Mexicanas que migraron sin documentos a Estados Unidos padecen ansiedad, depresión y otros males. En los consulados, la red de Ventanillas de Salud resulta insuficiente para atenderlas.
Silvia Vázquez Álvarez estaba caminando por las calles de Acapulco cuando de pronto escuchó el sonido de las sirenas, que inmediatamente la transportó a un recuerdo lejos de la costa y la paralizó. “Los tengo todo el tiempo, los recuerdos de las sirenas de las patrullas fronterizas”, dijo, 15 años después de haber cruzado por segunda vez la frontera de México rumbo a Estados Unidos, sin documentos.
Silvia es una de las millones de mujeres que se han visto en la necesidad de emigrar a EU y, como ella, el 56% de los migrantes atendidos por Médicos Sin Fronteras (MSF) presenta sintomatología moderada (29%) o grave (27%), según la escala de Impresión Clínica Global (ICG), que mide desórdenes mentales. Además, un 42% presenta síntomas principalmente relacionados con ansiedad, un 35% relacionados con depresión y un 10% con comportamientos postraumáticos. A pesar de ser una población con creciente necesidad de atención psicológica, las migrantes rara vez encuentran ese tipo de ayuda una vez que cruzan la frontera.
En el 2000, cuando Silvia emigró a EU por primera vez, fue en búsqueda de un trabajo mejor remunerado para apoyar a su mamá, que batallaba con una enfermedad, y al mismo tiempo darle una mejor calidad de vida a sus hijos.
Muchas personas desarrollan depresión y ansiedad en la ruta a EU debido a la violencia que representa el viaje y el miedo causado por huir de su lugar de origen, según ha documentado MSF. El camino está lleno de incertidumbre y peligros. La fortificación de la frontera en los 90 generó que los migrantes tuvieran que cruzar por lugares más remotos, haciendo aún más peligroso y traumático su viaje, mencionan expertos.
El primer encuentro entre Silvia y la frontera fue en el Río Bravo. Su objetivo era llegar a Corpus Christi, Texas, donde la esperaban unos amigos de su sobrino, mismo que la acompañaba en su viaje. “Vi el río y pensé que me iba a morir, no sabía nadar, pero estaba dispuesta a correr el riesgo”, recordó Silvia al momento de ver el caudal.
La segunda vez, cruzó la frontera por el desierto de Sonora.
Lobos, zorros, boas, víboras cascabel y culebras son solo algunos de los animales que se encuentran en el desierto de Sonora, denominado por los migrantes como una enorme máquina de matar.
“No puedo olvidar el miedo que sentí al estar en el oscuro desierto, donde no se podía ver nada, solo se escuchaban los sonidos de los animales salvajes”, recordó Silvia.
El clima extremo, la fauna y la flora del desierto de Sonora forman un muro natural entre México y EU. Sin embargo, poco se habla de las secuelas psicológicas que deja en los migrantes.
“Mientras caminaba, veía a lo largo del camino la ropa, las botellas de agua, los cuerpos y los huesos de las personas que no lograron sobrevivir al desierto”, comentó Silvia. Este tipo de escenas puede perturbar a los migrantes el resto del viaje, incluso el resto de su vida.
No saber nadar, enfrentarse a climas extremos y a animales salvajes no eran los únicos miedos de Silvia. Al ser mujer, había otro miedo constante: quedarse sola con el “coyote”, ese hombre que le había cobrado 5 mil pesos por ayudarla a cruzar la frontera.
Las historias de abusos que sufren las mujeres migrantes son conocidas por todas las que buscan emprender el viaje. Aterrada, Silvia tuvo que convivir a solas con el “coyote” durante largos tramos del camino.
“Tuve que quitarme ciertas prendas para poder entrar al río, tenía mucho miedo de que el ‘coyote’ me fuera a hacer algo”, mencionó.
El 67.5% de las personas atendidas por violencia sexual en la ruta fueron mujeres, según el informe Sin salida de MSF. En 2019, el número de casos presentó un aumento: de enero a septiembre se atendieron 277, un 134% más que el mismo periodo del año anterior, lo que demuestra la creciente necesidad por brindar un servicio de salud a las mujeres que logran cruzar.
A pesar de que a Silvia le hubiera gustado recibir ayuda psicológica, nunca escuchó de un lugar que la ofreciera.
A pesar del interés en recibir este tipo de ayuda, “los consulados casi nunca se enteran de las historias de las mujeres que migran, ni de las complicaciones que enfrentan, y la política de inmigración nunca hace nada al respecto”, explicó Luis Miguel Ortiz Haro, excónsul de México en Santa Ana, California, entre 2002 y 2008. Ortiz Haro advierte que este vacío es resultado de la falta de cooperación y coordinación entre ambos países.
En 2003, se abrió el primer programa que ofrecía atención psicológica a través de las Ventanillas de Salud (VDS) en los consulados mexicanos de Los Ángeles y San Diego. Desde entonces y hasta 2022, se han abierto 51 programas de atención psicológica en consulados para migrantes en EU. Actualmente, las VDS están presentes en toda la red consular de México en EU.
La VDS es un programa diseñado por la Secretaría de Salud y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México para ayudar a identificar los servicios de salud que necesitan las familias mexicanas en EU dentro de los consulados.
Sin embargo, actualmente enfrentan nuevos retos en el área de salud mental.
“No hay suficientes psicólogos que presten el servicio de manera gratuita y en español”, declaró Ximena Sigüenza, la encargada de las Ventanillas de Salud en el consulado de Chicago.
Con más de 600 mil mexicanos en Chicago, y tan solo 100 personas en el equipo de Sigüenza, el consulado está rebasado.
“Hay psicólogos pero te encuentras con problemas de dinero, y además nuestra comunidad es indocumentada, por lo que hay que encontrar un servicio accesible que no pida mucha información porque tienen miedo a ser deportados”, asegura Sigüenza.
No es fácil ofrecer algún programa o taller de salud mental de manera constante, ya que las ventanillas de salud están ligadas al calendario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por lo que mes a mes cambia el programa o taller de atención.
Aunque el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha destinado 45 millones de pesos (mdp) para el funcionamiento de las VDS, 5 millones más que la anterior administración, esta cantidad no ha sido lo suficiente para que las VDS atiendan el tema psicológico, como lo mencionaron los entrevistados.
Por otro lado, el Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME), que busca promover estrategias e integrar programas para elevar el nivel de vida de las comunidades mexicanas en el extranjero, ha invertido gran parte de su presupuesto en el apoyo de las VDS. En 2021 hubo un incremento, el presupuesto representaba el 96% de sus recursos. Sin embargo, en los últimos dos años ha ido en descenso, cayendo al 61% en 2023.
Con la llegada de López Obrador, el presupuesto para atención, protección y servicios consulares ha disminuido en comparación con administraciones pasadas. Por ejemplo, en 2016 la administración de Enrique Peña Nieto destinó 226 mdp, mientras que de 2019 a 2023 el presupuesto fue de 129 mdp, según los presupuestos de Egresos de la Federación.
A nivel interno, México apenas atiende las necesidades de salud mental de sus propios ciudadanos. En 2017, el total del presupuesto asignado a salud mental fue de 2 mil 586 mdp, equivalentes al 2.2% del presupuesto de la Secretaría de Salud, según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP). En un informe de 2011, la OMS describió el personal de salud mental de México como “insuficiente” y “mal distribuido”.
El motivo de la partida también puede ser el trauma
La migración de las mujeres se da por tres motivos: conseguir un mejor nivel de vida, salvaguardar a su familia por la creciente inseguridad y la reunificación familiar. En el caso de Vianey Sotelo, el motivo fue la inseguridad.
Vianey cruzó la frontera en 2016 con sus dos hijas menores de edad. “Debido a la inseguridad y el aumento de la violencia en Acapulco, me vi obligada a migrar a Estados Unidos, ya que temía por la seguridad de mis tres hijas”, dijo Sotelo. Una vez que lograron llegar a EU, solicitaron asilo a las autoridades a causa de violencia doméstica.
El trauma psicológico que enfrentan las mujeres migrantes indocumentadas en México no siempre es ocasionado por el cruce de la frontera. Algunas veces, se produce por el contexto violento donde viven y que las obliga a migrar. Aun así, muchas no encuentran apoyo para tratar su salud mental una vez que cruzaron.
El 61.9% de los migrantes y refugiados encuestados por MSF en 2020 estuvo expuesto a alguna situación de violencia durante los dos años anteriores a su salida del país.
La violencia en México se ha disparado en los últimos años, con más de 250 mil personas asesinadas desde 2006 y una estimación de 61 mil desaparecidos hasta enero de 2020. Solo en 2019, hubo registro de 35 mil 964 homicidios en todo el país, es decir, 29 homicidios por cada 100 mil habitantes, lo que es casi 100 homicidios al día. Además, el país cuenta con siete de las 10 ciudades más violentas del mundo, según el Centro Mexicano de Relaciones Internacionales (Cemeri).
Cerca del 70% de las mujeres en México consideró que es inseguro vivir en su ciudad, según cifras de Inegi para 2022. Y casi la mitad de las mexicanas (45%) reportaron haber sufrido algun tipo de agresion o acoso sexual en su vida, de acuerdo a una encuesta realizada por el periódico El País en 2022.
“Aunque migré pidiendo asilo, por mi pasado lleno de inseguridad me hubiera gustado recibir algún tipo de ayuda psicológica”, declaró Sotelo.
Una oportunidad en el horizonte
Parte de los retos en los consulados es que no hay una ruta clara a seguir. “No existe un criterio estándar sobre lo que significa protección consular y lo que incluye. Los consulados se rigen por el principio de que lo que no está prohibido está permitido”, explicó la abogada internacional Gabriela Rodríguez.
Hay una gran oportunidad de utilizar como herramienta a los consulados mexicanos para ayudar a las mujeres. Su alta presencia en EU —50 consulados— los hace la mejor opción para atender este reto. Rodríguez describe a los consulados como activos, no reactivos como el resto.
“La protección consular no es una caja cerrada, puede depender de cada situación en particular. Lo importante es cómo construyes lo que se entiende por protección consular para tu caso particular”, dijo.
Hay ciertos programas que han ayudado. En 2008, el consulado en Nueva York inició un programa piloto que consistía en enviar a estudiantes de Psicología de la Universidad Iberoamericana en México al consulado para brindar asistencia psicológica gratuita. Dicho programa fue un éxito, por lo que también fue implementado en el consulado de Chicago.
Durante la pandemia de COVID-19, la UNAM lanzó un programa de ayuda psicológica gratuita vía Zoom para ayudar a la creciente demanda. Pero pasada la crisis sanitaria, no hubo un seguimiento.
Por ello, en muchas ocasiones recurren a apoyarse en ONG como Aliento, una organización sin fines de lucro en Arizona que ayuda a la población indocumentada y receptores de DACA. Aliento trabaja desde hace años con el consulado en Phoenix en temas de educación y salud mental.
Pedro González, psicólogo y enlace familiar y comunitario en Aliento, ha detectado un problema estructural. “(Los consulados) son vistos como un lugar transaccional que no incita a los inmigrantes para buscar ayuda psicológica”, explicó Gónzalez, quien nació en Sinaloa, México, y creció en Arizona desde que era pequeño. Además de ser parte de Aliento, es receptor del programa DACA.
Para González, ofrecer un cambio en el ambiente de los consulados es la forma adecuada para atraer a más personas y aprovechar los programas que ofrecen. Los recursos que hay en Phoenix para la población mexicana indocumentada están creciendo, pero aún no alcanza para la salud mental.
“Definitivamente creo que los mexicanos en Estados Unidos necesitan ayuda psicológica, ya que son personas que han sacrificado mucho para llegar hasta acá. Y con ese sacrificio vienen muchos traumas que no se hablan porque no tienen con quién”, comentó.
Otros programas lanzados por Aliento, como el taller de arte y sanación y las noches bohemias, han ayudado al consulado mexicano en Phoenix para que —mediante el arte y la música— los inmigrantes puedan expresar sus sentimientos, ya que la salud mental sigue siendo tabú para gran parte de la comunidad.
“Da un poco de vergüenza hablar de esos temas porque no estás acostumbrado a expresarlos, es difícil porque enseñas algo que no es una fortaleza”, explicó González. “El machismo también influye porque te enseñan a no expresarte, pero cuando empiezas a hacerlo es como levantar un peso de tus hombros”.
Mientras tanto, la necesidad sigue creciendo. El fenómeno de las caravanas es una respuesta directa a los crecientes riesgos que enfrentan las mujeres en el viaje, en un momento en el que la migración está cada vez más feminizada, explicó el experto en migración Alert Brown.
Los datos de la Patrulla Fronteriza de EU muestran que el número de mujeres arrestadas al cruzar la frontera se triplicó de 2018 a 2019 a casi 300 mil. La proporción de mujeres frente a hombres saltó del 32% al 54%.
Oriana Agatón, madre de dos niñas, es un ejemplo de estas nuevas olas migratorias. Ella migró en septiembre de 2022 de México hacia EU, después de que asesinaron a su esposo unos meses antes.
A pesar de que el consulado de México en California, donde llegó Agatón, ofrecía atención psicológica, ella nunca se enteró.
“Las instituciones mexicanas no están haciendo lo suficiente para ayudar a los migrantes con problemas psicológicos, y luego no sabes con quién puedes informarte sobre este tipo de ayuda”, explicó Agatón.
Para Agatón, la prioridad es clara. “Todas las personas que emigran tienen diferentes problemas y la mayoría son problemas de inseguridad”, dijo. “Por eso, lo que más se necesita es ayuda psicológica”.
Este reportaje se realizó como parte del curso de periodismo transfronterizo impartido de manera conjunta entre Arizona State University y el Instituto Tecnológico Autónomo de México, mismo que obtuvo el apoyo financiero del Departamento de Estado de Estados Unidos a través del programa 100,000 Strong in the Americas.
Fuente: animalpolitico