Según el testimonio de varios migrantes, al llegar a Capurganá el ambiente es muy distinto. Se percibe la corrupción y la falta de autoridad
Casi tres cuartas partes de los migrantes que han cruzado la selva del Darién en 2022 son venezolanos. En 2021, las personas nacionales del país caribeño que transitaron por esa ruta migratoria fueron 2.800; pero en 2022 la cifra dio un saltó gigante al ubicarse en 114.000, del total de 160.690 migrantes de diversas nacionalidades que han atravesado la jungla panameña este año.
Según estimaciones, de los venezolanos que están cruzando el Darién el 70 % lo hacen huyendo de la tragedia de su país. Muchos venezolanos comienzan el viaje desde la propia Venezuela; pero otros salen desde países de Latinoamérica como Ecuador, Colombia y Perú. El destino es EEUU. Los venezolanos van en busca del sueño americano.
Las dificultades económicas por la pandemia, desempleo, restricciones burocráticas y la falta de inclusión social ha provocado que salgan de los países a los que migraron en un principio.
“Anteriormente quienes cruzaban típicamente el Darién eran de Cuba, de Haití, de Colombia o incluso de África. Ahora, por cada cubano cruzando el Darién, lo hacen aproximadamente unos 12 venezolanos”, dijo el comisionado de la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la crisis de refugiados de Venezuela, David Smolansky, reseñó El American.
El aumento considerable de la cantidad de migrantes se debe a que ahora todos los países centroamericanos exigen visa a los venezolanos.
El gobierno de Joe Biden presionó a su vecino México y a naciones de Centroamérica para que les pidieran visa. Así las cosas, los ciudadanos del país caribeño deben tener visado para poder ingresar a México, Costa Rica, Belice, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Panamá y El Salvador.
“El problema de disuadir a las personas para que no vengan a Estados Unidos es parte de un fallo profundo de nuestro sistema migratorio. Como las personas no tienen opciones legales significativas, el sistema crea un mercado negro de contrabandistas y coyotes que se encarga de traer gente desesperada sin alguna posibilidad legal de migrar”, explicó a El American el abogado migratorio Hassan Ahmad.
Inicio de la pesadilla
El viaje de los migrantes por la selva del Darién comienza en Necoclí, una localidad en la costa colombiana, a 800 kilómetros al noroeste de Bogotá. Allí, los migrantes toman unas lanchas que los trasladan a Capurganá, también en Colombia, un pueblo cercano a la frontera con Panamá.
Según el testimonio de varios migrantes, al llegar a Capurganá el ambiente es muy distinto. Se percibe la corrupción y la falta de autoridad. Y es que de hecho, quienes han sobrevivido a la travesía dicen que allí manda el Clan del Golfo, la banda narcotraficante más grande de Colombia. En Capurganá, se les hace a los migrantes pagar por servicios innecesarios y a precios absurdos. A todos los obligan a pagar los servicios de un guía por la selva.
En Capurganá, los migrantes deben decidir dónde inician el viaje por el Darién: si lo hacen desde esa localidad o si toman una lancha que los lleva a Carreto, una playa en Panamá, que permite ahorrarse al menos cuatro días de travesía por la selva. Quienes escojan esta última opción deben pagar más.
Las lanchas hasta Carreto no tienen un precio fijo, sino que el costo del viaje es establecido de acuerdo a la nacionalidad de los migrantes; a los venezolanos les pueden cobrar unos $250, pero a los cubanos o rusos les cobran sumas que oscilan entre $1000 y $5000 respectivamente.
Juan, un migrante venezolano que cruzó el Darién con su esposa y sus dos niñas, pide a sus connacionales que “no lo hagan. Por favor, no lo hagan. No le deseo este infierno ni a mi peor enemigo”.
Juan logró llegar a Eagle Pass, Texas, pero admite que pensaron que no lo lograrían. “No lo hagan… No vale la pena. Mis niñas no merecían esto. No crucen el Darién”.
Sin embargo, miles de migrantes lo hacen. De acuerdo a un reporte de la Unicef del mes de julio de 2022, 500 personas emprenden el viaje por el Darién diariamente.
“Yo vi un cuerpo de una mujer. Estaba boca a bajo a la orilla de un río. Yo no quise ver bien, pero mis compañeros me dijeron que estaba con un bebé, que también estaba muerto”, contó por teléfono desde Houston Iván Pernía, otro migrante venezolano que también logró llegar a EEUU.
“Valió la pena”, afirmó. “Estoy en el mejor país del mundo”, señaló.
Isaías es otro migrante que logró completar el viaje hasta EEUU. Es discapacitado auditivo desde los 6 años. Trabajaba en un hotel en Maracaibo, al occidente de Venezuela, pero apenas ganaba dinero, por lo que decidió migrar.
Isaías tomó un autobús desde Medellín hasta Necoclí y luego, la lancha hasta Capurganá. Decidió comenzar la caminata por la selva desde este poblado, controlado por el Clan del Golfo.
“Al primer guía le pagamos $180 por persona. En el grupo había cubanos y haitianos y de otros países. El viaje duró siete días, yo llevé atún enlatado, caramelos, galletas saladas, pero después de 4 días ya no me quedaba comida. Los últimos 3 días sobrevivimos tomando agua del río. Ahí no hay nada, no hay señal y no hay donde conseguir comida. A las 6:30 de la tarde empieza a oscurecer y no se puede continuar. El grupo era como de 30 personas y dormíamos en carpas. Había incluso una muchacha con 5 meses de embarazo. A las 6 am salíamos a caminar, entonces se caminan 12 horas al día. Es muy fuerte”, contó.
El drama venezolano como negocio
Sol es una venezolana de 36 años que cruzó el Darién y fue testigo de la economía informal que se generado a través de la explotación de la tragedia que envuelve al flujo migratorio venezolano.
“Ibamos caminando y aparecieron varios encapuchados armados, disparando al aire. Íbamos un grupo de más de 100 personas. Nos pidieron que nos arrodilláramos y nos dijeron: ‘Aquí no hay negociación. El que se quiera ir, debe pagar $100 cada uno’. Tuvimos que dar la plata para seguir caminando”, contó Sol.
David Smolansky dijo que ha recibido denuncias puntuales de algunos casos de estafa. “A los migrantes les roban sus pertenencias. Y con pertenencias me refiero a todo: sus documentos, su comida e incluso la ropa. Algunos migrantes han tenido que cruzar desnudos la selva”.
Al llegar a Carreto, Iván comenzó el viaje a pie. Fueron cuatro días caminando por la selva. El venezolano dice con mucha emoción que en el Darién la gente deja de ser gente.
“Me sorprendió ver a un joven con su madre, ya anciana…En un punto la madre se enfermó, ya era una carga, y el joven le pagó a otra persona para que se quedara con la anciana. Luego me enteré de que esa persona también la abandonó”.
También relató que es usual ver cómo parejas se desprecian mientras andan por la selva y que priva la desconfianza entre los integrantes de los grupos de migrantes. “A mí me robaron la billetera. Me quedé sin mis documentos”, dijo.
En tanto, Sol aseveró que “ese lugar huele a muerte”. “Yo, gracias a Dios, no vi ningún muerto, mi primo sí, pero se siente el olor a muerte”.
De acuerdo a los reportes, al menos 18 venezolanos han muerto cruzando el Darién y 76 están desaparecidos. Sin embargo, la cifra de fallecidos puede ser mayor, según alertan las autoridades, porque muchos cuerpos no han sido identificados.
Fuente: diariolasamericas