Fotos: Cortesía del diario El Tribuno
Samira Baisari, migrante y soñadora no ha sabido rendirse.
La migración es la posibilidad obligada a la reinvención, no hay forma de hacerlo y conservar los privilegios de la sociedad de origen, lo entendemos mejor mientras conversamos con Samira Baisari, una migrante venezolana que llegó a Argentina en 2015, con sus ahorros y el sueño de establecer un emprendimiento para traer a sus hijas.
Su coraje y determinación le hacían transitar sin miedo el camino de los sueños, pero lejos estaba de saber que esos caminos en la mayoría de los casos están llenos de espinas y no todos los atraviesan sin dejar en ellos sangre, sudor y lagrimas
Samira es hija de padre libanes y madre venezolana, la historia de su padre seguramente fue muy dura, pero como ocurre con algunos migrantes, los relatos de dolor y sacrificio no lo exteriorizan a sus hijos. Sin embargo, a Samira también le tocó su parte.
En 2015 Venezuela apuntaba a la crisis profunda y estructural que la carcome, Samira estaba en el estado Mérida, aunque es natural del Estado Zulia, había estudiado electromecánica pero su ejercicio era muy administrativo, el padre que era tornero y experto en mecánica de maquinaria pesada, le naturalizó su relación con herramientas y reparación de motores.
En un viaje de vacaciones a Argentina, conoció a la provincia de Salta, se enamoró y pensó que, si un día sale de Venezuela, vendría a Salta, la magia de las montañas y la bondad de su gente atrapa a los visitantes o les deja un mensaje claro que nos dice que son gente de buen vivir.
Así en el 2015 Samira se baja con su maleta y sueños en el aeropuerto de Buenos Aires, y se pone en marcha a Salta, con el infortunio de que le robaron su bolso de mano y con ellos sus documentos y el dinero para el emprendimiento.
Ahora si Samira está en cero, o poco menos que cero.
Continuo a Salta, de ahí la historia pasa por un calvario de varios años, lavó y reparó autos, pinto casas, cuido niños y fue mesera, un día abrió su propio espacio; un taller mecánico que ha sido muy exitoso, es la líder de un equipo de mecánicos y ella ahora hace los trabajos administrativos, pero al comienzo con herramientas muy básicas ella llave en mano desarmaba y armaba, reparaba y orientaba.
Los estereotipos laborales son propios de nuestras culturas por eso hay trabajos que se piensan para varones y otros para mujeres.
Uno de ellos es la mecánica, no resulta una imagen común, una mujer haciendo mecánica, y peor aún, muchos se resisten a dejar sus autos en manos de una mujer, no importa sus competencias, es que nuestro chip manda una orden, “este trabajo es cosa de hombres”.
Los caballeros no veían bien que la mujer se hiciese cargo de las reparaciones de su auto, allí entraron sus socios, con competencias como las de ellas asumieron el trabajo pesado del taller y ella, también por temas de gerencia fue al área administrativa. En su taller hay tres personas más, dos son venezolanos y una es una joven argentina, estas mujeres dejan un mensaje muy claro además de la templanza con que asumen sus proyectos: la mecánica no es solo cosa de hombres.
Samira como muchas migrantes atraviesan experiencias muy difíciles pero la valentía la hizo levantarse y hoy es la dueña de un exitoso emprendimiento, del cual se siente muy orgullosa, y desde el cual se dispone a ayudarle a las personas que tienen necesidad de una mano amiga, sigamos escuchando a Samira.
Fuente: Radio de la Universidad Nacional de Misiones 98.7 FM, Programa: Migrantes