Migrar no es fácil para nadie. Hay quien huye de la violencia, busca mejores económicas o reunirse con su familia. Para muchos miembros de la comunidad LGBTQ+, es además una oportunidad comenzar a vivir su identidad u orientación sexual, o para huir del peligro que representa pertenecer al colectivo.
Tal es el caso de Juan, un hombre transgénero que huyó de Honduras luego de haber recibido amenazas de muerte relacionadas con su identidad de género y su activismo en una organización de defensa de los derechos de las personas LGBTQ+.
En 2021, dos hombres los violaron a él y a su novia luego de preguntar: “¿Quién es el hombre y quién la mujer en la relación?”. También les dijeron que su condición de transgénero y lesbiana se debían únicamente a que no habían tenido sexo con un hombre. “Dijeron: ‘Vamos a hacerlas mujeres’”, relató Juan a Human Right Watch (HRW) en 2022.
Juan presentó su caso a los agentes migratorios en EEUU para obtener un asilo y, pese a que dijo reiteradamente temer por su vida, lo regresaron a México.
Las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero siguen huyendo de la persecución en sus países de origen, donde experimentan condiciones abusivas y peligrosas. Y aunque muchos de ellos ven el asilo en Estados Unidos como una opción, los múltiples requisitos y procedimientos dificultan que lo consigan.
El asilo, una posibilidad cada vez más remota para la comunidad LGBTQ+
Aunque la Ley de Migración y Nacionalidad de EEUU contempla que se les puede “otorgar estatus de refugiados o asilo a las personas que han sufrido persecución, tortura o que temen que se les persiga por razones de raza, religión, nacionalidad o por pertenecer a un cierto grupo social u opinión política”, los migrantes LGBTQ+ enfrentan cada vez más dificultades para conseguirlo.
Tras la pandemia de coronavirus, el gobierno de EEUU reforzó sus políticas migratorias y, bajo el Título 42, otorgó a los agentes migratorios de facultades para que bajo su criterio ellos mismos decidieran quién sí merecía el asilo y quién no.
Pese a que el Título 42 fue eliminado en mayo de este año, la comunidad LGBTQ+ se enfrenta a la discriminación y poca preparación de los agentes migratorios para manejar la gravedad de sus casos a pesar de estar protegidos por su condición de vulnerabilidad.
Las personas LGBTQ+ ahora deben convencer a los agentes migratorios de que su miedo a regresar a su país y ser perseguidos por su orientación sexual es real.
Para los agentes migratorios, “el hecho de ser una persona LGBTQ+ no los protege del bloqueo del asilo y el problema es que los devuelven a México o a sus países de origen donde experimentan persecución y tortura”, dice a Univision Ari Sawyer, quien investiga en la frontera para HRW.
“Los migrantes LGBTQ+ pueden tratar de defender su caso y decir que van a ser víctimas de abuso o tortura en México o en sus países de origen, pero como la vara de la violencia en general ya es muy alta para todas las personas, es casi imposible defender su caso”, dice Sawyer.
Y es que según respondió a Univision la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) “los criterios jurídicos utilizados para evaluar la elegibilidad de un solicitante LGBTI para el asilo o el estatuto de refugiado son los mismos criterios utilizados en todas las demás adjudicaciones de protección”, por ello es cada vez más complicado que lo consigan.
Tan solo del 16 de octubre al 31 de octubre de este año, la USCIS reportó 10,583 “casos de miedo creíble” de cualquier tipo, de las cuales solo en 1,616 pudieron comprobar persecución, 1,417 casos comprobados de tortura y desestimaron 1,670 casos en los que el miedo no fue creíble.
De este total, se desconoce cuántos casos respondieron a personas migrantes LGBTQ+.
La División de Asilo de la USCIS dijo por correo electrónico a Univision que “no registra en su sistema el número de solicitudes de asilo por motivos LGBTQ+”.
Sin embargo, de acuerdo con una estimación del Instituto Williams, de la Universidad de California en Los Ángeles, de 2012 a 2017, se presentaron 11,400 solicitudes de asilo por este motivo.
Según datos del Instituto Williams, 3 de 4 solicitantes de asilo durante ese periodo fueron hombres y aunque “los solicitantes procedían de 84 países distintos, más de la mitad (51.3%) eran de la región del Triángulo Norte de Centroamérica: El Salvador (28.0%), Honduras (14.9%) y Guatemala (8.4%)”.
Carencias de la comunidad LGBTQ+ durante la migración
Además de estos problemas, los migrantes LGBTQ+ sufren otro tipo de carencias durante su proceso migratorio, explicó Sawyer a Univision.
“Experimentan una falta de acceso a servicios básicos, como el de la salud, lo cual es muy peligroso para los que viven con VIH”, dice, a la vez que señala que muchas veces los migrantes LGBTQ+ no son aceptados en los refugios, que en su mayoría son de corte religioso.
“También les es más difícil hacer sus citas en el sistema CBP One, porque en los pocos lugares que hay internet gratis no los aceptan porque son organizaciones religiosas o iglesias”, dice.
Sawyer reconoce que cada vez será más difícil para los migrantes LGBTQ+ que puedan probar un miedo creíble en sus casos, sin embargo, las ganas de los migrantes del colectivo por iniciar una nueva vida siguen siendo una motivación que mueve a miles a la frontera entre México y Estados Unidos.
Tanto Sawyer como otros expertos en el tema proponen cuestionar las políticas migratorias, además de las políticas nacionales de los países que exportan más migrantes para que el sexilio no sea la única opción para que la comunidad LGBTQ+ pueda ejercer sus derechos básicos y vivir su vida de acuerdo a sus preferencias, identidad y orientación sexual.
Migrar para ‘salir del clóset’
Para miembros de la comunidad LGBTQ+ migrar, ya sea fuera del país, o incluso de su pequeño pueblo, es muchas veces la única opción para que no los maten o puedan un poco de libertad para ejercer su sexualidad.
Así lo cuenta a Univision Rocío (no es su verdadero nombre), una mujer de 37 años que se vio obligada a salir de su país, para por poder “sacar su verdadero yo”. Hasta sus 25 años, Rocío vivió “dentro del clóset” en su casa en San Cristóbal, en la Región de los Andes, suroeste de Venezuela.
“Antes de mí, en mi familia, que yo sepa, nadie es ha sido gay nunca jamás (sic)”, cuenta Rocío, quien estudió en escuelas católicas hasta el bachillerato, donde le enseñaron que “ser homosexual es una enfermedad de desviación sexual”.
Su primer acercamiento a la comunidad LGBTQ+ fue a través de la tecnología en foros en internet, donde conoció a su primer amor. “Tenía una doble vida. Era una en la vida de fuera y otra en la computadora”, cuenta.
Fue hasta los 25 años que migró por primera vez. Llegó a México, donde pudo liberarse de esa carga de esconderse y poder tener una relación más formal y expresar abiertamente sus preferencias. Y aunque llegó a un país con niveles altos de discriminación y homofobia, para Rocío eso era mejor que estar en Venezuela.
“Me alegra mucho haber migrado… empecé a vivir. Yo pienso que fue como una adolescencia tardía. Dije: ‘Este es mi camino a la felicidad, vivir lejos de mi familia’”, cuenta Rocío.
“Yo borré de mi cabeza la posibilidad de volver a Venezuela, cosa que me duele muchísimo, porque yo amo mi país…si yo me hubiera quedado en Venezuela tendría una vida muy diferente. Por mi personalidad yo no creo que yo misma me hubiese permitido ser yo”.
Ahora en EEUU, Rocío experimenta una liberación de sus preferencias sexuales diferente. Se mudó hace más de un año y aún está lidiando con el choque cultural entre latinos y estadounidenses dentro de la comunidad LGBTQ+, pero se siente más segura de saber que hay leyes que la protegen y que respetan sus preferencias sexuales, lo cual le genera paz.
Fuente: univision