Hace unos diez años, Turquía abrió sus puertas a millones de inmigrantes sirios que huían de la guerra. Sin embargo, tras el regreso de los talibanes al poder en Afganistán, la actitud hacia los nuevos flujos de personas que buscan asilo parece haber cambiado…
Un muro de hormigón en la frontera, redadas policiales en plena noche en “casas de choque”, centros de deportación, es así como Turquía intensifica las medidas para combatir la inmigración ilegal.
Ferouz, un campeón de artes marciales en Afganistán, ahora recoge basura en Van, Turquía. Los servicios de inmigración, en contra de los acuerdos internacionales, se niegan a darle documentos, condenándolo a una vida clandestina. Al igual que Najibullah, un exsoldado del Ejército afgano. Se pluriemplea y sobrevive con pan y agua, esperando poder ahorrar lo suficiente para intentar migrar a Europa.
Turquía está endureciendo su postura contra estos inmigrantes por múltiples razones: el valor de la libra se desploma, la inflación aumenta constantemente, así como aumenta la frustración de los turcos que comienzan a tener dificultades para llegar a fin de mes. Las declaraciones xenófobas están cada vez más presentes, al igual que los disturbios y las protestas contra los migrantes.
¿Cómo lograrán Turquía y el presidente Erdogan satisfacer tanto a una población abrumada que ya no acepta nuevos inmigrantes, como a una Europa que quiere mantenerlos en territorio turco para impedir que lleguen a su suelo? Para intentar dar respuesta a esta pregunta, ARTE consultó a las autoridades turcas y a la población, pero también a estos inmigrantes afganos que sueñan con una vida mejor.
Fuente: france24.
