La inflación, el impacto prolongado de la pandemia y el desempleo exacerban la fragilidad de los desplazados del país, dificultando su integración y la posibilidad de poder reconstruir sus vidas.
De hecho, según el informe**, la mitad de la población refugiada y migrante en la región no puede costear tres comidas diarias y no tiene acceso a una vivienda digna y segura. Para comprar comida o evitar vivir en la calle, muchos venezolanos se ven obligados a recurrir al sexo de supervivencia, la mendicidad o el endeudamiento.
El acelerado aumento del costo de la vida, exacerbado por la guerra de Ucrania, el impacto prolongado de la emergencia por el COVID-19, y las altas tasas de desempleo han exacerbado la vulnerabilidad de los refugiados y migrantes de Venezuela, dificultando así el proceso de integración y reconstrucción de sus vidas en las comunidades de acogida a lo largo de América Latina y el Caribe.
En medio de esos problemas socioeconómicos, la región ha sido testigo de la continua y modesta llegada de refugiados y migrantes procedentes de Venezuela, que cada vez más se dirigen en la ruta hacia el norte, a través de Colombia, Panamá, Costa Rica y otros estados centroamericanos, hacia México con la intención de llegar a los Estados Unidos; el país que una proporción cada vez mayor de desplazados venezolanos considera su lugar de destino previsto.
Aumento de las necesidades humanitarias
Ante unas condiciones socioeconómicas cada vez más inestables y desiguales en la región, se espera que las necesidades de los refugiados y migrantes en la región se agraven durante el segundo semestre de 2022 y continúen más allá, creando probablemente nuevas olas de refugiados y migrantes que no tendrán acceso a los servicios básicos ni al empleo, según el informe.
A pesar de los avances alcanzados a través de diversas iniciativas de regularización y documentación implementadas en toda la región, el aumento de las necesidades humanitarias evidencia la necesidad urgente de mejorar la protección y el acceso a servicios y oportunidades de empleo, según el Análisis.
“Las personas provenientes de Venezuela desean compartir sus habilidades y conocimientos, y aportar a las comunidades que las han acogido con generosidad. Muchas ya lo están haciendo. Pero no podrán continuar si no se les da la oportunidad de integrarse de manera efectiva”, dijo Eduardo Stein, representante especial conjunto de la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones.
Salarios bajos, falta de acceso a la educación
Los salarios extremadamente bajos dificultan aún más su capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus familias. En Ecuador, por ejemplo, el 86% de los migrantes venezolanos aseguran no tener ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, mientras que, en Chile, el 13% de ellos vive por debajo del umbral de pobreza.
A pesar de la reapertura de las escuelas, muchos niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes siguen enfrentándose a múltiples obstáculos para acceder a los servicios educativos en sus países de acogida, sobre todo por la falta de cupos o de espacio en las escuelas.
Por ejemplo, en Colombia, el 29% de los niños y adolescentes venezolanos entre los seis y los 17 años no están matriculados en las escuelas, ya que sus padres y madres no pueden pagar las matrículas y los materiales escolares. En Aruba y Curazao, el valor del seguro obligatorio, el transporte y los útiles escolares impiden la escolarización.
Segunda migración
Muchas de las personas venezolanas que no cuentan con documentación, medios de vida o perspectivas de integración local, recurren a movimientos secundarios hacia nuevos países de acogida, con la esperanza de un futuro seguro y sostenible. Para alcanzarlo, a menudo ponen sus vidas en riesgo a través de rutas irregulares extremadamente peligrosas.
“Mientras el mundo enfrenta múltiples crisis humanitarias, las personas de Venezuela y las comunidades que las acogen no pueden ser olvidadas”, agregó Stein.
“Los países de acogida han mostrado un liderazgo constante en su respuesta a la crisis, adoptando medidas de regularización y facilitando el acceso a salud, educación y otros servicios sociales. Sin embargo, la regularización es solo el primer paso para la integración y debe estar acompañada de políticas que permitan a las personas refugiadas y migrantes ser autosuficientes. Se necesita urgentemente apoyo internacional”.
A octubre de 2022, hay más de 7,1 millones de refugiados y migrantes de Venezuela en todo el mundo, según las estadísticas oficiales reportadas por los países de acogida y recopiladas por la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial. Más del 80% son acogidas en 17 países de América Latina y el Caribe.
Fuente: news.un.org