PUBLICADO EL 7 FEBRERO 2021, 20:16
Artículo de opinión de Eloy Cuadra, escritor y activista social
Hace unos días supimos de la nueva puesta en funcionamiento del cuartel de Las raíces, en La Laguna, para albergar a inmigrantes africanos en situación irregular. Se trata de tiendas de campaña, literas, letrinas y duchas, sobre la misma tierra, expuestos al barro, la lluvia y el frío, en una de las zonas con temperaturas más bajas del Archipiélago, en una escena que bien podría servir para ilustrar un campamento militar en pleno estado de guerra. Según apuntan desde el Ministerio de Migraciones del Gobierno de Sánchez (PSOE), estiman albergar a 2.400 inmigrantes, en plena tercera ola de la pandemia (lo de la salud pública y la distancia interpersonal se ve que en este caso no importa). Policías y miembros de Cruz Roja serán los compañeros habituales de nuestros vecinos africanos. ¿Su delito?: ninguno. En efecto, no han cometido ningún delito, solo son culpables de ser negros o moros, de ser pobres y no tener un documento, una gestión administrativa necesaria. No es cuestión de dinero, la Unión Europea deriva a España casi 50 millones de euros para sufragar parte de los gastos en cuestiones migratorias provocados por el aumento de llegadas por vía marítima del último año. La consigna parece clara: africanos a las puertas, en el limbo transfronterizo de la rica Europa, no pueden pasar a territorio continental europeo bajo ningún concepto.
¿La reacciones?: manifestaciones tibias de rechazo de algunos partidos políticos, que no van más allá de eso, y protestas más airadas de algunos colectivos de defensa de los derechos humanos -muy pocos todavía-, y hasta ahí hemos llegado. El grueso de la ciudadanía continúa con su vida temerosa como si con ellos no fuera la cosa, salvo para los incendiarios de la ultraderecha del odio y los vecinos de las zonas aledañas al cuartel, que se muestran muy preocupados por lo que pueda pasarles con semejante grupo de personas viviendo ahí al lado.
Parece evidente, el mensaje de la invasión descontrolada y la toma de Canarias por las hordas africanas ha calado entre la gente, por activa o por pasiva. La mentira mil veces repetida se transforma en verdad de la mano de la postverdad y el populismo interesado y sectario que impera en estos tiempos. Ignorancia, manipulación y racismo puro y duro, pues si nos vamos a los datos y a lo que sucede en realidad no hay tal invasión africana, cómo podemos comprobar en el último gran estudio que se ha hecho en España sobre migraciones. Los firman la Universidad Carlos III y la Fundación PorCausa, está fechado a mediados del año pasado y apunta a que en España puede haber en torno a medio millón de inmigrantes sin papeles, de entre los cuales menos del 10% son africanos. La mayoría, en torno al 80%, provienen de América central y del sur, llegaron por avión como si fueran turistas y aquí se quedaron pasados los 3 meses. Y la pregunta que nos asalta es evidente: ¿por qué no encierran también en cuarteles y otros guetos similares al grueso de la inmigración irregular americana residente en Canarias? No busquen mucha respuesta: es racismo institucional, es racismo social instalado en nuestras cabezas, y la resultante son estos guetos, muy parecido a los guetos que los judíos y otros pueblos perseguidos han sufrido a lo largo de la historia, y es que la historia del ser humano, como decía Nietzsche, es la repetición infinita, el Eterno Retorno de lo mismo, la dicotomía infinita entre el amor y el odio, entre el valor y el miedo, entre la mano abierta y donadora y la porra dura que golpea.
Así las cosas, si nos moviéramos por la razón y los datos, en lugar de por el miedo y la ignorancia, comprobaríamos que los flujos de migración africana reciente a Canarias de marroquíes y senegaleses se explican bien si tenemos en cuenta algunas variables. Con respecto a los marroquíes, la pandemia ha hecho descender los ingresos por turismo y comercio cercano en buena parte del país, lo que empuja a muchos jóvenes a buscarse la vida fuera, a lo que hay que sumar cuestiones de carácter geopolítico (el Gobierno de Marruecos presiona a Europa abriendo fronteras y favoreciendo la migración irregular para que la UE firme con ellos acuerdos económicos ventajosos). En relación con los senegaleses, las masivas llegadas se explican en buena parte si tenemos en cuenta que en torno al 70% de la economía del país se basa en la pesca, y los caladeros de Senegal están copados por grandes pesqueros de países terceros de Europa en su mayoría, entre ellos los españoles. Entretanto, la ruta canaria se convierte en la más mortífera que existe, pues según datos de las asociaciones y colectivos que trabajan sobre el terreno, el Atlántico se traga a una de cada 20 personas que embarcan rumbo a Canarias. En este punto de mi relato ya estoy profundamente asqueado y me cuesta seguir escribiendo, pero hay más, hay más en el informe de la Universidad Carlos III que debemos repasar.
Un dato importante relativo a la cantidad, según el mencionado informe la inmigración irregular africana que recibe España es ridícula, si la comparamos con la que reciben otros países como Canadá o Estados Unidos. El informe también apunta que casi la mitad de los extracomunitarios en situación irregular que viven en España trabajan en ocupaciones calificadas como “esenciales” según criterios de la propia Comisión Europea, como son la asistencia, la construcción, los cuidados, la hostelería o la agricultura. Detrás de todo esto, economía sumergida, trabajo esclavo y empresarios que se enriquecen.
También valora el informe la relación perjuicio/beneficio de la inmigración irregular en España, y en uno de sus apartados calcula lo que una familia migrante en situación irregular aporta en términos económicos al país, habiéndole restado lo que cada familia recibe en cuestión de asistencia o servicios públicos, la resultante son 4.200 euros anuales en favor de las arcas públicas, un 70% superior a lo que aporta de media una familia española habitualmente más envejecida.
Un último dato esclarecedor que arroja el informe en relación a los costes, y es que al parecer un migrante irregular tiene un coste medio anual para las arcas públicas españolas de 2.000 euros por persona. El estudio concluye que si el migrante se regularizara su aportación fiscal neta se iría por encima de los 3.250 euros.
Y así voy llegando al final, y mi mensaje es claro: no más guetos, no más racismo en Canarias, por justicia, por humanidad y hasta por intereses económicos. Hay alternativas, hay soluciones. Solidaridad interregional para empezar, que los inmigrantes puedan salir de Canarias si así lo desean. África es un continente rico históricamente maltratado y empobrecido, cambiemos desde Europa esa realidad, favorezcamos la inmigración regularizada, tan necesaria para nuestras sociedades envejecidas, trabajemos en la integración, luchemos contra la economía sumergida, los mercados deslocalizados de materias primas y el proteccionismo económico habitual de los países ricos, y, en definitiva, aprendamos a ver la realidad del mundo desde el amor, y a la inmigración como una oportunidad, lo que en verdad es, y no como una amenaza.
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Fuente: Lancelot digital