El relato de Zahida, Sofía, Nini y Doussou en La Rioja nos acerca a sus experiencias migratorias de las que cada vez las mujeres son más protagonistas.
Con el casco de la moto en mano, cruza la puerta Zahida Parveen. Una mujer pakistaní que hace casi quince años llegó a España para quedarse. Recuerda la alegría y la ilusión con la que viajó definitivamente a este país a sus 33 años. Estaba convencida: “voy a España como van los hombres: a buscar trabajo y luego a reagrupar a la familia”.
Cuenta con satisfacción que fue de las primeras de su familia en llegar a la península y a pesar de que contaba con el respaldo de una de sus hermanas, vino sola, dejando en su país de origen a su marido y 9 hijos. En su pueblo, cerca de la ciudad de Gujrat, regentaban una tienda de alimentación, pero “por más que trabajaba, no lográbamos tener una vida buena”.
“voy a España como van los hombres: a buscar trabajo y luego reagrupar a la familia ”
Zahida llegó con un contrato de trabajo que le ofreció una empresa de servicio de limpieza en La Rioja. Su finalidad: hacer lo necesario para lograr el reagrupamiento de sus seres queridos. El siguiente paso fue acercarse a Rioja Acoge para solicitar ayuda al respecto. Con el tiempo logró su objetivo.
Asumir un rol activo
Según indican las estadísticas, el porcentaje de mujeres migrantes en España sigue siendo muy similar al de hombres. Sólo ha aumentado 3 puntos en los últimos 60 años hasta llegar al 49%.
Lo que realmente ha cambiado en los últimos años es el hecho de que cada vez más mujeres migran de forma independiente, en vez de hacerlo como subordinadas al viajar con sus esposos, parejas o familiares o reuniéndose con ellos en el extranjero. Las mujeres realizan un papel cada vez más protagónico y personal en los procesos migratorios.
Como Sofía, de 15 años, que junto a su madre y 6 hermanas, recorrieron más de mil kilómetros en una furgoneta desde Meknes, en Marruecos, hasta Lanciego, una pequeña localidad de la Rioja Alavesa, para comenzar su vida europea. Ellas recuerdan todavía el impacto que les causó pasar de la bulliciosa ciudad marroquí —se estima que tiene 650.000 habitantes— a un pueblo de poco más de 600 habitantes.
Aprendió castellano de oído y el conocimiento previo de francés le ayudó mucho. Al terminar bachillerato decide marcharse a Bilbao para adquirir su propia autonomía. Se apuntó en un Grado Superior de Agente de Viajes y Gestión de eventos, estudios que terminó con éxito. Fue entonces cuando decidió volver a Logroño y estudiar Trabajo Social en la Universidad de La Rioja.
Sofía, una joven de larga cabellera castaña, vestida con su abrigo y bufanda y un perfecto acento español, evita decir cuál es su origen, para ver el antes y el después. “Mucha gente se sorprende cuando le dijo que soy de Marruecos, me gusta ver su reacción y que rompan con estereotipos que puedan tener de mi cultura”, explica.
Dicotomía del camino migratorio
Las diferencias en el recorrido migratorio son marcadas desde el principio por la situación particular de cada mujer. También influye la forma de viajar: quien migra en avión tiene una perspectiva y oportunidades distintas para llegar al destino, diferente a quien lo hace en coche o en una embarcación. Incluso, la ruta puede estar determinada por la profesionalidad de la persona.
“A mí me encanta mi país, yo no quería salir, allí tenía recursos, pero lo vi como una oportunidad para independizarme y como una experiencia de vida.”
Nini cursó en Senegal el Título Superior de Electricidad durante tres años y, al igual que ocurre en casi todo el mundo, era de las pocas chicas que había en clase. Se presentó para una oferta de empleo en el Ministerio para la Juventud y el Empleo de Senegal y fue una de las seleccionadas para trabajar en una fábrica.
Para sorpresa de Nini Dione, la empresa que la contrataba quedaba en España. No creyó que saldría de su país, hasta que tuvo el pasaporte en la mano. “Yo trabajaba cuando algunos españoles no querían hacerlo en el campo. A mí me encanta mi país, yo no quería salir, allí tenía recursos, pero lo vi como una oportunidad para independizarme y como una experiencia de vida”.
¿Sola o acompañada?
Doussou, originaria de Mali, piensa que “no es lo mismo ir sola en el camino, que acompañada”. Este es uno de los motivos por los que, ya estando en España, ella decide junto con otras mujeres compatriotas fundar “Maliba”, asociación de mujeres de Mali en La Rioja, en la cual ha ejercido como Presidenta. “Vimos que para que haya una mejora de relaciones y la de nuestros hijos a largo plazo hay que hacer algo más”.
La sororidad puede ser clave en la llegada de muchas otras mujeres que también han decidido migrar y coinciden en el destino. Agruparse e intercambiar conocimientos para fomentar la interculturalidad y la acogida. Es por ello que desde Maliba promueven actividades dirigidas a todas las personas, como el aniversario de la independencia de Malí donde se invitó a toda la comunidad en un conocido centro cívico de la ciudad de Logroño. “Fue una oportunidad para conocernos, mucha gente asomaba la cabeza y se quedaba”. Valora el procedimiento para crear la asociación y cree que el conocimiento de la legislación es necesario para que sea algo bien hecho y se dé a conocer.
Las historias de Zahida, Sofía, Nini y Doussou, son cuatro piezas más en el inmenso puzle formado por las 270 millones de experiencias de las personas que migran cada año, según datos de la OIM. Cuatro historias que, junto a muchas otras, marcan un cambio de signo en la migración femenina, en la que cada vez más mujeres se convierten en protagonistas absolutas y dueñas de su destino.
Fuente: elsaltodiario