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Refugiados cristianos iraníes en el ‘limbo turco’, entre vejaciones y amenazas de repatriación

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de Dario Salvi

El informe que presentaron varias ONG internacionales muestra los problemas críticos que enfrentan quienes abandonan la República Islámica, especialmente los conversos, para escapar de la persecución. Abusos por parte de los empleadores, alquileres elevados y falta de educación para los niños son algunos de los temas críticos. Las graves demoras del sistema de recolocación en terceros países (sobre todo Estados Unidos, Canadá y Australia).

Milán (AsiaNews) – Despedidos por los empleadores​​, con limitadas oportunidades de ayuda financiera, propietarios que se resisten a alquilar un apartamento o que piden una garantía superior a los precios del mercado. Libertad de movimiento restringida a la provincia de registro, permisos especiales para viajar a otros lugares, amenaza de retiro del estatus de refugiado y protección internacional, incluyendo la deportación. Desde que las autoridades de Ankara fueron delegadas en 2018 por las oficinas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, para realizar la tarea de evaluar las solicitudes de asilo y el estatus de refugiado, la situación de los migrantes cristianos iraníes se ha vuelto aún más complicada. Al drama de la persecución y el exilio de su tierra se suman ahora nuevos obstáculos, en una condición general de limbo de la que sólo se puede salir en contados casos y con extrema dificultad, en el horizonte de una vida determinada por la supervivencia. Así describe un reciente informe la situación de los refugiados cristianos en Turquía, según el cual “viven en condiciones precarias, sin trabajo ni ingresos estables, con el riesgo constante de ser deportados”.

Cristianos que huyen

“Huí a Turquía -dice Mojtaba Golmohammadi- porque en Irán vivía constantemente amenazado y sin acceso a la educación, me cerraron el negocio y no me permitían tener un trabajo”. Mi familia y yo “recibíamos continuas presiones”, agrega Amin Salmani, debido a “nuestra religión cristiana”, e incluso “algunos miembros de nuestra iglesia fueron arrestados. Nosotros huimos por miedo a que también nos encerraran en la cárcel”. Estos son algunos de los muchos testimonios recogidos en el estudio que publicaron en junio varios grupos activistas internacionales (Open Doors, Csw, Article18 y Middle East Concern), sobre las persecuciones contra los cristianos en Irán y las dificultades de aquellos que eligen huir al extranjero haciendo una primera escala en Turquía.

“No tenemos un empleo fijo – confirma el exiliado Mohsen Aliabady Ravari -, entonces cualquier empleador puede despedirnos con facilidad”. “En Turquía – se hace eco Shadi Noveiri Gilani – vivo en una condición de profunda incertidumbre, porque no tengo ningún derecho como refugiado”, e incluso después de siete años todavía estoy esperando una entrevista en las agencias especializadas para que me reconozcan el estatus de solicitante de asilo. En Irán, la represión, los arrestos y las condenas de aquellos que abandonan el Islam forman parte de una política impuesta por las autoridades que, en un país de mayoría chiita, consideran “apóstatas” a los cristianos. Los más perseguidos son los grupos protestantes y evangélicos, pero no faltan los abusos contra los católicos, que alimentan la huida de familias enteras a través de la frontera. Los datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) no especifican cuántos son cristianos de las decenas de miles de iraníes que han pedido protección en Ankara, pero la opinión generalizada es que se trata de un “número significativo”.

Turquía, un destino popular

Los ciudadanos de la República Islámica no necesitan visa para entrar en Turquía, país al que se puede acceder tanto por tierra como por avión. Además, los viajes y el alojamiento, por lo menos en un primer momento, son relativamente poco costosos y no es raro encontrar familias cristianas iraníes que llegan como turistas o para participar en conferencias, eventos de capacitación o recreación. A esto se suma el buen conocimiento del país y su cultura, en algunos aspectos similar a la iraní, y la mayoría de las principales ciudades turcas tienen una o más iglesias para cristianos de habla persa, lo que facilita la práctica del culto. También están los que no tienen documentos de viaje e intentan entrar ilegalmente en Turquía a través de pasos de montaña recurriendo a la ayuda de contrabandistas. Esto supone muchos riesgos, por el peligro que implican los mismos traficantes -sin escrúpulos- y por la posibilidad en modo alguno remota de toparse con guardias fronterizos. No obstante, muchos conversos han tomado este camino porque consideran que los riesgos que enfrentan en su país superan con creces los del viaje.

Una fuente, que prefiere conservar el anonimato por temor a represalias contra su familia, que quedó en Irán, cuenta cómo fue la travesía: “En cualquier momento la policía iraní o turca podría haber abierto las puertas de un camión y llevarnos presos, así que fue una experiencia muy estresante. Cuando llegamos a Turquía estábamos como perdidos y agotados. Nos sentimos inseguros durante mucho tiempo -recuerda- porque tuvimos que hacer frente a condiciones muy difíciles”. Otro exiliado cristiano, Reza Mousavi, explica los problemas que tuvieron al llegar: “Los que huimos de la persecución, no lo hicimos con un plan ya preparado. No teníamos ahorros para llevarnos, no aprendimos antes el idioma, no sabíamos en qué podíamos trabajar ni cualquier otra cosa. El gobierno turco, la ONU, la ASAM [Asociación para la Solidaridad con los Solicitantes de Asilo y los Migrantes], todas estas autoridades no nos ayudan económicamente de ninguna manera. Durante mi primera entrevista tuve que firmar un documento en el cual declaraba que no tenía ninguna pretensión de recibir ayuda o apoyo. No te ofrecen alojamiento ni un lugar para dormir y, si quieres alquilar una casa, el precio es más alto que para un ciudadano turco”.

Vivir en un limbo

Los cristianos solicitan acogida internacional y buscan un primer refugio en Turquía registrándose como solicitantes de asilo. Una vez tramitadas las solicitudes y reconocida su condición de refugiados, los migrantes deben recibir ayuda en el marco de un plan de reubicación en un tercer país. Sin embargo, no todas las solicitudes son aceptadas e incluso si tienen éxito el reasentamiento demora años. Mientras tanto, la mayoría sobrevive en condiciones precarias, sin trabajo ni ingresos, con el riesgo de ser deportados si Ankara cancela su permiso de residencia.

El informe, elaborado por algunas de las ONG más activas en la defensa de los refugiados cristianos y las minorías perseguidas, muestra que en la Turquía del presidente Recep Tayyip Erdogan -que ha hecho del “nacionalismo y islam” su carta de triunfo- el reasentamiento suele llevar mucho tiempo. Una gran parte del estudio pone de relieve las dificultades que deben enfrentar los exiliados: falta de trabajo, explotación y problemas económicos, retiro del seguro médico, discriminación, racismo, hostilidad social y amenazas a la seguridad, situación crítica para la educación de los niños y presión psicológica. Por último, hay pocas oportunidades de expatriación hacia los destinos más buscados, que son Canadá, Australia y Estados Unidos.

En el pasado muchos refugiados (cristianos y no cristianos) en Turquía eran reubicados a través del mecanismo de la ONU, que últimamente se ha ralentizado de manera considerable. Según ACNUR, a mediados de 2022 había 32,5 millones de refugiados en todo el mundo, 3,7 millones de los cuales acogidos por Ankara; al mismo tiempo, en los primeros seis meses del año pasado solo se reubicaron 42.300 refugiados a nivel mundial, con o sin la ayuda de organismos de la ONU. Si el programa continúa a este ritmo, harán falta casi 400 años para reubicar a los refugiados de todo el mundo, sometidos a abusos y violaciones cada vez mayores. “En Turquía viví grandes traumas sin recibir ningún apoyo -concluye Mojtaba Hosseini- y el dolor de la condición de migrante se sumó a los sufrimientos del pasado, perpetuando el drama”.

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