Ahora regresa el tiempo de la vía política y diplomática, que Europa debe utilizar si quiere evitar una nueva tragedia de refugiados
Irán, Pakistán y Turquía se están preparando ante llegadas masivas de refugiados afganos. Según la Organización Internacional para las Migraciones, desde hace semanas, más de 30.000 personas entran diariamente en los países limítrofes escapando del avance talibán. Europa, en cambio, parece a la expectativa, una vez más, en vez de actuar.
Aunque los Estados miembros de la UE puedan coincidir ahora sobre el reconocimiento del estatuto de refugiado para los afganos que huyen de una dictadura sangrante, la inercia de la raquítica respuesta europea al mismo problema en 2015 con los sirios vuelve a planear, y la aplicación de una interpretación arbitraria y reducida de la Convención de Ginebra sobre el derecho de asilo podrá ser, otra vez, el signo distintivo de la acogida europea. Porque, en aquel tiempo, se decidió acoger a 160.000 refugiados en dos años, y, hasta la fecha, ni siquiera se ha efectuado en su totalidad la promesa. Y no solo cabe atribuir ese incumplimiento a los países del Este.
Por otra parte, tampoco se puede garantizar aquel controvertido pacto de la UE con Turquía, por el que este país se comprometía a acoger la devolución de centenares de miles de personas a cambio de una financiación de 6.000 millones de euros. Desde 2015 hasta hoy, el escenario ha cambiado. Primero, por lo que se sabe, el dinero apalabrado no ha llegado en su integridad; segundo, Turquía, que ahora se disputa un papel de potencia regional en el Mediterráneo, no hará la más mínima concesión a la UE. Desde hace unos años, el presidente Erdogan está lanzando mensajes claros sobre sus objetivos. Las relaciones de fuerza sobre la cuestión de la inmigración y de los refugiados no soplan, pues, a favor de Europa.
Los márgenes para tomar decisiones se estrechan. Pero se precisan actuaciones rápidas y a la altura de los desafíos. La UE debe comenzar ya las conversaciones con los países limítrofes con Afganistán para colaborar en la acogida de los nuevos refugiados y, sobre todo, financiar planes de estabilización dignos en las regiones de llegada. Eso comporta también la labor de acoger y repartir en territorio europeo a un número significativo de personas necesitadas de amparo internacional. Asimismo, sería justo implicar financieramente a EE UU, país responsable, en buena parte, de esta tragedia humana.
Y, finalmente, habría que explorar otras herramientas con las autoridades talibanas con el propósito de proteger a las poblaciones amenazadas, haciendo depender de esa condición el mantenimiento de la ayuda financiera de Europa al país. La ONU podría ser el vehículo adecuado como institución mediadora para el logro de ese objetivo.
Afganistán intentará apoyarse sobre sus vecinos rusos y chinos para volver al tablero internacional en un contexto geopolítico totalmente transformado. EE UU, la máxima potencia militar del mundo, no ha vencido al poder talibán, abandonando unilateralmente el territorio afgano sin pedir aviso a sus aliados occidentales. Ahora regresa el tiempo de la vía política y diplomática, que Europa debe utilizar si quiere evitar una nueva tragedia de refugiados.
Fuente: elpais