Uno era médico y el otro anestesista, y para poder ejercer volvieron al aula
MONTSE GARCÍA SANTIAGO / LA VOZ 21/03/2021 12:04 H
15 de marzo del 2011. Ese día cambió para siempre la vida de Kamal Aldalati y Zaid Alhamwy. En su país, Siria, al que no pueden regresar por diferentes motivos, estallaba una guerra que continúa y que provocó que sus destinos confluyesen en la Universidade de Santiago (USC) a finales del 2014, concretamente en Medicina. Llegaron por un programa Erasmus y después obtuvieron las dos primeras becas que concedió la institución académica compostelana para refugiados. Ahora acaban de dar un nuevo paso en esa trayectoria vital que se llenó de obstáculos inesperados.
Zaid, de 37 años, acaba de obtener el doctorado. El día 1 de marzo defendió con éxito su tesis con el reconocimiento cum laude. Pero no puede ejercer. Ya había finalizado la carrera en Siria, pero esos estudios no se los homologó el Ministerio en España por falta de documentación, así que decidió matricularse en el grado para obtener el título en la USC. Esta le reconoció algunas asignaturas, pero aún le quedan dos años de formación. Se da la paradoja de que es doctor y puede investigar, pero no ejercer.
Kamal, de 33 años, por su parte, concluirá en junio sus estudios de grado. Él era técnico anestesista en su país natal, pero no existe un título equivalente en España. Así que para poder ser médico ha tenido que hacer la carrera completa. «No podemos volver a Siria para obtener los papeles de las universidades ni le podemos encargar a nadie que los saque. Ese es nuestro problema», detalla Kamal. Y esa falta de documentación es lo que les obligó a volver al aula. Su familia depende de ellos. «De nosotros está dependiendo más gente, nos están esperando», añade Zaid, quien apunta que el peor escollo fue la burocracia. «Si yo al terminar el máster me fuera a Alemania, ya no tendría este problema de la homologación. Compañeros que vinieron después de mí ya están trabajando», afirma. Unas palabras que corrobora Kamal: «Nuestra moneda es el tiempo. Entonces, al hacerte volver a empezar de cero lo estás perdiendo».
«No voy a volver para participar en matar a mi pueblo»
Pese a las situaciones y problemáticas paralelas vividas en los últimos años y compartir agradecimiento por el programa Erasmus y las becas de la USC, las razones que propiciaron la llegada de Zaid y Kamal a Santiago fueron muy diferentes. Zaid se encontraba en Granada cuando estalló el conflicto bélico. Tras graduarse en Alepo, obtuvo una beca en el 2010 para cursar un máster en la ciudad andaluza. «Ya no puedo regresar a mi país porque estoy buscado para hacer el servicio militar», relata. Si lo hace, tendría que acudir a la guerra, «y no voy a volver para participar en matar a mi pueblo». En Andalucía nació su primer hijo, así que, para poder obtener los papeles para el pequeño, pidió el estatus de refugiado.
Tras finalizar el máster en biomedicina regenerativa, recaló en Santiago a través del programa Erasmus para el doctorado, que acaba de finalizar con una tesis sobre estenosis aórtica. «Te da un empujón de ánimo», destaca Zaid, quien muestra un agradecimiento especial al director de la misma, Ángel Luis Fernández. Ahora ya solicitó una beca posdoctoral para poder tener recursos para mantener a su familia mientras finaliza el grado de Medicina. «Para mí lo más importante es terminar la carrera y ejercer», dice.
Kamal, por su parte, en ese fatídico 15 de marzo del 2011 estaba justamente donde se originó el conflicto: en Deraa. Cumplía con el servicio militar en un hospital militar. Era el único técnico anestesista. Después, ejercería en un hospital de campaña, donde ayudaba a los civiles heridos. Pero entre los voluntarios había una enfermera espía, que lo delató. En un control mataron a un taxista que se llamaba igual que él, y ese día se dio cuenta que tenía que huir. Lo hizo al Líbano y, en el 2013, con 25 años, llegó a Madrid, donde tenía una prima.
Después de un año y tres meses recaló en Santiago, donde reinició los estudios. Lo hizo tras aprobar la selectividad en Salamanca. «La carrera fue lo mejor que hice en España», afirma con rotundidad. Ahora tiene dudas sobre cuál será su futuro próximo, si realizar el mir o irse a Alemania, donde viven su madre y sus tres hermanos. «Si fuese por mí, me quedaría aquí, es como mi segundo país, donde me trataron bien, pero mi madre, mis dos hermanas y mi hermano están en Alemania y no pueden venir», detalla. Eso sí, no se decantará por ser anestesista. En su cabeza están otras especialidades para ejercer como médico.
«Lo más duro es ver a mis hijos creciendo sin saber si algún día podrán ir a mi país»
Kamal Aldalati y Zaid Alhamwy sonríen. Están felices por poder graduarse en Medicina y por obtener el doctorado. Pero también hay pesar en sus palabras. En su país tenían una vida normal, tenían medios suficientes para vivir con tranquilidad y todo eso se terminó tras iniciarse la guerra. «Cuando me fui me preguntaron por cuánto tiempo no volvería a mi país y respondí que por veinte años al menos. Y puede cumplirse», relata Kamal, que hace nueve años que no ve a su padre y poco puede comunicarse con él, ya que no hay cobertura y la electricidad es escasa. Así que le envía mensajes para que lo escuche cuando pueda. También tiene una hermana en su país natal con dos hijos. Está sola porque su marido ha desaparecido. Para él, lo más difícil es estar sin su familia. Para esos momentos de bajón, Kamal acudía al hospital. Aunque no podía ejercer, iba como voluntario. «Me entusiasma, era estar en contacto con lo que yo hacía en Siria», detalla, a la vez que agradece el apoyo de un profesor de Medicina que lo acogió en su casa a su llegada.
Zaid tiene a su familia aquí. Vive con su mujer y sus hijos, de 7 y 4 años, el último ya nació en Santiago. También está su suegra y sus padres residen en Granada. «Para mí lo más duro es ver a mis niños creciendo sin saber si algún día voy a poder enseñarles la ciudad en la que yo nací y crecí», comenta. Su sueño es volver a reunirse con la familia. La última vez fue en el 2010. Para él, uno de los momentos difíciles también fue el inicio de la pandemia, al no darle permiso para ejercer: «Faltaban médicos, personal sanitario, y me mataba la sensación de no poder hacer nada». Tanto Zaid como Kamal recuerdan que perdieron a familiares y amigos en el conflicto. En la parte positiva de la balanza está el apoyo que recibieron. «Aquí hubo gente que tuvo que exiliarse y nos comprende mejor», dice Kamal, que lamenta que ahora el conflicto sirio parezca olvidado. «Hay que imaginarse lo que es perder todo y tener que empezar de nuevo», añade Zaid.
Fuente:lavozdegalicia, España