Cada vez que un autobús llega a la estación de Greyhound en Plattsburgh, Nueva York, hay un pequeño grupo de taxistas esperando para llevar a los pasajeros en un viaje de media hora a un camino de tierra, nevado y sin salida.
Ahí, en la frontera con Canadá, los refugiados descienden de taxis o camionetas varias veces al día, y los agentes de la Policía Real Montada de Canadá les advierten que serán arrestados en caso de que intenten cruzar sin autorización legal, lo cual hacen. La mayoría de ellos son liberados poco después para solicitar asilo, con lo que pueden vivir y trabajar con libertad a la espera de una decisión.
“Las esperanzas de todos, alcanzar el éxito y tener una mejor calidad de vida”, señaló Alejandro Cortez, un colombiano de 25 años, al salir de un taxi la semana pasada al final de Roxham Road en Champlain, Nueva York. El poblado, de alrededor de 6.000 habitantes, colinda con Saint-Bernard-de-Lacolle, Quebec.
Cortez se sumó a una nueva oleada de migrantes que buscan refugio en Canadá después de un veto de 20 meses a las peticiones de asilo cuyo objetivo era evitar la propagación de COVID-19. Las familias nuevamente hacen maletas y cargan a sus hijos por un remoto camino de terracería cubierto de nieve.
La decisión de las autoridades canadienses de levantar la prohibición el 21 de noviembre contrasta marcadamente con la postura de Estados Unidos, donde los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) han extendido por tiempo indefinido una restricción similar en la frontera con México, y la cual cumplirá su tercer año en marzo.
El miércoles, un abogado del Departamento de Justicia defendió vigorosamente la prohibición ante los cuestionamientos de los jueces de las cortes federales de apelación sobre las bases científicas para una medida tan trascendental contra el asilo.
Estados Unidos expulsó a migrantes aproximadamente 1,5 millones de veces entre marzo de 2020 y noviembre del año pasado bajo lo que se conoce como el estatuto Título 42, que recibió el nombre por una ley de salud pública de 1944 que los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden han usado para negarle a los migrantes una oportunidad de solicitar asilo, bajo el argumento de que detendrá la propagación del coronavirus.
Cortez llegó a Estados Unidos con una visa de turista hace cinco meses. Dijo que no podía regresar a Colombia a causa de la violencia y la desaparición de miles de jóvenes.
“Todo esto duele muchísimo”, sostuvo. “Y tenemos que correr de nuestro país”.
Los solicitantes de asilo en la frontera canadiense comenzaron a presentarse en Roxham Road más o menos en la misma época en la que Trump ganó la presidencia. Se desconoce cómo es que se convirtió en el lugar predilecto para cruzar a Canadá, pero los migrantes están aprovechando una anomalía en un acuerdo de 2002 entre Estados Unidos y Canadá que señala que las personas que buscan asilo deben solicitarlo en el primer país al que llegan.
Entre febrero de 2017 y hasta septiembre, casi 60.000 personas solicitaron asilo después de cruzar sin autorización legal la frontera hacia Canadá, muchos en Roxham Road, unos 50 kilómetros (30 millas) al sur de Montreal, según muestran las estadísticas del gobierno canadiense.
Canadá levantó discretamente la prohibición de asilo, quizá debido a que las cantidades son pequeñas en comparación con la gente que cruza a Estados Unidos desde México.
La decisión de Biden de mantener vigente la prohibición del gobierno de Trump ha recibido fuertes críticas de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados, expertos en materia legal y defensores de derechos humanos.
Bajo la prohibición, personas procedentes de México, Guatemala, Honduras y El Salvador son devueltas a México antes de ser amparadas por las leyes estadounidense e internacional para quienes solicitan asilo. Personas de otros países son devueltas a su país de origen sin la oportunidad de pedir asilo.
Fuente: sandiegouniontribune