Han sobrevivido a batallas, intentos de secuestro, ataques de milicianos y caminatas de varios días hacia un lugar más seguro sin nada que comer salvo unas hojas de moringa, pero los refugiados eritreos en Etiopía temen que su calvario no haya terminado.
Desde la operación militar lanzada por el primer ministro Abiy Ahmed contra los rebeldes de Tigré, los refugiados son más vulnerables que nunca.
Casi 100.000 refugiados procedentes de este país autoritario fronterizo con el norte de Etiopía vivían en cuatro campamentos en Tigré cuando, a principios de noviembre, estallaron los combates entre el gobierno etíope y las autoridades regionales disidentes (salidas del Frente para la Liberación del Pueblo de Tigré, TPLF).
En el norte de Tigré, dos de estos campamentos, el de Hitsats y Shimelba, se han visto atrapados entre las hostilidades. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la agencia etíope encargada de estas poblaciones (ARRA) todavía no pueden acceder a ellos.
La ONU está preocupada por posibles asesinatos selectivos y secuestros a manos de soldados eritreos que, según muchos testimonios, están implicados en Tigré, a pesar de que Adís Abeba lo niega.

Este fin de semana el jefe de ACNUR, Filippo Grandi, visitó Etiopía por primera vez desde noviembre. Fue a Mai Aini, uno de los dos campamentos del sur de Tigré, al que la ONU puede acceder.
Cientos de refugiados de Hitsats huyeron a Mai Aini y algunos contaron a la AFP el horror que presenciaron.
“Nuestros amigos pueden estar vivos o muertos. No lo sabemos (…). La mayoría de la gente (…) se echará a llorar cuando te cuenten lo que pasó”, afirma Girmay, que como los demás refugiados no quiere dar su nombre completo por miedo a represalias.
– “¡La misma lengua que nosotros!” –
Eritrea y Etiopía libraron una guerra entre 1998 y 2000, cuando el TPLF controlaba el poder en Adís Abeba.
Pero después de su llegada en 2018, Abiy Ahmed llevó a cabo un acercamiento histórico con Eritrea y su presidente Issaias Aferworki, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz de 2019.

Las relaciones entre Issaias y el TPLF, cuyo bastión limita con Eritrea, siguen siendo pésimas y representan una amenaza directa para los refugiados eritreos.
A finales de noviembre, cuando los combates alcanzaron el campamento de Hitsats, milicianos pro-TPLF, furiosos de ser derrotados por tropas eritreas, atacaron a los refugiados en represalia, contaron algunos de ellos en Mai Aini. Una mañana, dicen, mataron a nueve jóvenes eritreos delante de una iglesia del campamento.
Algunas milicias se apostaron durante semanas en las afueras de este campamento, impidiendo que los refugiados, desesperados por el hambre, fueran a buscar comida y mataron a algunos de los que se arriesgaron a ir.
“Al principio no podíamos creerlo, hablaban la misma lengua que nosotros”, asegura Girmay.
Los refugiados también dicen que los soldados eritreos se llevaron a decenas de personas a destinos desconocidos.
Un refugiado dice haber visto a soldados eritreos detener a “26 o 27” refugiados y hacerles preguntas: “Al día siguiente, se los llevaron a otro sitio. No sabemos dónde están”.
En los campamentos, muchos refugiados han huido de Eritrea para evitar hacer el servicio militar obligatorio, que es tan duro que el país se ha ganado el apodo de “prisión al aire libre”. Lo que más temen es verse obligados a regresar.
Al final de su visita, Grandi afirmó el lunes tener “una visión más compleja” de las responsabilidades de cada bando.
“Ha habido afirmaciones muy precisas sobre miembros del TPLF. Ha habido afirmaciones muy específicas sobre las fuerzas eritreas, cuya presencia en la región es posible o incluso segura”, precisó el Alto Comisionado de la ONU para los refugiados.
El director de la agencia ARRA, Tesfahun Gobezay, afirma que el gobierno intentará localizar a las 11.000 personas que vivían en Hitsats antes del conflicto.
“En cuanto a los soldados eritreos que se llevan a refugiados, por el momento no tenemos pruebas”, dijo a la AFP.
– “Como blanco sistemático” –
Según los refugiados, las fuerzas eritreas tomaron el control de Hitsats a principios de enero y forzaron el desalojo.

“Amenazaron con matarnos”, afirma un refugiado que ahora vive en Adís Abeba, y que también pidió el anonimato.
Unos 3.000 refugiados de Hitsats y Shimelba, el otro campo del norte, se fueron a los campamentos del sur de Tigré.Hicieron el viaje a pie, sin comida ni agua.
En Mai Aini, los recién llegados dicen que carecen de agua potable y de un lugar para dormir. Pero por encima de todo temen por su seguridad.
Algunos están preocupados por la posibilidad de que las milicias pro-TPLF ataquen Mai Aini, a pesar de la presencia del ejército federal en los alrededores.
“¿Cómo podría sentirme seguro aquí?”, se pregunta Natnael, quien vive en el lugar desde que es niño y afirma que hay “muchas milicias alrededor” del campamento.
Grandi pidió una mejora del sistema de distribución de ayuda, porque de lo contrario la situación ya “muy grave” en Tigré se va a deteriorar.
En el norte, se desconoce cuál es la situación de los campamentos. Pero las imágenes por satélite muestran daños importantes, lo que sugiere que es tomado “como blanco sistemático”, señala un comunicado de la sociedad de investigación británica DX Open Network, publicado el lunes.
Bastante antes del conflicto, el gobierno no ocultaba que quería cerrar los campamentos del norte, considerados inhóspitos, y trasladar a las personas que viven en ellos. Tesfahun afirma que se sigue barajando.
Fuente: Infobae