La xenofobia es un tema conocido entre los ecuatorianos. Se la ha vivido en varios momentos clave, en lados opuestos. Y resulta preocupante que haya prácticas repetitivas que muestran en algo la sombra de la conciencia nacional, si es posible la analogía en términos jungianos.
El Barómetro de Xenofobia es una organización no gubernamental establecida en Colombia que sigue a los discursos estigmatizantes en la región. Ayer presentó su quinto boletín del caso ecuatoriano, centrado en esta ocasión en datos publicados en las redes sociales y medios de comunicación entre el 25 de noviembre y el 25 de diciembre del 2021. Registró 7 328 publicaciones referentes a migrantes y refugiados de Venezuela en el Ecuador. De ellas, 914 publicaciones eran xenófobas, frente a 378 publicaciones que podían ser consideradas favorables.
Según este análisis, el mayor pico de xenofobia mostró inconformidad “frente al manejo de las autoridades en actos delictivos realizados presuntamente por personas migrantes”. El otro grueso de los mensajes xenófobos reflejan malestar porque este conglomerado les está quitando oportunidades laborales.
El lingüista holandés Teun van Dijk, experto en la materia, posiciona al fenómeno de la xenofobia como el miedo al otro, en una especie de unidad doble, como los dos lados de una moneda. Los datos del Barómetro confirman esa teoría.
Cancillería cree que hay 450 000 venezolanos en el país. De ellos, 222 588 alcanzaron alguna visado. Esa inusitada ola de migración ha creado en el imaginario popular ese miedo al otro.
La paradoja es que lo que sienten los venezolanos en Quito, en Guayaquil, en Cuenca, es lo mismo que viven los ecuatorianos en Madrid, Barcelona, Murcia… estigmatizados en las noticias de crónica roja y rechazados porque se “llevaban” el trabajo de los lugareños. Visto así, el fenómeno de la xenofobia es inherente al ser humano. Pero queda la esperanza de que el humano ecuatoriano, que vivió los embates del racismo fuera de sus fronteras, saque a relucir su espíritu resiliente y solidario. Queda espacio para la esperanza de vernos integrados y no como “los otros”.
Fuente: elcomercio.