Addis Abeba, 28 de noviembre de 2022–Cuando Zainab viajó por primera vez desde Etiopía a Sudán hace tres años, era demasiado joven como para embarcarse en una carrera. Ella tenía tan solo 17 años y su único sueño era encontrar una manera fácil de llegar a Egipto y luego continuar rumbo a Europa para asegurarse un trabajo bien remunerado, algo que según ella no era imposible.
Como muchos otros jóvenes, Zainab creyó en las mentiras difundidas por los traficantes: que el cruce por Sudán y Egipto y luego hacia Europa era sencillo incluso para quienes no tenían documentos de viaje, que en Europa abundaban los empleos bien remunerados y que era fácil conseguir uno.
Pero muy pronto se darían cuenta de la dolorosa realidad por detrás de la migración irregular.
Durante los tres años siguientes Zainab debió luchar mucho para poder llegar a fin de mes, trabajando como empleada doméstica en Sudán. Eventualmente logró ahorrar dinero como para poder pagarles a los traficantes para que la ayudaran a cruzar a Egipto.
Las cosas fueron de mal en peor al ser detenida por funcionarios encargados de hacer cumplir la ley cuando intentaba cruzar la frontera sin los correspondientes documentos de viaje. Zainab sufrió en la celda de una prisión durante ocho meses.
“En prisión me puse a pensar qué iba a hacer cuando fuera liberada. Lamenté mucho haberme embarcado en ese viaje sin documentos. Fue un error de mi parte hacerlo”, dice.
“Quería regresar a mi país y buscar empleo ahí. Mi lugar de origen no se veía tan atractivo como la vida que los traficantes nos habían pintado engañosamente, pero al menos no iba a tener que estar alerta constantemente, con temor a que me metieran presa otra vez”.
Mientras se encontraba en prisión, Zainab se enteró a través de otras internas de la existencia del Programa de Retorno Voluntario Asistido y Reintegración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). “Cuando me enteré de este programa de asistencia, sentí que tenía una segunda oportunidad al alcance de las manos”.
De acuerdo con el relato de Zainab, otras migrantes de Etiopía habían sido encarceladas por períodos de hasta dos años porque no habían logrado defenderse adecuadamente por la barrera idiomática. “Nosotras vivíamos en Sudán y entendíamos árabe, y gracias a eso pudimos ayudar a algunas personas con la que compartimos tiempo en prisión. Ahora están de regreso en Etiopía”.
En el marco del Programa de Retorno Voluntario Asistido y Reintegración de la OIM, Zainab pudo regresar a Etiopía en condiciones de seguridad y desde aquel momento fue asistida con dinero en efectivo para su proceso de reintegración. Su familia está muy aliviada de que haya podido retornar a su casa sana y salva.
Incluso en la cárcel, Zainab pasaba mucho tiempo pensando en un retorno eventual a Etiopía y en poder comenzar allí algún negocio propio. El apoyo para el retorno y la reintegración brindado por la OIM le permitió lograr ese objetivo.
Zainab nació y creció en Nateri, una aldea cerca de la ciudad de Jima, famosa por su producción cafetera. A su retorno a Etiopía, Zainab se mudó a Addis Abeba en donde usó el dinero del subsidio de reintegración y los conocimientos adquiridos en la capacitación en emprendimientos a la que concurrió para abrir un pequeño café en el agitado vecindario de Kolfe.
Zainab dice que la capacitación en emprendimientos que la OIM le brindó le abrió los ojos. “Me dio una idea de cómo dirigir mi propio negocio y también la oportunidad de aprender de otros emprendedores”.
Intercambiar ideas con otros participantes en las capacitaciones es lo que ha hecho que Zainab pase de la idea original de tener su propio restaurante a instalar un café. “Es bueno tener la posibilidad de compartir nuestras experiencias. Ese intercambio me inspiró a abrir un negocio parecido al de otra persona y a hacerlo crecer. Cambié mi idea original por algo que tal vez sea más rentable”.
Zainab se levanta muy temprano cada mañana para traer agua de la canilla que hay en el vecindario. Prepara el café y calienta el lugar. Su duro trabajo, unido a su gran simpatía, le ha garantizado la presencia constante de un buen número de clientes en su local.
Si bien algunos meses más tarde al negocio de venta de café de Zainab le va bien, a ella le gustaría mudarse a otro vecindario que tiene mayor movimiento de personas, para lo cual debería ganar más dinero para poder pagar la renta que en ese vecindario es mayor. “Mi negocio de venta de café es pequeño en este momento, pero planeo ahorrar dinero y encontrar un socio o socia para poder abrir otro café más grande y un supermercado”, explica.
A diferencia de lo que ocurría antes, ahora ella confía en sus habilidades comerciales. “Yo compraba utensilios, acumulaba insumos en el negocio, limpiaba el lugar y estaba lista para lanzarlo, pero no estaba del todo segura de mi capacidad para manejarlo”, dice al recordar las dudas que tenía antes de abrir su café.
“Después vinieron un par de clientes y pidieron té. Me pagaron cinco birr (aproximadamente 0.095 dólares EEUU) e incluso me dejaron propina. De modo que me dije a mí misma: “Así es como la cosa funciona; y ya no sentí temor”.
La asistencia de la OIM a Zainab y a otras personas como ella ha sido posible gracias al proyecto “Fortalecimiento de la protección y asistencia a migrantes vulnerables y varados en y en tránsito al Norte de África (PROTECT II)” financiado por el Gobierno de los Países Bajos.
Fuente:storyteller.iom.int