Las olas migratorias en Lima en décadas anteriores, sobre todo en los noventa, demuestra que es posible construir, a base de trabajo y esfuerzo, una sociedad con más oportunidades de crecimiento para todos.
o cierto es que, al optar por sí mismos, por el futuro, por lo desconocido, por el riesgo, por el cambio, por el progreso, en definitiva, por partir, cientos de miles o millones de jóvenes comuneros, campesinos y provincianos en las últimas décadas se autodefinieron como modernos. Es decir, liberaron su subjetividad de las amarras de la tradición, del pasado, del suelo de la sangre, de la servidumbre, convirtiéndose psicológicamente en hombres libres. Y al hacerlo, sin ser conscientes de ello, cerraron una época del Perú para abrir otra”.
Carlos Franco, sociólogo, pensador e intelectual peruano.
En los años noventa, como consecuencia del terrorismo y de la carencia de oportunidades, miles de peruanos de las provincias y, especialmente, de la sierra del país tomaron la decisión de migrar a la capital, dejando atrás sus familias, sus bienes y parte de su cultura, motivados por el sueño de tener una nueva oportunidad de vivir en paz, pero, sobre todo, de poder construir su propio porvenir. En Lima, no fueron bienvenidos y se encontraron con una realidad hostil, con carencia de oportunidades laborales y servicios mínimos, pero, antes de amilanarse ante las circunstancias, decidieron tomar la ciudad, no mediante la violencia, sino creando sus propias fuentes de ingresos y forzando la construcción de ciudades donde antes solo existían arenales.
Esta revolución provocada por los nuevos migrantes se identificó con el fenómeno de la informalidad. Los migrantes se vieron en la necesidad de generar una serie de actividades económicas que les permitieran sobrevivir y, ante la imposibilidad de ser asimilados en puestos de trabajo “formales” de las empresas existentes, se dedicaron a actividades consideradas informales, como el comercio ambulatorio.
Esta historia ha sido largamente documentada por diferentes estudios como El otro sendero. La revolución informal, de Hernando de Soto, Enrique Ghersi y Mario Ghibellini. Al respecto, Víctor Vich, en su artículo Borrachos de amor: Las luchas por la ciudadanía en el cancionero popular peruano, describe este fenómeno mencionando que, en los años noventa, después de un proceso de inserción, adaptación y modificación de patrones culturales y económicos que en sus inicios tienen una relación directa con el fenómeno de la informalidad, podíamos hablar ya de una nueva identidad de la Lima chola, migrante, informal y trabajadora.
Es interesante que esta migración hacia la capital en los noventa, junto con otras ocurridas de forma masiva en décadas anteriores, constituyan la base de lo que Rolando Arellano ha llamado “la Lima de todas las sangres”. En efecto, durante los últimos años, la capital se ha vuelto mayoritariamente provinciana. Un informe de Ipsos revela que, en el último censo nacional de población, el 32 % de habitantes radicados en Lima manifestaron ser migrantes provincianos, es decir, nacieron en provincias, pero viven en Lima. A ello podemos sumar la gran cantidad de limeños nacidos en la capital, pero que somos hijos y nietos de provincianos.
En otras palabras, hace muchas décadas que Lima se convirtió en la ciudad provinciana más grande del país. Esta migración continúa de manera inexorable por las condiciones centralistas del país e, incluso, se ha extendido al extranjero, donde los peruanos buscan realizar sus sueños en un escenario que, en las últimas décadas, se ha globalizado. El ideal de Lima ha sido reemplazado por Nueva York, Santiago, Buenos Aires, Madrid, Milán o Tokio, solo por citar algunas de las principales urbes del mundo donde existen colonias numerosas de peruanos.
Como bien reconocen Gonzalo Portocarrero y Milagros Sáenz en su obra La mentalidad de los empresarios peruanos, los empresarios emergentes son más dinámicos que los criollos, porque están urgidos por una necesidad de reconocimiento social. También hacen referencia a la formación de lo que ellos llaman el habitus empresarial entre los migrantes andinos, donde la laboriosidad tradicional se articula a valores individualistas, de búsqueda de reconocimiento y confort. Comienza a surgir la posibilidad de un empresariado nacional, pero en el contexto de una economía y sociedad fuertemente hegemonizada por el capital extranjero y la cultura globalizada. Richard Webb, en su obra Hormigas o tigres. Reflexiones sobre los valores, también destaca lo que llama la tercera marea cultural que llega de la sierra trayendo valores de trabajo, ahorro, perseverancia y trabajo colectivo.
Los últimos años nos permiten ilustrar la influencia positiva que han tenido en el desarrollo del país los empresarios provincianos de origen andino como Máximo San Román, Carlos Añaños y Antonio Huancaruna, entre otros tantos, que han contribuido con su ímpetu, su espíritu emprendedor y sus ganas de trabajar a generar una revolución económica en el país. Estos empresarios aportaron a la creación de una nueva mentalidad empresarial en el país que también impactó en la capacidad de cerrar algunas brechas sociales. Por ejemplo, en los últimos años, Lima se ha convertido en una ciudad con una clase media pujante y emprendedora, donde miles de migrantes pudieron mejorar su nivel de vida.
Es cierto que aún existen muchas brechas económicas y sociales en el país, así como deficiencias en el Estado. Sin embargo, la experiencia de los migrantes que llegaron en los noventa a Lima nos ha mostrado que existen caminos para lograr un desarrollo económico, donde los valores y el deseo de salir adelante pueden lograr transformaciones positivas donde pareciera no existir solución. Como bien mencionan los académicos y analistas de la realidad peruana como Oswaldo Otoya Trelles, hay que buscar caminos que nos permitan llegar a una solución pacífica y repensar todo en la búsqueda de soluciones a la problemática actual. Se necesita movilizar a la sociedad civil, a empresarios, microempresarios y a la academia.
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