La cantidad de niñas, niños y adolescentes migrantes y refugiados en el sistema educativo colombiano creció más de 16 veces entre 2018 y 2023
Según cifras recientes presentadas por el viceministro de Educación, Óscar Sánchez, en el Foro Regional Educación más allá de las fronteras, la cantidad de niñas, niños y adolescentes migrantes y refugiados en el sistema educativo colombiano creció más de 16 veces entre 2018 y 2023. En el 2018 acogía 34.030 estudiantes provenientes de Venezuela y, para abril del 2023, ya eran 590.489. La mayoría de estos estudiantes asisten a escuelas oficiales, con los mismos beneficios que los colombianos, reiterando el compromiso del Estado para garantizar el derecho a una educación sin barreras.
Esta es una decisión que vale la pena destacar, así como el anuncio que se hizo en el mismo foro reiterando que se seguirá facilitando la inclusión de niños y niñas venezolanos en el sistema educativo.
Esta semana que conmemoramos el Día del Refugiado, además de reconocer los esfuerzos de Colombia por la inclusión de migrantes y refugiados venezolanos, alzamos nuestra voz también por aquellos que faltan. Estimamos que se trata de 135.000 niños y niñas que están aún fuera de las aulas. En la acción para que sean parte del sistema educativo está en juego nada más y nada menos que su desarrollo integral, su presente y su futuro. De no completar sus trayectorias educativas, se agudizará su condición de vulnerabilidad, se perpetuarán ciclos de pobreza y aumentará su exposición a todo tipo de violencias. La escuela es el escenario ideal para abordar riesgos de protección, prevenir violencias, combatir la xenofobia y concebirlos como protagonistas de la integración, emprendedores, coadyuvantes al crecimiento económico a mediano y largo plazo: una oportunidad para empezar a construir los cimientos una sociedad más inclusiva.
¿Qué podemos hacer para garantizar el derecho a la educación de estos migrantes y refugiados? Lo primero es trabajar para saber realmente cuántos niños y niñas provenientes de Venezuela llegaron para quedarse definitivamente en Colombia. En este sentido, hacemos un llamado a todos los actores humanitarios y bancos de desarrollo para que juntos podamos idear una forma de cuantificar las necesidades de una población en constante movilidad.
Además, necesitamos desarrollar herramientas de cambio social y de comportamiento, de manera que sean abolidas las barreras de acceso al sistema educativo, como la exigencia de pagos adicionales como requisito para tener el cupo, por ejemplo. Es importante seguir socializando los documentos orientadores para el acceso a la escuela de migrantes y refugiados provenientes de Venezuela, que ha generado el Ministerio de Educación.
Hay muchos retos además en materia de calidad educativa: la condición de movilidad humana exige establecer planes de nivelación y flexibilización curricular que les permita a los estudiantes recuperar aprendizajes y continuar con sus estudios, recordando que muchos de ellos han pasado en promedio más de 2 años por fuera de las aulas.
Los niños, niñas y adolescentes viajan con sus derechos: desde UNICEF Colombia seguiremos acompañando a las autoridades nacionales y locales para asegurar que las personas migrantes y refugiadas vivan y se desarrollen en entornos protectores que les procuren acceso a la educación como medio para la garantía del resto de sus derechos.
Fuente: elcolombiano