Puede ser fácil dar por sentadas ciertas cosas en la vida y olvidar el privilegio que significa poder vivir en un lugar pacífico y seguro, donde tanto nuestras necesidades básicas, como nuestros derechos humanos estén garantizados.
Esta, sin duda, no es la situación en el lugar de origen de los más de 100 millones de desplazados que en 2022 se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a persecuciones, conflictos, violencia, violaciones de los derechos humanos u otras experiencias traumáticas, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). De esos 100 millones, unos 35 millones se consideran refugiados.
Las personas refugiadas sufren más problemas de salud mental
“Cuando huyes, pierdes todo lo que conformaba tu mundo y te mantenía arraigado y conectado”, escribió Lynn Jones, psiquiatra de niños y adolescentes y trabajadora humanitaria, en un artículo de 2018. Jones compartió lo aprendido en más de 25 años de experiencia con niños en zonas de guerra y desastres.
Estas experiencias pueden ser devastadoras para el bienestar mental de los refugiados y pueden provocar ansiedad severa, altos niveles de estrés, trastorno de estrés postraumático (TEPT), depresión y suicidio.
Panos Vostanis, psiquiatra infantil del Reino Unido, explica a DW que “los refugiados presentan tasas de problemas de salud mental cuatro o cinco veces superiores a las de la población general”. El trabajo de Vostanis se centra en niños vulnerables que han sufrido acontecimientos traumáticos.
Los niños refugiados son especialmente vulnerables
Entre los refugiados, los niños son especialmente vulnerables. “Carecen de capacidades cognitivas para entender lo que está pasando. Es muy fácil que los niños piensen que esto es mucho más peligroso de lo que realmente es”, explica a DW Jon-Hakon Schultz, investigador principal del Centro Noruego de Estudios sobre la Violencia y el Estrés Traumático.
Los más pequeños también suelen carecer de la experiencia y las habilidades necesarias para afrontar estas situaciones, añade Schultz. No obstante, además del horror de la guerra, la violencia o la persecución que les obligó a huir, existen muchos otros factores que pueden contribuir a los problemas de salud mental.
Cada una de las etapas intermedias de la huida trae dificultades y consecuencias psicológicas. El viaje en sí puede causar más traumas y afectar a toda la familia, no sólo a los niños: Los refugiados sirios se enfrentan a la muerte al cruzar el mar Mediterráneo en embarcaciones abarrotadas, con la esperanza de llegar a Grecia o Italia. Los venezolanos que cruzan el Paso del Darién desde Colombia hasta Panamá se enfrentan a muchos peligros y abusos en su camino hacia Estados Unidos.
La familia desempeña un papel clave
Tener unos padres cariñosos puede ser tan importante para el bienestar como dejar atrás los horrores de la guerra, la violencia o la persecución, según Jones. Por desgracia, no todos los padres lo son, lo que puede causar más traumas a los niños.
Una vez que la huida es exitosa, cuando los desplazados llegan a un campo de refugiados o consiguen asilo en un país de acogida, el arduo camino continua.
En los campos de refugiados, como el que hubo en 2015 en Calais, apodado “la jungla” por quienes viven allí, las condiciones pueden ser deplorables, según denuncia Human Rights Watch.
Estas condiciones pueden a veces superar el trauma original en los niños y tener “profundos efectos” en su salud mental y física a lo largo de su vida, explica la psiquiatra Lynn Jones.
Fuente: dw.