó a los dinosaurios hace 65 millones de años. Hoy se postula que se estaría produciendo una sexta gran extinción, por nuestra culpa, donde el cambio climático sería uno de los factores causales pero no el único. Los humanos hemos sido y somos responsables de la destrucción de hábitats, la cacería indiscriminada, la contaminación industrial que afecta a aguas y suelos, los conflictos armados, así como de la intensa explotación de recursos de todo tipo: minerales, forestales, hídricos, etc. Realmente nuestro comportamiento como especie ha sido y es muy similar al de una terrible plaga. Los humanos actuales sólo llevamos unos 0,25 millones de años en el planeta y ya lo hemos modificado tan drásticamente que los científicos proponen definir una nueva época geológica que lo represente, el Antropoceno.
Debemos combatir la obsolescencia programada, el derroche de recursos, el uso de materias contaminantes, la deforestación. Apostar por la eficiencia energética, el ahorro, el producto de proximidad, el reciclaje, el transporte público de calidad, la economía circular. Decirlo es fácil, llevarlo a cabo no tanto. Deberemos hacerlo en un mundo complejo, con una población creciente, sufriendo los efectos del calentamiento global, con recursos limitados y en un entorno político que demuestra una extrema inercia al cambio.
Nos enorgullecemos de ser una especie consciente, evolucionada. Nos definimos a nosotros mismos como seres racionales, únicos. Nos consideramos en lo más alto de la pirámide evolutiva porque somos capaces de hacer herramientas sofisticadas con las que podemos sobrevivir en cualquier ambiente, incluso más allá de nuestro planeta. Somos asimismo seres sensibles, capaces de conmovernos ante una obra de arte, un bello paisaje, leyendo un libro o escuchando música. Seguramente por eso, muchos ya nos hemos dado cuenta de que el problema no es el cambio climático, somos nosotros. Actuemos pues en consecuencia.
Fuente: eleconomista.es