Las economías hoy prósperas pero con una demografía pobre estarán condenadas a la recesión.
Quienes tuvimos la enorme oportunidad de asistir a una escuela de negocios sin duda recordamos una de las máximas más importantes del éxito de los negocios: “Empresa que no crece, muere”. Esta afirmación lleva implícita la expectativa de que el crecimiento económico no solo es deseable, sino absolutamente necesario, para el sostenimiento del sistema capitalista.
Pero ¿es posible el crecimiento económico permanente y ad infinitum? Si nos atenemos a las leyes de la física, la conservación de la materia y la energía, la respuesta aparente es que no. Los recursos naturales, es decir la biocapacidad del planeta, son limitados y, por lo tanto, incapaces de mantener un consumo creciente de bienes materiales de una población que crece a ritmo exponencial. Se estima que más del 50 por ciento del PIB mundial es producto del capital natural del planeta.
Ya Robert Malthus a finales del siglo XVIII predecía sombríamente el colapso de la humanidad al estudiar el desencaje entre el aumento de la población y la menor capacidad de producción de alimentos. El tiempo ha desmentido a Malthus porque no consideró el aporte de la tecnología a la productividad agrícola e industrial.
Sin embargo, algunas de las preocupaciones de Malthus hoy siguen vigentes, en un mundo que pasó de tener 2 mil millones de habitantes en 1950 a más de 7 mil 700 en la actualidad. Se estima que la huella ecológica necesaria para que todos los habitantes del planeta tengamos el mismo nivel de bienestar que gozan los habitantes de los países desarrollados equivale a 1.5 veces el planeta tierra.
Pero ¿puede el ser humano ser la única especie que crezca sin límite, dado que no conocemos el límite significa que no existe? La respuesta a esta pregunta puede darse desde una visión positiva o negativa, según se prefiera. Están los que creen que la tecnología encontrará el camino, y en el otro extremo, los que piensan que la única posibilidad de sobrevivencia es colonizando Marte.
Desde un punto de vista más pragmático, la curva de transición demográfica explica el crecimiento y decrecimiento de las poblaciones humanas en sus diferentes fases en función del nivel de desarrollo económico, la salud, la educación, la urbanización y otros factores relevantes. La conclusión es que la población mundial seguirá creciendo a un ritmo cada vez menor para luego empezar a contraerse.
El pico de la tasa de crecimiento poblacional se dio en 2014, con 232 mil nacimientos diarios. Si las grandes tendencias se confirman, en 2050 seremos aproximadamente 9 mil millones de habitantes; a finales del presente siglo, 11 mil millones, y a partir de allí para abajo, estabilizándose la población alrededor de 6 mil millones.
Si el crecimiento económico es el resultado del consumo masivo de bienes y servicios demandados por una población creciente con capacidad de compra, ¿qué pasará si la población se empieza a contraer? ¿Es este el final del sistema capitalista?
En este contexto, las economías hoy prósperas pero con una demografía pobre estarán condenadas a la recesión. Es decir, en países como Japón, Alemania, Corea del Sur y la mayoría de los países europeos, donde se ha invertido la pirámide poblacional, es decir donde el porcentaje de gente joven es menor que el de la población mayor a 65 años, las expectativas de crecimiento económico son magras o nulas. “China será antes vieja que rica”, debido a que la política de “un solo hijo” impuesta en 1979 por el Partido Comunista chino evitó 500 millones de nacimientos, una factura muy grande que pagarán las futuras generaciones.
En este escenario de escasez de mano de obra productiva, contracción del consumo y una población cada vez más envejecida, los movimientos migratorios son esenciales y necesarios. De la población total del planeta, solo el 3.5 por ciento vive fuera de su país de nacimiento, una cifra más bien baja y contradictoria con las noticias alarmistas.
La migración centroamericana a Estados Unidos es algo temporal que hoy se ve como un gran problema, más político que económico, que representa mano de obra productiva marginal que se incorpora a la economía más dinámica y grande del planeta.
Guatemala tiene una población bastante joven y puede exportar mano de obra hoy sin impactar su mercado interno; sin embargo, y como en el resto de los países, la demografía no perdona y para mantener y aumentar el crecimiento económico tendremos que retener al máximo nuestra población productiva. Nuestro mayor reto es desarrollar y educar desde ya a las generaciones de jóvenes para afrontar los grandes retos del futuro.
Fuente: elperiodico
