La llegada de miles de refugiados ucranianos a Grecia, acogidos “con los brazos abiertos”, muestra una “clara diferencia” respecto a los demás solicitantes de asilo, que huyen de guerras y miseria, y revela el doble discurso de la política migratoria griega.
Dos días después de la invasión rusa a Ucrania, el ministro griego de Migraciones, Notis Mitarachi, calificó a los ucranianos de “verdaderos refugiados”, suscitando la ira de las oenegés de defensa de los derechos humanos.
Quince días más tarde, el mismo ministro conservador anunció que “Grecia tiene los brazos abiertos para acoger a los ucranianos desplazados” y presentó una serie de “iniciativas”, entre ellas un sitio internet para “ayudarles a encontrar trabajo”.
Un lenguaje que contrasta con la política migratoria disuasoria que lleva a cabo el gobierno conservador griego, preocupado por “reducir los flujos” migratorios, pero también con las condiciones de acogida de los 32.600 solicitantes de asilo, en su mayoría afganos, alojados en campamentos griegos.
“Hay una clara separación entre los refugiados ucranianos y los solicitantes de asilo de otros países, que están allí desde hace años o los que siguen llegando desde Turquía”, se indigna Pépi Papadimitriou, responsable de la educación en el campamento de Ritsona, cerca de Atenas, donde viven sobre todo familias afganas.
“Decenas de niños del campamento no han ido a la escuela desde que llegaron a Grecia hace tres años y medio”, explica a la AFP.
Irene, una ucraniana de 39 años, se encuentra en un campamento de Serres, en el norte del país, y se dice “impresionada por la hospitalidad de los griegos”.
“Volvemos a tener una vida normal. Los niños van a la escuela y ya tienen amigos”, comenta a la AFP esta exiliada originaria de Vinnytsia, que vive allí desde hace dos semanas con sus dos hijos.
Pero para el centenar de afganos de este campamento, las cosas son muy diferentes.
“Cuando los ucranianos empezaron a venir, nos dijeron que nos fuéramos del lugar en el que vivíamos y nos llevaron a otra zona del campamento, a un contenedor muy sucio. ¿Por qué?” se pregunta Shahran, de 16 años, que llegó hace un año a Serres, después de dos años en la “selva” de Moria, el campamento insalubre en la isla de Lesbos destruido por las llamas en 2020.
Esta política “se burla de los denominados valores europeos comunes de igualdad, de Estado de derecho y de dignidad humana”, critica Bill Frelick, director del programa sobre el derecho de los refugiados de Human Rights Watch (HRW).
Hasta ahora llegaron a Grecia más de 17.000 ucranianos. Se reservaron dos campamentos para ellos en Serres y otro en Elefsina, cerca de Atenas, que “se está renovando para satisfacer sus necesidades”, según Despina Baha, su directora.
Los menores no acompañados de otros orígenes que esperaban allí sus documentos desde hacía años fueron trasladados a “otras estructuras antes de la llegada de los ucranianos”, precisa a la AFP.
Para Stella Nanou, portavoz en Atenas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), “la solidaridad manifestada por la UE para los refugiados ucranianos debería servir de ejemplo para todas las crisis de refugiados”.
Principal puerta de entrada de los exiliados en Europa durante la crisis migratoria de 2015, Grecia conoce una reducción de las llegadas desde que asumió el gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis, en el poder desde hace tres años.
En enero, el número de migrantes en los campos se redujo 49% en un año, debido a esta política migratoria que limitó las ayudas a los refugiados, transformó los campos en “estructuras cerradas y controladas”, y redujo el número de ONGs que les prestan ayuda.
“Mientras que Grecia acoge a los ucranianos como +verdaderos refugiados+, lleva a cabo devoluciones crueles de afganos y otras personas que huyen de guerras y violencias similares”, denuncia Bill Frelick de HRW.
Atenas, que abrió una investigación a petición de la UE y del ACNUR, desmiente las alegaciones de devolución ilegal de migrantes, documentadas por varias oenegés y medios de comunicación.
Fuente: Swissinfo