Más de 1,500 personas, en su mayoría mujeres y niños, están en condiciones inhumanas en cuatro campos de desplazados situados en Poste Marchand, como consecuencia de la nueva ola de violencia que vive Haití a causa de la guerra entre bandas en la zona de Bel-air, en pleno corazón de Puerto Príncipe, a pocos metros del Palacio Nacional.
La conquista de nuevos territorios es el motivo de esta situación, que obliga a los habitantes a huir en masa de sus barrios, algunos de ellos considerados pacíficos, e instalarse en campamentos sin ningún servicio social básico.
Según la ONG Red Nacional de Defensa de derechos humanos (Rnddh), estos nuevos conflictos, que estallaron a finales de febrero, han causado más de 60 muertos y 50 desaparecidos, agravando la ya crítica situación que vive Haití en todos los órdenes.
Cientos de casas han sido incendiadas y la gente ha perdido sus bienes acumulados durante décadas.
“Perdí todo lo que tenía en la calle Tiremasse (Bel-air). Me quemaron la casa”, cuenta a EFE Marie-Ange Jules, de 75 años, discapacitada y madre de 7 hijos.
OLVIDADOS POR EL ESTADO
En el campo de desplazados, situado en Post-Marchand, no lejos de la principal plaza pública de Puerto Príncipe, Champ de Mars, a poca distancia de las zonas de conflicto, conviven adultos de todas las edades, algunos con discapacidades, niños e incluso recién nacidos.
Dicen sentirse olvidados por las autoridades, que no hacen nada por crear un clima de paz en los barrios populares.
Vienen de Bel-air, Delmas 24, Rue Tiremasse y Solino. Aquí, para no perder su sitio, los desplazados colocan sábanas en el suelo, para marcar su territorio.
“Hay que venir por la noche para ver el número real de personas que hay aquí. Dormimos como sardinas”, dice una anciana a EFE.
Para alimentar a los desplazados, se recurre a personas de la diáspora, a artistas a los que los comités de jóvenes del barrio de Poste Marchand, creados para gestionar los campamentos espontáneos, piden ayuda.
MADRES LLORAN A SUS HIJOS
Vestida completamente de blanco, Yvonne Pierre (seudónimo) está inconsolable. Se llevaron a su único hijo y lo mataron vivo cortándolo en pedazos el viernes 3 de marzo.
Pierre crió a su hijo “sola, sin padre. He gastado todo mi dinero en él. He pasado muchas calamidades y humillaciones para poder criarlo”, dice esta angustiada mujer, cuya historia conocen todos en el refugio.
“Fueron los enfrentamientos los que me trajeron aquí. Perdí a mi hijo en los combates”, comenta Géralda, de 67 años. No pudo continuar la entrevista. “Cada vez que hablo de ello, me vienen cosas a la cabeza”, añade llorando.
ATROCIDAD SIN PALIATIVOS
Jimmy Cherisier, alias Barbecue, el expolicía que dirige la coalición armada conocida como el G9- es conocido por una atrocidad que coquetea con lo impensable, según los desplazados por ésta y otras guerras urbanas.
Mujeres ancianas arrojadas a estanques de fuego, casas incendiadas con gente dentro, personas descuartizadas… Nadie se salva. Y la furia de las bandas no conoce límites.
“¿Hasta dónde podemos llegar con esta situación? No hay autoridades en el país que puedan ayudarnos. Es como si hubiera un complot para acabar con nosotros”, continúa Yvonne Pierre.
Esta semana, en un comunicado en el que anunció el cierre provisional de uno de sus hospitales en otra zona de conflicto armado, Médicos Sin Fronteras señaló que el número de víctimas aumenta en su centro de urgencias situado a pocos kilómetros de Bel-Air, que recibe cada día hasta 10 veces más heridos de bala que la media.
“Desde que se reanudaron los combates en Bel-air, el martes 28 de febrero, hemos recibido a muchos niños, mujeres y ancianos, víctimas colaterales de los combates”, explica su responsable médico, el doctor Frandy Samson.
Según él, es difícil decir cuántos heridos hay en otros lugares de la ciudad, ya que algunos están “aterrorizados y prefieren no salir de sus barrios”.
DENUNCIAN COMPLICIDAD POLICIAL
Varios desplazados afirman que tanques de la Policía Nacional han participado en los conflictos junto a ciertos grupos armados. De hecho, según Yvonne, su hijo, después de muerto, fue quemado por hombres en un tanque de la policía que supuestamente iba a proporcionar seguridad a la población.
“A través de los tanques, el Estado haitiano se alía con los bandidos para sembrar el dolor en el país. Los despiadados y desalmados vienen en tanques”, apunta la mujer, que no recibe ningún apoyo psicosocial.
Según la organización de defensa de los derechos humanos Rnddh, las dos partes en conflicto cuentan con el apoyo de fragmentos a nivel estatal.
Fuente: listindiario