Monte Cristo Rey separa México y Estados Unidos como dos manos en oración en medio del desierto, de lo que se ha convertido en un cementerio sin tumbas.
Este año murieron migrantes a lo largo de este despiadado paisaje; en el río Bravo, en el desierto, en los barrios y sobre las calles de ciudades, en números nunca antes vistos en este cruce fronterizo conocido como el Paso del Norte. Sin embargo ninguna lápida marca los lugares donde murieron, sólo las coordenadas geográficas escritas en los reportes policiales.
El talud de arena donde un agente de la Patrulla Fronteriza encontró a Abel López Rodríguez, de 49 años, con “gusanos por todo el cuerpo”. El lugar detrás del Doña Ana Community College donde Marlene Leyva-Pérez se desplomó y una niña encontró su cuerpo en descomposición. Las mismas dunas en donde una “mula” – eufemismo para referirse a un traficante de personas – abandonó a Eduardo Torres-Ramos, un guatemalteco de 34 años, a pocos kilómetros de una vinícola de Nuevo México.
Ellos están entre los migrantes cuyos nombres son conocidos; muchos otros murieron y quedaron sin ser identificados. Sin embargo, las familias que dependían de ellos, no los olvidan. Los sobrevivientes lloran. Cargan en sus hombros el costo de un sueño americano que se esfumó..
“No recuerdo un tiempo cuando las cosas estuvieran así y no sintiera ninguna esperanza al mirar hacia el futuro”, dijo Rubén García, director ejecutivo de El Paso’s Annunciation House, quien ha provisto refugio y asistencia humanitaria a los migrantes durante 47 años.
El cinco de noviembre, tres obispos — de El Paso, Juárez y el sur de Nuevo México — realizaron una misa anual por el Día de Muertos en el lecho seco del río Bravo. Con el Monte Cristo Rey de telón de fondo, pidieron oraciones por los migrantes que mueren en México, por los que mueren en el río y en el desierto, por los que mueren en los contenedores de camiones, y en custodia estadounidense.
Ciento cuarenta y nueve migrantes perecieron en el Sector de El Paso de la Patrulla Fronteriza en los 12 meses previos al 30 de septiembre, un incremento enorme desde las seis muertes de migrantes documentadas hace seis años. El sector incluye todo Nuevo México. Las fatalidades no incluyen a los más de 70 migrantes que perdieron la vida cruzando la frontera en Juárez.
En el sur de Nuevo México, los residentes se tropiezan en el desierto con los cuerpos de personas que estaban al alcance de un rescate. Los administradores del agua de El Paso se han acostumbrado al hedor de la muerte en el río Bravo. Los agentes de la Patrulla Fronteriza, el personal de primera respuesta y los investigadores médicos a lo largo y ancho de la franja fronteriza están desbordados por el número de restos humanos que han encontrado — a veces, de dos a tres cuerpos por día.
“¿Dónde está la humanidad?” preguntó García. “¿Dónde está la ética, la moral? ¿La justicia para todos esos seres humanos que se están muriendo en el desierto? Para responder, tu alma debe conmoverse. Entonces descubres que no hay mucha gente en el gobierno que opere en respuesta a esto”.
Una investigación a lo largo de un año por El Paso Times se encontró con una región fronteriza en shock por el repentino aumento de muertes de migrantes en el 2023 y mal equipada para rastrear y responder a la tragedia. Estos son algunos de los hallazgos:
- Se disparó el número de mujeres que fallecieron. En el desierto del sur de Nuevo México afuera de El Paso, 84 migrantes perdieron sus vidas en los primeros nueve meses del 2023, comparado con 35 muertes hace dos años. El número de mujeres que murieron fue más del doble que el año pasado y más del triple del 2021.
- Hay deficiencias en los esfuerzos por parte de las autoridades de rastrear las muertes demigrantes. Las agencias policiales locales clave no rastrean las muertes de los migrantes. El Departamento de Policía de El Paso y el Servicio Médico Forense del Condado de El Paso dicen que no rastrean las muertes de migrantes y declinaron recopilar los datos cuando se les solicitó. Sin embargo, la Oficina del Investigador Médico de Nuevo México está creando un modo nuevo de documentar las muertes de “probables cruzantes fronterizos”. A diferencia de Arizona, la región de El Paso no tiene un mapeo de cara al público para registrar el sitio, la causa o la demografía de las fatalidades de migrantes.
- No existe infraestructura adecuada para identificar rápidamente los cuerpos y devolverlos a las familias. La Oficina del Investigador Médico de Nuevo México está luchando con el número de cuerpos sin identificar encontrados este año, dadas las limitaciones de personal y el costo de analizar el ADN de los restos en descomposición. Hay pocos socios locales: mientras que el consulado mexicano tiene a un equipo en El Paso para ayudar a localizar a los familiares de mexicanos [fallecidos], los consulados más cercanos de Guatemala, Honduras y el Salvador están en Arizona y Del Río, Texas.
El gobierno federal ve la necesidad de mejorar la recaudación de información: la Fundación Nacional para la Ciencia otorgó una subvención de un millón de dólares a la Texas State University en el 2022 para que hiciera un censo de las muertes de migrantes en los 3145 km de frontera entre México y los EE. UU. El proyecto está en la etapa temprana de recopilación de datos.
“Realmente nadie sabe quién está muriendo, dónde ni en qué cantidad”, dijo Alberto Giordano, profesor de geografía en la Texas State University, y coautor de la beca. “Todo el mundo parece estar haciendo las cosas de forma diferente a nivel estatal”.
Si el saldo mortal de migrantes en El Paso fuera visto como una emergencia nacional — comparable a un desastre natural — sería más grande que los incendios de Lahaina, Hawaii, y Paradise, California; más mortífero que el huracán Harvey en Texas. Atraería la atención federal y recursos de emergencia.
“El número de muertes es horroroso”, dijo la congresista federal Verónica Escobar, representante demócrata en Texas, en una entrevista en su oficina del congreso en Washington. “Y la forma en que la gente está muriendo es igualmente horrorosa. Desde mi perspectiva, es la prueba de que la política de disuasión en la frontera no funciona. No frena la migración. Sólo la vuelve más letal”.
Un portavoz del gobernador de Texas, Greg Abbott, cuya Operación Lone Star intenta disuadir a los migrantes, dijo que las “políticas de fronteras abiertas” contribuyen a las muertes. Abbott declinó ser entrevistado.
“Las barreras de alambre de navajas ayudan a disuadir los cruces ilegales”, dijo el portavoz de Abbott, Andrew Mahaleris. “Lo que está sucediendo en el Sector de El Paso es el resultado directo del caos insostenible que el presidente (Joe) Biden ha desatado en la frontera”.
Las autoridades estadounidenses, incluida la Patrulla Fronteriza, advierten constantemente a las personas que no vengan a la frontera, pidiéndoles que utilicen las vías legales [existentes] para ingresar legalmente. Pero varias vías legales no están abiertas para algunos de los más desesperados, incluidos los migrantes de México. Los traficantes de personas se han vuelto extremadamente efectivos para atraer a las personas a la frontera.
El saldo trágico ha dejado en shock a los defensores de migrantes en El Paso y ha revelado los boquetes en la infraestructura establecida para protegerlos, enfocada, hasta ahora, en proveer alojamiento, servicios legales y en ayudarlos en su camino a sus destinos en los EE. UU.
“Nunca ha habido algo [así] en mis años de defensora, que yo haya visto a este nivel y con esta proximidad”, dijo Marisa Limón Garza, directora ejecutiva del centro de defensoría Las Americas Immigrant Rights Center, una organización sin fines de lucro. “Es otro nivel de complejidad que la gente no pensó que pasaría”.
Hubo cambios sísmicos en la política fronteriza de los EE. UU. en el 2023. Finalizó la política conocida como Título 42, que desde la pandemia permitió a las autoridades estadounidenses expulsar de forma expedita a los migrantes que llegaban a sus fronteras. La amenaza de juicio por ingreso ilegal. El incremento de las deportaciones. La apertura de nuevos “senderos legales” para ciertos migrantes desde Cuba, Haití, Nicaragua, Venezuela y Ecuador. Nuevos requisitos para que los solicitantes de asilo primero busquen refugio por vía de un tercer país . Y finalmente, un anuncio por parte de la administración Biden que continuarán construyendo el muro fronterizo, rompiendo una promesa de su campaña presidencial.
“Necesitamos empezar por reconocer que los migrantes están muriendo a causa de la política y la estrategia de los EE. UU.”, dijo Fernando García, director ejecutivo de la Red Fronteriza para los Derechos Humanos (BNHR), con sede en El Paso. “Es lo que yo llamo ‘muerte por política’.
“La gente que está muriendo tiene familias e hijos en los Estados Unidos, esposas e hijos e hijas”, dijo. “Puede ser mi abuelito, mi padre, mi primo — esto es muy personal”.
Las pérdidas de una madre
Los doctores le dijeron que no se había roto nada. ¿Pero de qué le servían sus huesos intactos si se sentía destrozada por dentro?
El atropello y fuga sobre la autopista fronteriza en Juárez, a unos metros al sur de la valla fronteriza de los EE.UU., le dejó magullada la pierna izquierda a la madre guatemalteca. Pero el choque mató a su niño de 17 meses y le arrebató al bebé que esperaba desde hacía 7 meses.
El Paso Times se abstiene de revelar el nombre de la madre, dada su frágil condición actual, y respetando la política del refugio para conceder entrevistas con los medios.
Diecisiete días después de la tragedia del 5 de abril, ella yacía en una cama de tamaño imperial en una habitación con otros migrantes lesionados. Unos pocos sorbos habían desaparecido de una botella de bebida de electrolitos sabor uva en la mesita de noche. Había una caminadora junto a su cama.
Ella descansaba bajo una cobija con los personajes de Frozen de Disney, con su mano sobre su vientre vendado. La cicatriz de la cesárea no le dolía, dijo. Sus bebés [le] dolían. Sus hijos muertos pulsaban en su corazón — un dolor tan grande que le impedía comer y la drogaba hasta dormirla en un sueño intermitente.
Miró a su esposo al otro lado de la habitación. “Pobrecito”, dijo. “Él quería una familia”.
Cerró los ojos. Los abrió y recordó sus pérdidas. “La pérdida, la pérdida de mis bebés”, decía una y otra vez. Las palabras le salían como si estuvieran secas y pegajosas.
‘La preservación de toda vida humana’
Arizona fue la primera región en luchar contra las consecuencias fatales de la política fronteriza de los Estados Unidos, basada en la disuasión. El Sector de Tucson de la Patrulla Fronteriza empezó a reportar el hallazgo anual de los restos de más de 100 migrantes, empezando en 2002, hasta que la marca alcanzó el récord de 251 en 2010.
Vicki Gaubeca, directora asociada de Human Rights Watch sobre política fronteriza y migratoria de los Estados Unidos, ha estudiado el modelo de “prevención mediante disuasión” desde su advenimiento a mediados de los años noventa.
“Llevamos 30 años y no ha funcionado en absoluto”, dijo. “No se enfoca [en el problema] de que la gente viene aquí, o de que la gente que viene aquí lo intenta más de una vez. Lo único en lo que realmente ha tenido éxito es en aumentar el número de muertes”.
Al Congreso le tomó casi 20 años para responder a la tragedia.
Bajo el “Acta de Personas Desaparecidas y Restos No Identificados” del 2019, el Congreso requirió que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), entregue reportes anuales sobre la muerte de personas “en o cerca de la frontera entre los Estados Unidos y México”, incluyendo la causa y forma de la muerte, el género, la edad y el país de origen de cada individuo fallecido.
Pero la CBP — la agencia federal de aplicación de la ley más grande de la nación con cerca de 47000 empleados — se ha quedado atrás. La agencia no ha presentado los informes del año fiscal 2022 o 2023 al Congreso. La CBP rechazó las solicitudes de datos de El Paso Times, diciendo que los informes deben presentarse primero al Congreso.
En un comunicado enviado por correo electrónico, la CBP dijo que la agencia “prioriza la preservación de cada vida humana y dedica recursos significativos hacia programas robustos de seguridad fronteriza”.
“Cruzar la frontera ilegalmente es inherentemente peligroso”, de acuerdo con la declaración. “La CBP urge a los migrantes para que busquen vías legales de ingreso a los Estados Unidos y a no poner sus vidas en las manos de traficantes humanos, cuya prioridad es la ganancia”.
Durante lo más agudo de la crisis, las organizaciones de Arizona trabajaron para rellenar los huecos.
El Servicio Médico Forense del condado de Pima y la organización sin fines de lucro Humane Borders, Inc., trabajan asociados para informar y mapear las muertes de migrantes a lo largo de los 640 km de frontera del estado. El proyecto de mapeo conjunto, que puede ser usado por las familias que buscan a sus seres queridos perdidos, se conoce como la Iniciativa OpenGIS de Arizona para Migrantes Fallecidos.
“Aunque cada organización tiene una misión distinta”, según su sitio web, “ambas están comprometidas con la visión común de crear conciencia sobre las muertes de migrantes y reducir el sufrimiento de las familias, ayudando a brindar un cierre mediante la identificación de los fallecidos y la devolución de sus restos”.
‘No podía soportar el dolor’
Maryenis Morales Villa se sentó en un catre en el albergue para migrantes de la iglesia Sagrado Corazón de El Paso y sacó artículos de una caja atada con un moño rosa: un diminuto vestido de satín blanco; un sombrero con un pompón de la talla para una muñeca; un papel con la huella de tinta del pie de su bebé.
“La enfermera me dijo, ‘¿Quiere cabello de la bebé?'”, dijo Morales Villa. “Dije, ‘Sí, claro que quiero’. Y me dio pelito de la bebé”.
Era todo lo que tenía de su bebé que nació muerta, Arelis Chiquinquirá, llamada así por una virgen venerada en su natal Venezuela. Sostenía con ternura cada uno de los artículos que el hospital les daba a las nuevas mamás.
Morales Villa y su esposo, Walbes José Quintero, esperaron en la valla fronteriza en El Paso a principios de mayo para entregarse a la Patrulla Fronteriza. Dijeron que esperaron ocho días en un tramo de arena, sin sombra, en la orilla estadounidense del río Bravo. Algunos migrantes intercambiaban suministros, pero la pareja no tenía acceso fácil a comida o agua.
Con los centros de procesamiento sobresaturados en El Paso, los agentes de la Patrulla Fronteriza no pudieron procesar a los migrantes tan rápido, como a menudo sucedía con las largas filas de solicitantes de asilo.
Cuando los agentes los recibieron el 8 de mayo, retuvieron a Morales Villa, según dijo, embarazada de ocho meses, en un centro de procesamiento durante cuatro días antes de liberarla en el refugio del centro de la ciudad. A Quintero lo expulsaron a Juárez.
Las contracciones de Morales Villa comenzaron poco después de instalarse en el refugio. Una ambulancia la llevó de urgencia al hospital, donde dio a luz. Lloró su pérdida sin su pareja.
“No aguantaba el dolor y la tristeza”, dijo. “Me dijeron, ‘¿Quiere que le inyecte algo para dormir?’ ‘No, gracias,’ le dije, ‘porque no estoy loca. Este es un sentimiento que me sale del corazón’”.
Mantener los ‘estándares estadounidenses de investigación’
Hace cinco años, la Patrulla Fronteriza estableció una iniciativa llamada “Programa de Migrantes Desaparecidos” para mejorar la capacidad de la agencia para rescatar a migrantes en peligro, reducir las muertes en la frontera y, cuando ocurren, rastrearlas con precisión.
En el Sector de El Paso, el número de rescates se disparó de 17 en el año fiscal 2018 — el primer año completo del programa — a 597 en el año fiscal 2023. Sin embargo, las muertes de migrantes también han aumentado considerablemente al mismo tiempo, de seis muertes en el 2018 a 149 en este año fiscal.
El número de muertes aumentó incluso cuando los encuentros de la Patrulla Fronteriza con migrantes en el Sector de El Paso se desplomaron. La CBP reportó un promedio variable de 1500 encuentros cada siete días a mediados de mayo; el número se redujo a entre 500 y 900 de junio a principios de septiembre.
El Programa de Protección al Migrante ha dado lugar a una mayor cooperación entre la Patrulla Fronteriza y los socios clave, incluidos los consulados extranjeros, los despachadores del 911 y las fuerzas locales del orden, según un informe del Office of the Inspector General, la oficina que se revisa los programas de la CBP.
Pero el mismo informe citó deficiencias en la rendición de cuentas de la Patrulla Fronteriza sobre las muertes de migrantes, debido en parte a los informes irregulares de las agencias locales y a los limitados recursos locales para investigar cada muerte.
“Es necesario replantear la forma en que investigamos las muertes de migrantes en la frontera para que podamos llegar al fondo de cómo han fallecido estas personas”, dijo el congresista federal Gabe Vásquez, demócrata quien representa al sur de Nuevo México.
“Algunas han ocurrido en circunstancias sospechosas, y algunas de las muertes están siendo dictaminadas como homicidios”, dijo. “Sea que se trate de inmigrantes o de ciudadanos estadounidenses, debemos mantener los estándares estadounidenses de investigación”.
Irene Santiago, jefa de operaciones de la Oficina del Médico Forense de El Paso, declinó múltiples solicitudes para una entrevista con el médico forense en jefe Mario Rascón.
“Desafortunadamente, nuestra oficina no rastrea las muertes de migrantes, ni se recopilan datos cuando un consulado está involucrado”, dijo Santiago en un correo electrónico.
Sin embargo, una portavoz del Sector de El Paso dijo que el médico forense del condado de El Paso toca base regularmente con la Patrulla Fronteriza cuando sospechan que un individuo fallecido puede ser un migrante.
La oficial de información pública del Departamento de Policía de El Paso, la detective Judy Ovied,o dijo que la agencia no rastrea las muertes de migrantes. En un correo electrónico escribió, “Realmente no hay un modo fácil de obtener la información, dado que no obligamos a cumplir el estatus legal de un individuo en los EE. UU”.
La oficina del Doña Ana Sheriff, agencia policiaca del condado que ha atendido a la mayoría de las muertes de migrantes en este año, no contestó a las múltiples solicitudes por correo electrónico y telefónicas pidiendo datos o entrevistas. Los reportes de la agencia sobre cuerpos recobrados están enlistados como “muertes no atendidas”, una categoría general no exclusiva para probables migrantes.
Otra agencia, el Departamento de Bomberos de Sunland Park, no rastrea formalmente las muertes de migrantes, pero comenzó a publicar los intentos de rescate y las recuperaciones de cuerpos en sus cuentas en redes sociales, proveyendo una ventana pública hacia el disparo en las muertes. El departamento ahora requiere que los bomberos declaren si una llamada de servicio estuvo “relacionada con migrantes”, dijo el jefe del departamento Danny Medrano.
‘Vimos el cuerpo de una joven mujer’
Randy Eiland y su esposa Carol montaban a caballo en una fresca mañana de un domingo de abril, en terrenos de un rancho adyacente a su propiedad en el sur de Nuevo México. Desde lo alto de la meseta del desierto, vieron las luces de las ambulancias destellando cerca de su puerta principal.
Los Eiland y sus vecinos en la zona rural del condado de Doña Ana, por las afueras del área metropolitana de El Paso, estaban acostumbrados a ver evidencia del tráfico de migrantes alrededor de su propiedad. Botellas de agua desechadas en los arroyos por donde corre el agua durante las tormentas. Mochilas esparcidas por la creosota. Bloques de la espuma que los migrantes atan a sus zapatillas para enmascarar sus huellas.
“Una vez, pude ver sus cabezas meneándose”, dijo Eiland. “Pasan como si fueran invisibles, sin mirarte, como si ni siquiera pudieras verlos”.
Los Eiland fueron a ver qué había pasado.
“Vimos un cuerpo de una joven mujer apoyado contra una columna de ladrillos, donde los vecinos iban a construir una cerca”, dijo él. Estaba sentada, como si alguien la hubiera apuntalado.
El aumento en las muertes de migrantes ha afectado a los residentes locales de otras maneras también.
Una mujer de 24 años conduciendo un auto mató accidentalmente a una mujer de 20 años cuando [ésta] corrió para cruzar la autopista fronteriza en El Paso, de acuerdo con un reporte policial de El Paso. La única pista de que la fallecida pudiera ser una migrante fue una frase en el reporte: “El otro peatón siguió corriendo hacia el norte, dejando atrás a la moribunda”.
Los administradores de las aguas del río Bravo en El Paso encontraron los cuerpos de al menos media docena de personas que se ahogaron en el río este año, asumiendo, sin confirmar, que eran migrantes.
En el sur de Nuevo México, en el condado de Doña Ana, una niña descubrió el cuerpo de una mujer fallecida cerca de su patio trasero, detrás del colegio de la comunidad.
Un hombre en su vehículo todo terreno, que viajaba en el desierto, vio a una mujer desplomarse cerca del borde de un cementerio y le dio agua incluso cuando “parecía estar muriéndose”, según el informe policiaco.
Tres motociclistas descubrieron los restos de una mujer y pidieron a un residente que alertara a la policía.
Tres semanas después de su primer encuentro con un cuerpo, otra mañana de domingo, los Eiland montaban a caballo y vieron un hueso en la arena: un fémur. Luego encontraron un cráneo, con el pelo largo y negro todavía adherido. Reportaron los restos a la Doña Ana Sheriff y a la Patrulla Fronteriza.
“Nunca volví a oír nada al respecto”, dijo Randy Eiland. “Nunca vi nada en el periódico. ¿Quién sabe cuántos cuerpos siguen allá afuera”?
La promesa de un hermano: ‘Voy a estar mandándote dinero’
José Amílcar Portillo Solórzano conducía un autobús en El Salvador, transportando a los lugareños hacia y desde un pueblo balneario a unos 10 km de su pueblo.
En un paraíso de palmeras y arena blanca — un lugar de juego para turistas extranjeros — Portillo Solórzano, su esposa y sus dos hijas vivían en la pobreza. Su salario no alcanzaba para mantener a su familia, incluyendo las medicinas que su hija menor necesitaba para sobrevivir a su enfermedad renal, dijo Leticia Solórzano, hermana de Portillo Solórzano, a El Paso Times en una llamada telefónica.
Así que él partió rumbo a los Estados Unidos con su hija mayor y sus sueños de trabajar en Nueva York junto con su hermano, dijo.
“Somos una familia pobre”, dijo desde su casa en San Julián, El Salvador. “La verdad, él quería irse para ayudar a la familia. ‘Te voy a estar mandando dinero’, me dijo”.
Su sueño terminó en una celda con candado en Juárez, dentro de un centro de detención mexicano para migrantes oculto a la vista tras las oficinas migratorias.
“Lo trajeron en una caja. Teníamos la esperanza de que estuviera entre los heridos pero no era así”, dijo Solórzano.
Cuando se desató el incendio del 27 de marzo en la crujía para varones, una mujer de guardia liberó a la hija de Portillo Solórzano y a las otras mujeres mientras el centro se llenaba de humo. Nadie abrió la puerta de las celdas de varones; las llaves supuestamente se perdieron, de acuerdo con testimonios ante la corte federal mexicana.
A su hermano en Nueva York lo atormenta la culpa de haber financiado su viaje al norte, dijo Solórzano. La hija de Portillo Solórzano podía escuchar los gritos de su padre desde el interior de la celda, dijo.
“Ella tiene 21 años”, dijo Solórzano. “Quedó la niña traumada. Ella estaba en otra celda porque a ellas las abrieron. Llora la niña cuando se acuerda como gritaba su papá, ‘¡no se olviden de nosotros’”!
La tragedia es el precio de entrada
La mórbida realidad de la política fronteriza y del sistema migratorio de la nación es que, a veces, su perilla gira hacia la clemencia – pero luego de atravesar la tragedia.
La madre guatemalteca quien perdió a su hijito y a su bebé no nacido eventualmente recibió una exención a la expulsión del Título 42, junto con su esposo. Ellos cruzaron la frontera y se les dio la posibilidad de solicitar quedarse en los EE. UU.
Quintero, quien es analfabeta, se inscribió en la aplicación CBP One con la ayuda de amigos y recibió una cita para presentarse en una garita de ingreso. Semanas después de que Morales Villa dio a luz a su bebita muerta, se le permitió a Quintero cruzar la frontera y reunirse con su esposa.
La hija de José Amílcar Portillo Solórzano, traumatizada por la muerte de su padre, recibió permiso de presentarse en una garita de El Paso y le fue otorgado el ingreso temporal. Ella fue una de los más de 40 sobrevivientes del incendio en el centro de detención para migrantes y familiares suyos a quienes se les otorgó el ingreso en El Paso tras haber perdido a un ser amado.
“Hay un total desprecio de las instituciones, de cómo valoran las vidas y las muertes de los migrantes”, dijo Fernando García de BNHR.
“Si les importara, cambiarían la política”, dijo. “Lo que tenemos puesto es una operación histórica de disuasión que asume que no cruzarán. Pero los migrantes cruzaron y murieron”.
Fuente: elpasotimes