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Venezuela: Migración golpea a docentes y alumnos de institutos de educación especial en Táchira

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Representantes de alumnos con discapacidad en Táchira cambian su rutina para sortear dificultades de la educación especial. Foto Apadim


 

Una mayor carga académica para los docentes, que impide prestar la atención requerida a cada escolar, es una de las consecuencias de la migración de profesionales en educación especial. Además. los alumnos hoy solo acuden tres horas diarias a clases, tres días a la semana, en San Cristóbal, Táchira.

Por Juan José Sánchez (*)

San Cristóbal.- Cada día son mayores los retos para los institutos de educación especial en el estado Táchira que han visto cómo algunos maestros han emigrado a diferentes países en busca de mejores condiciones de vida.

La educación especial es una modalidad del sistema educativo venezolano, orientada a atender las necesidades particulares de personas con condiciones educativas especiales y/o discapacidades como retardo mental, síndrome de Down, autismo o parálisis cerebral, entre otras condiciones.

Actualmente, son 48 los planteles educativos especiales que funcionan en el estado Táchira. Antes, cada uno disponía de nóminas suficientemente amplias de personal para atender las necesidades específicas de los alumnos. Sin embargo, a partir del año 2017 comenzó a notarse una tendencia migratoria entre los docentes de estas instituciones, la cual se acentuó a finales de 2018 e inicios de 2019.

El director de uno de estos centros educativos, ubicado en San Cristóbal, cuenta a El Pitazo que la institución llegó a tener en nómina a más de 50 profesionales de la educación. Hoy en día, solo quedan 15.

La mayoría emigró y se radicó en países como Estados Unidos, Perú, Ecuador, Colombia, Chile o España. Entre sus motivos para irse de Venezuela señalaron las dificultades económicas, así como la inestabilidad política y social.

Mitigar la falta de docentes por la migración

Como consecuencia de la situación, “algunos planteles han dejado de recibir gran cantidad de alumnos, por no contar con el suficiente número de profesionales que brinden la atención educativa integral necesaria”, explica el director, que solicitó resguardar su nombre.

Mientras, los pocos docentes que quedan se vieron obligados a asumir mayores cargas académicas para cubrir a todos los escolares.

En ese sentido, una de las medidas tomadas para mitigar la falta de personal ha sido sacrificar los puestos de especialistas en áreas como educación física, cultura o en coordinación para asignar esos docentes a aulas, junto con un grupo de escolares a tiempo completo.

No significa que los alumnos ya no vean dichas asignaturas, sino que cada maestro ahora es responsable de impartirlas a su grupo, pese a que no sean su especialidad, expone el director del centro educativo.

La situación es particularmente compleja cuando se entiende que no todos los escolares son capaces de valerse por su cuenta. De hecho, a diferencia de la educación regular, la educación especial está enfocada no solo en el desarrollo académico básico, sino en la estimulación y el uso de la pedagogía para lograr que cada alumno, dentro de sus capacidades, pueda ser independiente e integrarse adecuadamente al ámbito laboral.

“Ahorita, por lo menos, tocó unir dos aulas porque no hay docentes. Entre las 2, hay 15 muchachos, pero no es la cantidad, sino las condiciones, algunas son muy fuertes: hay hidrocefalia; hay 2 autistas sin normas, porque no habían sido escolarizados antes; hay una con parálisis cerebral; hay uno con columna bífida, que está en coche. Un aula de esas, para una sola docente, es casi imposible”, cuenta una educadora con casi 20 años de servicio en otro instituto de educación especial de San Cristóbal.

La docente, que solicitó resguardar su identidad, confesó que en varios momentos también se planteó emigrar, siguiendo el paso de algunos colegas: “¿Por qué? Precisamente por el motivo económico. El sueldo no alcanza ni para los pasajes. Pero incluso, si emigrara, mi pensamiento siempre ha sido llegar a trabajar en educación especial. Nosotros tenemos mucha vocación”.

Un futuro preocupante por el éxodo de docentes

La docente manifiesta sentir preocupación por el futuro de la modalidad educativa, en caso de continuar el éxodo de educadores: “Para adaptarnos, el docente cada vez tendrá que asumir más roles. Pero si esto continúa así, yo veo incluso a directores asumiendo aulas”, sentencia.

En Venezuela, el personal calificado para laborar en estos centros educativos son técnico superior universitario o licenciados en Educación Especial. También pudiera darse el caso de capacitar docentes regulares para asumir estas aulas, “pero es poco común”, cuenta la educadora consultada, puesto que “es una realidad distinta y puede chocar un poco”. “Hay que tener mucha vocación”, recalca.

Esto hace que sea más difícil suplir al personal que decide irse del país, por lo que los institutos deben afrontar la situación con ingenio y valorando las diferentes opciones, como apoyarse en los representantes de los escolares para complementar su educación en casa. Si bien es cierto que esto siempre ha sido un deber del representante, hoy en día cobra más importancia.

La mayor carga académica para los educadores no permite prestar el nivel de atención requerido por cada escolar, lo que ha retrasado su progreso. Aunado a esto, también se han visto reducidas las horas de clase en algunas instituciones, en consideración de la sobrecarga en los docentes.

Años atrás, los alumnos asistían ocho horas diarias de lunes a viernes, mientras que hoy solo acuden tres horas diarias, tres días a la semana, refieren los docentes consultados.

Alumnos también enfrentan el éxodo

Esperanza, representante de un niño de 12 años que presenta síndrome de Down, comentó a El Pitazo que todos los años lo inscribe en el Instituto de Educación Especial de su localidad, en San Cristóbal.

Sin embargo, no genera ingresos suficientes para mantenerse por periodos prolongados, por lo que cada tres meses, aproximadamente, viaja a Colombia junto con el niño y trabaja un par de meses para reunir algo de dinero y luego volver.

Durante ese tiempo el niño no puede asistir a la escuela, situación que la mujer lamenta mucho, pero que ha tratado de solventar inscribiéndolo en diferentes actividades en territorio colombiano.

A pesar de ser consciente de que la irregularidad puede retrasar el proceso formativo del niño, la madre cuenta que es la única forma que ha encontrado para mantenerse en el país y no marcharse del todo.

Por tal motivo, también dice comprender la situación de los docentes que han decidido marcharse a otros países, puesto que “todo viene a raíz de lo económico. No sé ellos, pero en el caso mío, como madre, si sé que puedo tener mejores condiciones de vida para mí y mí hijo en otro lugar, lo consideraría”.

Tras seis años de comenzar a sentirse los efectos de la migración masiva de venezolanos en las aulas de clase, los institutos de educación especial en Táchira se encuentran en el que es quizá su momento de mayor precariedad, no solo de material académico, también de recurso humano, coinciden en señalar los docentes.

Pese a ello, expresan que aún hay un buen número de profesionales en educación especial que han decidido permanecer en las instituciones, obedeciendo a su vocación y esperando una reivindicación laboral que les permita seguir aportando en la formación de las personas con necesidades educativas especiales.

Fuente: elpitazo


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