Unas 800.000 personas, repartidas durante años en varias decenas de campamentos, están agotadas y desesperadas por volver a sus hogares tras los ataques de Al-Shabab. La ayuda alimentaria se reduce, las enfermedades se propagan y los casos de agresión aumentan.
En el campo de desplazados de Mueda, a 1.600 km de Maputo, la capital de Mozambique, viven 90.000 personas, quienes dependen en gran parte de organizaciones de derechos humanos como Médicos Sin Fronteras.
Quienes habitan en estos centros humanitarios son víctimas del conflicto en la región de Cabo Delgado y de los atentados de la milicia de Al-Shabaab. Ahora no solo enfrentan falta de alimentos y la propagación de enfermedades sino también hacinamiento.
Entre las personas más vulnerables se encuentran las mujeres, que viven con constantes ataques a su integridad: muchas han sido víctimas de violaciones.