ENERO 5, 2021 10:04 AM
José León Toro Mejías, Email: Programa.arepaviva@gmail.com, WS: +54 9 3751649425
Los migrantes enfrentan múltiples dificultades, este año el cuadro fue especial, además de los expulsores, el duelo, desarraigo y dolor, a quienes el Dr. Joseba Achotegui, Psiquiatra; llama el síndrome de Ulises; están las situaciones que apelmazan las dificultades económicas y sociales en los países de destino, sembrando desesperanza y sufrimiento.
Por otra parte tenemos la Navidad, un momento de encuentro y de felicidad; los migrantes en su mayoría están solos o ausentes, es la añoranza, soledad y ansiedad quienes salen de fiestas, en las sienes de estas personas. Tratemos de ver cómo actúan estos tres elementos.
Efecto Pandemia.
Se habla del covid.19 como un enemigo silencioso que se ha llevado a un gran número de personas y ha puesto a sufrir biológica y emocionalmente los otros, todos hemos sufrido, el miedo, las restricciones, los sobresaltos por el incremento de los contagio. Van cerca de 2 millones de muertos y las vacunas tardarán en llegar a toda la población, de acuerdo con los datos de la Universidad Johns Hopkins del 1 al 3 de enero 2021 se registraron más de 1.1 millones de contagiados a nivel global y a la fecha van 85 millones de contagiados desde el inicio de la pandemia.
A mayor profundidad y complejidad están las sospechas constantes hacia el otro, una forma de discriminación con quienes han sido contagiados, están hospitalizados o fueron aislados por precaución, estas expresiones limitan el relacionamiento social y lleva a pérdidas de posibilidades laborales.
El trabajo, como se conocía ha tendido a cambiar, las personas con pocas herramientas del manejo virtual, han quedado relegadas, la conducta social está profundamente alterada y al límite, recientemente en una reunión, una de las personas recibe una llamada, quien llama, informa que se hizo un hisopado y salió positivo, ambos habían estado reunido 6 días antes. La onda expansiva llegó a cada uno de nosotros, revisamos los contactos previos, familias, amigos, y todos con quienes nos encontramos, los que podríamos contagiar, el sentido de culpa es inmediato y después, el miedo, la parálisis, la zozobra, como una espada punzo penetrante, con lentitud sádica.
Los migrantes están obligados a salir y producir, no tienen opción, por eso se fueron de sus lugares de origen, persiguen el sueño, dignidad, la vida, los nacionales al menos pueden tener la esperanza de ayudas sociales pero no los migrantes, así que ser migrante y estar además contagiado es un dolor mayor.
En Perú esta semana un funcionario declaró que muchos de los migrantes que pasan por allí, van contagiados. Este diagnóstico abre muchos sótanos oscuros, si van contagiados, ¿por qué no atenderlos allí?, ¿porque no darles asistencia médica?, no solo por su propia salud, sino por la de todos. Nos preguntamos si el diagnóstico no detona estas formas de discriminación que se unen a la xenofobia y el racismo agigantado en nuestra región andina.
En estos países, muchos migrantes quedaron sin posibilidades de pagar sus alimentos, alquileres, sostener a sus familias, sospechados, endeudados, subyugados por las responsabilidades y la fragmentación de sus vidas y sus familias; sigue siendo este el cuadro más vulnerado de nuestras sociedades.
La Navidad
La Navidad es por excelencia encuentro familiar y de afectos, fiesta, rumba y sabor, desde lo gastronómico hasta las expresiones artísticas y culturales legítimas de esta época aparecen en los últimos meses del año para alegrar, pero en el mundo migrante, con familias separadas y personas solas, lo que otrora fue momento de fiesta, ahora es registrar intersticios de bolsillos craneanos para contemplar con amargura el “cuándo éramos, teníamos, podíamos, estabas conmigo, podía abrazarte y pedirte la bendición, besarte y recibir los deseos de felicidad y próspero año nuevo, que lejos se volvió aquello, que lejos estábamos de imaginarlo o verlo venir”.
Sabemos de familias que pasan el fin de año redoblando el llanto, encadenadas al dolor, separadas por barreras y consecuencias de estados fallidos, que no pudieron ni siquiera proteger al colectivo ciudadano o lo que es peor, operaron contra ellos. La única fiesta que estas personas pueden tener, es la estabilidad social y emocional.
El síndrome de Ulises
Las migraciones de ahora no ocurren de la misma manera que las del siglo pasado; cuando bajaron en familia, de los barcos y le dieron forma a las sociedades de hoy, las recientes, salen cuando y como pueden, por lo general disgregados “cómo vaya viniendo, vamos viendo” dicen en Venezuela, pero además los entes de atención y ayuda, en su mayoría son ONGs en muchos casos haciendo esfuerzos peregrinos, las políticas migratorias de los estados tienen muchas dificultades, muchas normas y protocolos terminan siendo verdaderas barreras legales; también está la exclusión, si bien poblaciones como la Argentina abren los brazos, el aparato públicos o privados impiden el ejercicio pleno de la persona migrante, por ejemplo, la posibilidad de ejercer sus profesiones, es casi imposible aun cuando los países tengan carencias de profesionales, son oportunidades perdidas no solo para el migrante, sino para el país receptor que pudiese capitalizarlos, sin hacer inversión en formación.
También tenemos la criminalización; en los años recientes y ahora, se puede ver como desde gobiernos, señalan la migración como un delito, en este sentido la posturas de los gobiernos de EEUU, Trinidad y Tobago y otros más cercanos de nuestra América, han señalado recurrentemente a los migrantes como focos de problemas sociales, que disparan los índices de conflictividad, criminalidad, y más reciente, también de insalubridad.
“Los inmigrantes en situación extrema, a los que las leyes impiden traer a su familia, que no pueden regresar dado lo difícil que resulta llegar aquí, que han de realizar auténticas odiseas para llegar a su destino, en un mundo lleno de vallas y muros, a los que se les niegan todas las oportunidades, se les acosa, se les persigue. Nunca emigrar había sido tan difícil.” Dice el Doctor Achotegui.
Muchos de nosotros conocemos La Odisea, la obra maestra de Homero que narra las vicisitudes del héroe Ulises, desde que salió, hasta volver a su patria chica Ítaca, el relato no solo sensibiliza sobre el dolor extremo que sentía Ulises, sino el de su esposa Penélope, que debió luchar contra las intenciones de los que vieron fragilizada la familia y una oportunidad para aprovecharse de ella, este relato y la fuerza que necesitó Ulises para superar tan difícil periplo, el Dr. Agochogui lo homologa, al sufrimiento de los migrantes actuales.
La separación de la familia, fragilidad, soledad, sentimientos de fracaso, miedo, terror, la ausencia de redes de apoyo, el agotamiento físico y mental y la interpretación cultural de los sufrimientos del otro, es lo que termina desarrollando en las personas el Síndrome de Ulises, con esto se refiere al conjunto de síntomas de carácter depresivo, fracaso, culpa, ansiedad, preocupación continua, inhibición del sueño, episodios nerviosos, irritabilidad, cefalea y fatiga, sin embargo a decir del doctor, estas personas no tienen ideas de suicidio, por el contrarios están enfocados en vivir y ayudar a vivir a los suyos, por eso luchan sin descanso, aunque les lleva la salud y en muchos casos la vida.
Refirió el doctor en sus investigaciones que al desaparecer los estresores que generan el cuadro, las personas pueden volver a recuperarse y vivir una vida normal.
Ulises tardó 10 años en volver a Ítaca, en los tiempos actuales, los nuevos Ulises pasan años para conseguir un documento de identidad, complacer una barrera legal o conseguir un trabajo que corresponda a su preparación, y muchos más para reunificar a los suyos.
Empezamos un nuevo año, después de haber dado jornadas muy duras, seguimos con los mismos estresores y expulsores, los mismos escenarios, la gente detrás de los muros, físicos, culturales o legales, sufriente para conseguir cosas que a la luz resultan simples; como vivir con dignidad y junto a sus afectos.
Ojalá encontremos pronto, la fórmula para ayudar con más eficiencia.
José León Toro Mejías
Arepa Viva. Programa de Asistencia para Migrantes y Refugiados
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