Sonja Wolf

En ese viaje conversamos con migrantes, periodistas, activistas y funcionarios para entender por qué los centroamericanos se desplazan para reclamar dignidad y derechos, pero reciben una bienvenida hostil. El documental se basa en nuestra investigación anterior sobre la migración forzada desde Centroamérica, pero cuenta esta historia a través de un medio diferente y para un público más amplio de lo que desde la academia se tiende a alcanzar. The Vertical Border es una película necesaria: muestra que lo que muchas veces se percibe como una migración voluntaria no lo es. También expone que la disuasión migratoria, por brutal e inefectiva que sea, predomina, porque el pragmatismo político y los intereses corporativos prevalecen sobre las necesidades de asistencia humanitaria y protección internacional.
La migración forzada: motivos y barreras
Uno de los grandes temas en el documental es la migración forzada. Este concepto sugiere que las personas deciden abandonar sus hogares cuando enfrentan amenazas a su vida o bienestar y no ven alternativas a la migración. Es una población que incluye a personas internamente desplazadas, así como a refugiados y solicitantes de asilo que, según el derecho internacional, cruzan fronteras internacionales para huir de la persecución. Pero también incluye a personas que salen de sus comunidades por motivos como el hambre y el desastre climático. La migración forzada se ha convertido en una crisis humanitaria global. La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) estima que, a finales de 2020, más de 82 millones de personas en todo el mundo estaban desplazadas debido a conflictos, violencia y violaciones de derechos humanos.
¿Por qué el norte de Centroamérica es también escenario de un desarraigo masivo? La exclusión y la represión estatal han coexistido durante mucho tiempo e incluso dieron lugar a guerras civiles en Guatemala y El Salvador. Estos conflictos armados fueron patrocinados por Estados Unidos para suprimir supuestas insurgencias comunistas y terminaron mediante acuerdos de paz negociados. En la década de 1990, Honduras, Guatemala y El Salvador transitaron por primera vez a la democracia, pero persisten profundos desafíos: la marginalidad, una incipiente cultura de derechos humanos, un sistema de justicia ineficaz, las pandillas, así como la corrupción y el crimen organizado. En Honduras, la corrupción relacionada con el narcotráfico ha alcanzado los niveles más altos del poder. En Guatemala, las poblaciones rurales viven en extrema pobreza. En El Salvador, pactos negociados entre el gobierno y las pandillas parecen haber reducido la tasa de homicidios, pero las pandillas siguen controlando sus territorios. Óscar Martínez, periodista de El Faro en El Salvador y participante en el documental, observa que “a esta sociedad nunca se le enseñó a vivir en paz”.
En 2006, en medio de los polémicos resultados de las elecciones presidenciales, Felipe Calderón lanzó la mal llamada guerra contra las drogas. Sus sucesores optaron por continuar esta estrategia militarizada contra los grupos del narcotráfico, en lugar de comprometerse con la reforma policial y el fortalecimiento del sistema de justicia para combatir la corrupción y la impunidad. Los costos de esta larga guerra han sido inmensos tanto para los mexicanos como para los migrantes. Los homicidios, las desapariciones y los actos de tortura aumentaron drásticamente. Los grupos criminales no sólo se multiplicaron, sino que también diversificaron sus actividades ilícitas y aumentaron los secuestros de migrantes con fines de extorsión y trabajo forzoso.

Las cifras oficiales no logran transmitir el horror de la violencia que envuelve a la sociedad mexicana. También ha sido complicado procurar justicia para los migrantes y sus familias. Si bien las atrocidades cometidas contra las personas migrantes se han documentado ampliamente, el Estado mexicano observa con indiferencia a medida que ocurren y sus agentes se vuelven cómplices de los perpetradores. El presidente López Obrador ha profundizado la militarización de la vida pública. Ahora oficiales militares ocupan cargos de mando en instituciones civiles como el Instituto Nacional de Migración (INM), y la recién creada Guardia Nacional participa en actividades de control migratorio.
Los efectos de estas desafortunadas decisiones ya se han observado. Por ejemplo, en Chiapas, en agosto de 2021, un agente del INM fue filmado cuando trató de pisar la cabeza a un migrante que estaba en el suelo. Ernesto López Portillo, coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero, comenta en The Vertical Border que “el INM, bajo control militar, es una combinación especialmente explosiva”. Como muestra el documental, la frontera vertical se conforma tanto por el aparato de control migratorio como por la guerra contra las drogas. Esta combinación hace que el paso de los migrantes sea memorablemente desagradable, si no mortal.
La política y retórica migratorias de Donald Trump provocaron una indignación generalizada. Sin embargo, las políticas migratorias y fronterizas de las diferentes administraciones estadunidenses han variado poco. Desde mediados de la década de 1990, Estados Unidos ha adoptado una narrativa de seguridad fronteriza y ha tratado de dificultar cada vez más la entrada no autorizada en su territorio. Al extender la frontera vertical hacia el sur, Estados Unidos está subcontratando su control migratorio a México y los países centroamericanos bajo presión diplomática y comercial. La disuasión migratoria no es humana ni eficaz. Pero las conversaciones sobre la migración y las fronteras son difíciles y a menudo politizadas. Todd Miller, periodista radicado en Tucson, Arizona, explica en la película: “Te desestiman como utópico cuando le pides a la gente que imagine un mundo con puentes, en lugar de fronteras. Pero debemos pensar con una conciencia global”.
Un mundo con puentes, no muros
The Vertical Border sugiere que Centroamérica debería abordar las causas raíces de la migración forzada, que México debería desmilitarizar sus políticas de seguridad y migración, y que Estados Unidos debería apostar por la seguridad humana, no la seguridad fronteriza. Sin embargo, la formulación de políticas puede estar influenciada más por la política que por la evidencia de la investigación. Como investigadores y activistas, reconocemos que el cambio de políticas públicas es lento y requiere un tipo diferente de participación cívica. Con el documental queremos cambiar la conversación sobre la migración forzada, en lugar de decisiones políticas específicas.
La película muestra que los problemas que dan lugar a la migración forzada son complejos y están entrelazados. Se necesitan cambios transformadores (o sistémicos) para abordar estos problemas, no sus síntomas. Los cambios transformadores también requieren empatía, colaboración y un compromiso a largo plazo.
Mientras ven The Vertical Border, nos gustaría que se vean como agentes de cambio, como personas desempeñan un papel en la creación de soluciones. Pónganse en los zapatos de los migrantes forzados y acompáñenlos en su recorrido. Conéctense con otras personas para debatir, cuestionar y exigir que todos tratemos a los migrantes con decencia y compasión.
Sonja Wolf
Profesora-Investigadora adscrita al Programa de Política de Drogas (PPD) en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Directora de The Vertical Border.
Fuente: seguridad.nexos.