En medio del caos en los campamentos de Kanyaruchinya, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), desplazados de guerra cuentan las violaciones y heridas que sufrieron cuando huyeron de las zonas ahora controladas por los rebeldes del M23.
Tras cuatro meses de relativa calma, los combates se reanudaron el 20 de octubre entre el ejército congoleño y los milicianos del M23 (de Movimiento del 23 de marzo, una antigua rebelión tutsi que retomó las armas a fines del año pasado).
Los militares abandonaron muchas posiciones para replegarse a unos 20 km de Goma, la capital de Kivu del Norte, ciudad de más de un millón de habitantes situada en la frontera con Ruanda.
Furaha –cuyo nombre ha sido cambiado, como el de todas las víctimas citadas– llora. Esta madre de 45 años recuerda el día de mayo cuando los rebeldes retuvieron a su hija durante dos días antes de liberarla.
“Ella había rechazado los avances de los milicianos. De noche, cuando dormíamos, entraron, se la llevaron y la violaron”. Tiene 15 años.
En su choza de ramas y lonas amarradas, Furaha sigue contando.
Semanas después de la agresión de su hija, ella y una de sus amigas fueron atacadas cuando recogían papas en un campo de Nyesisi, pueblo controlado por el M23 a 35 kilómetros al norte de Goma.
Desde enero, esta aldea limítrofe con el parque de Virunga fue atacada por el M23, y luego pasó a estar bajo su control. Al menos unos treinta soldados congoleños, entre ellos un coronel, murieron en el primer ataque.
“Tres hombres me violaron, y seis violaron a mi amiga. Llevaban ropa militar”, dice Furaha.
Desde entonces su marido la repudió. Ahora está sola, desplazada en un campamento pantanoso de más de 70.000 personas, con diez personas a cargo para alimentar.
Fuente: swissinfo.ch