La pandemia ha golpeado con mayor fuerza a los colectivos vulnerables. Entre ellos, a las y los refugiados que por diversos motivos han tenido que huir de sus tierras en busca de un futuro mejor. Para ellos la situación es cada vez más difícil, un reporte realizado por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés) advierte que los refugiados enfrentan un aumento del hambre en medio de la COVID-19 debido a la falta de fondos de cooperación internacional.
Nadie elige ser refugiado. Quienes huyen de sus tierras hacia otros países en busca de un futuro mejor lo hacen obligados por situaciones que les exceden. Nadie decide dejar todo y lanzarse a la incertidumbre de tener la condición de refugiado. Aunque estas situaciones siempre han sido complejas y duras, la pandemia no ha hecho más que agravarlas.
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés) ha publicado un reporte, el pasado mes de julio, a donde denuncia que millones de refugiados enfrentan un futuro de incertidumbre y hambre ya que los efectos de la pandemia en los presupuestos de ayuda están provocando la escasez de fondos para las operaciones de emergencia. De acuerdo al informe, a principios de año se proyectaban 34 millones al borde de la hambruna, pero para junio del 2021 se proyectaban 41 millones, por lo que es vital que el mundo dé un paso adelante para apoyar a las más vulnerables.
El organismo internacional denuncia que los significativos déficits de financiación en África del este y África del sur, así como en Oriente Medio, han obligado a reducir las raciones de algunas de las personas más vulnerables del mundo que dependen de los alimentos del WFP para sobrevivir. Los datos son estremecedores: solo en África del este, casi tres cuartas partes de los refugiados han visto sus raciones reducidas en hasta un 60%. En África de sur, se han reducido en casi un tercio las raciones de los refugiados en Tanzania, quienes dependen enteramente de la asistencia del WFP. La importante escasez de fondos para la Respuesta Regional de Siria significa que 242.000 refugiados en Jordania pueden quedar sin asistencia a fines de agosto, a menos que se reciban más fondos.
Las crecientes brechas de financiamiento se suman al aumento de los precios de los alimentos y a menos oportunidades para que los refugiados complementen su asistencia alimentaria a medida que las economías informales se reducen debido a los confinamientos o encierros por la COVID-19.
Mientras tanto, el número de personas en necesidad está aumentando a nivel mundial a medida que los conflictos, los desastres y las crisis económicas están aumentando los niveles de hambre. La crisis social desatada en Afganistán que ha hecho que millones de personas deban abandonar su país, especialmente mujeres y niños, agravará aún más el panorama. El WFP y otras organizaciones humanitarias se enfrentan a decisiones difíciles. En Ruanda, el WFP ha implementado asistencia alimentaria selectiva dando prioridad a los más necesitados. A pesar de esto, la financiación es tan escasa que incluso los más vulnerables aún no reciben raciones completas, que se obtienen como asistencia en efectivo.
Para evitar recortes en la asistencia alimentaria, ya sea mediante la reducción de raciones o la exclusión total de personas de la asistencia, se necesita financiación suficiente al menos un mes antes de la interrupción prevista en el flujo de alimentos a los países de acogida de refugiados.
Margot van der Velden, Directora de Emergencies del WFP, explicó que: “Lo que estamos viendo es el impacto de la COVID-19 en la financiación de los gobiernos donantes y esto está afectando negativamente nuestra capacidad para responder y apoyar a algunas de las personas más vulnerables del mundo. Las vidas de las personas más marginadas del mundo están en juego y estamos instando a los donantes a no dar la espalda a los refugiados cuando más lo necesitan”.
Algunas de las operaciones del WFP con menos fondos son también aquellas con importantes poblaciones de refugiados que necesitan apoyo. Por ejemplo, en Uganda, el WFP apoya a más de 1,2 millones de refugiados, lo que representa el 65% de las operaciones del país. Un déficit de financiación del país de más del 80% ha tenido un fuerte impacto en los refugiados que dependen de la asistencia del WFP.
“Durante el confinamiento por la COVID-19, no podíamos salir del campamento y no podíamos ganar nada, ya que todo el trabajo informal fuera del campamento se detuvo”, dijo Ange, un refugiado de la República Democrática del Congo (RDC) que vive en Ruanda. “La situación empeoró cuando se redujo nuestra ración de alimentos. Mi familia comenzó a enfrentar una grave escasez de alimentos”, agregó.
Fuente: diarioresponsable