Desde hace semanas, Ahlem Benara se resiste a enviar a sus hijos a la escuela. A menudo es justo en ese momento cuando estallan los enfrentamientos, a veces mortales, entre los habitantes y el ejército israelí en el campamento de refugiados palestinos de Yenín, en Cisjordania ocupada.
“Cuando nos levantamos me pregunto si mandarlos o no a la escuela. Entre las 7H30 y las 8H30 es un momento muy difícil”, dice Benara, madre de tres hijos, desde este campamento en Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde 1967.
O bien decide que se queden en casa o bien decide acompañarles por miedo a lo que les pueda pasar.
“El pequeño de ocho años dice que ya no quiere ir a la escuela porque está junto a la calle” por la que pasan los jeeps israelíes y en la que murió el 11 de mayo Shireen Abu Akleh, periodista palestina-estadounidense que cubría una de las incursiones del ejército, explica esta trabajadora social de 43 años.
El ejército israelí ha intensificado las redadas en el campamento de Yenín, considerado un bastión de las facciones armadas palestinas, donde afirma estar llevando a cabo operaciones “antiterroristas” y deteniendo a “sospechosos” relacionados con una ola de sangrientos atentados antiisraelíes producidos desde el 22 de marzo.
Las incursiones, que se llevan a cabo a menudo a primera hora de la mañana, se mezclan con enfrentamientos con residentes y combatientes. Los tiroteos, con balas reales, sobresaltan a todo el campamento, que alberga a unos 14.000 habitantes.
La hija de 10 años de Ahlem Benara empezó a mojar la cama hace poco. “No duerme bien, tiene miedo cuando escucha ruidos. A veces subo la televisión por la noche para que no oiga” el caos de fuera.
– “Situación aterradora” –
“Nos despertamos con los enfrentamientos. Estamos asustados y preocupados”, dice Majd Owis, un joven de 16 años.
La casa del joven da a la calle donde fue asesinada Shireen Abou Akleh. Es una calle como cualquier otra, pero destaca por la multitud en torno a un árbol.
A sus pies hay flores, retratos de la reportera de Al Jazeera, cartas escritas a mano y carteles en los que se lee “Adiós” o “Gracias Shireen”.
También, en caballetes de madera, hay dibujos, a menudo en blanco y negro, “para representar la tristeza”, explica la artista Fidaa Sammar.
En Yenín, “cada casa tiene su propia historia de tristeza y dolor. Esto no es vida, queremos vivir con dignidad y en paz”, dice a la AFP Samaar, que lamenta la falta de seguridad.
“Nos despertamos con disparos, la situación es aterradora. Todo el mundo tiene miedo cuando llegan los vehículos del ejército”, agrega la artista.
Como la mayoría de los residentes, culpa a las fuerzas israelíes del caos y no a los combatientes palestinos armados, símbolos de la “resistencia”.
– ¿Irse? –
En todo el campamento, las paredes de hormigón están cubiertas de retratos de “héroes” locales que alcanzaron el rango de “mártires” tras perder su vida o a veces la de civiles israelíes en la lucha contra el ocupante israelí. Para el Estado hebreo son “terroristas”.
El campamento de refugiados de Yenín tiene un largo historial de enfrentamientos con las fuerzas israelíes. Asediado por el ejército en 2002, quedó devastado durante combates en los que murieron 52 palestinos y 23 soldados israelíes.
Veinte años después, Ahlem Benara siente el mismo miedo, salvo que ahora tiene hijos, lo que es una fuente de preocupación adicional.
La mujer, que nació en Argelia, dice que está pensando en marcharse, ya que está convencida de que las incursiones israelíes no cesarán.
“Me gustaría irme, por mis hijos”, dice. “Mi marido (palestino) me dice ‘así es la vida, tienes que acostumbrarte’. Pero no puedo”.
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Fuente: Yahoo.