De cara a las “midterm”, los demócratas guardaron silencio sobre la migración como si no hubiera ningún problema en la frontera y dejaron que los republicanos dominaran el debate haciendo de este un espectáculo político, culpando a la migración de todo. Fue una oportunidad perdida.
La imagen de la semana tiene que ser la que se capturó en la frontera méxico-estadounidense, entre Ciudad Juárez y El Paso, donde un grupo de migrantes de Venezuela, que protestaban contra la nueva política de deportación adoptada por Washington en octubre, fue repelido por agentes fronterizos estadounidenses a punta de balas de goma, según testimonios de los afectados. El grupo incluía mujeres y niños que, sostienen, iniciaron una manifestación “pacífica”.
“Sacaron armas y comenzaron a disparar. Las cosas no deberían ser así, no somos animales, somos seres humanos. Queremos ir a Estados Unidos a trabajar, no a hacer cosas malas. Llevamos aquí varios días durmiendo como animales. Los mexicanos son los que nos han ayudado con comida, ropa, zapatos y cobijas”, manifestó Yaneiri Hernández, una solicitante de asilo venezolana, a medios locales.
El gobierno del demócrata Joe Biden anunció en octubre un programa para aceptar a 24.000 migrantes de Venezuela en su país para promocionar la posibilidad de una migración regular. Con esto Biden quería mostrar que una migración de manera ordenada era posible. Sin embargo, la administración advirtió al mismo tiempo que expulsaría a todos los migrantes que atravesaran la frontera de manera ilegal y que los solicitantes de los cupos que ofrece el programa debían esperar en sus respectivos países por una respuesta.
Los migrantes que ya se encontraban viajando se vieron sorprendidos por la decisión, y de ahí provino su molestia. La cifra presentada, las condiciones y el programa como tal resultaban insuficientes para responder a la magnitud del desafío: hasta 180.000 venezolanos cruzaron la frontera durante el último año, según el Departamento de Seguridad Nacional. Luego de esta peligrosa travesía para llegar al norte del continente nadie quiere volver por ese camino.
“Le quiero pedir al presidente Joe Biden que nos dé la oportunidad de demostrar que no todos somos malos, que somos clase trabajadora”, agregó por su parte Giovanni Lugo, otro migrante de Venezuela, a la Voz de América.
La imagen de los enfrentamientos en El Paso es emblemática y trascendental para hablar sobre lo que pasó en la campaña electoral estadounidense en dos sentidos: por un lado, exhibe el fracaso monumental de la política fronteriza de Biden no solo para tratarla, sino para hablar de ella. Más de 2 millones de personas han intentado cruzar la frontera en el último año. Los 24.000 cupos para migrantes resultan en una modesta fracción para el volumen de gente que está llegando a la frontera. Por otro lado, las escenas violentas como la que se vieron solo alimentan la campaña contra la migración que lideran los republicanos, quienes ven en esto un asunto de seguridad nacional, y les dan más razones a estos para decir que la política migratoria de los demócratas fracasó.
Como se ha vuelto costumbre en los últimos ciclos electorales, los candidatos del Partido Republicano han puesto la migración irregular en el centro del debate, culpando a los migrantes de los problemas del país sin ningún sustento a sus hipótesis. Según un informe de la organización Americas Voice, los republicanos emiten un promedio de 2.130 comerciales contra los inmigrantes, además de 400 correos electrónicos atacándolos y unos 2.700 tuits antiinmigración por mes.
Pero, aunque la migración fue un tema frecuente en la campaña de los candidatos republicanos de cara a las elecciones de medio término que se celebrarán el martes, cabe destacar que el asunto no es una prioridad para los electores, que ven en la crisis económica la mayor urgencia. Por eso los demócratas se enfocaron en hablar de otros asuntos como el aborto y la educación, y han dejado de lado la crisis en la frontera. Fue un craso error. Su silencio frente a este asunto es tan grave como la feroz campaña de los republicanos contra la migración.
“Un lado está haciendo demagogia sobre el tema y el otro está en negación. Los demócratas están metiendo la cabeza en la arena como si no hubiera ningún problema, y los republicanos están participando en el teatro político”, le dijo Rebecca Shi, directora ejecutiva de American Business Immigration Coalition Action, a USA Today.
El teatro político que menciona Shi, o mejor, la demagogia con la que se abordaron los asuntos de inmigración en EE. UU. durante esta campaña es un problema monumental, pues muestra que no se ha logrado encaminar la conversación a dar soluciones duraderas a este desafío. Ciudades como Las Vegas necesitan la fuerza laboral de los migrantes para funcionar. En Carolina del Norte, compañías de construcción como Sanford Contractors han tenido que rechazar contratos porque no hay fuerza laboral para asumirlos. Y muchos ciudadanos ven en la migración regular una opción para suplir estas necesidades de mano de obra.
“Las Vegas, tal como la conocemos, no funciona sin inmigrantes. A menudo se necesitan más de 2 millones de personas para que este lugar funcione”, dijo Michael Kagan, profesor de derecho en la Universidad de Las Vegas, Nevada. “La escasez de mano de obra es el desafío más grave que enfrenta la industria de la construcción a pesar del lento crecimiento del gasto”, agrega por su lado el jefe de la Asociación Comercial Nacional de Constructores y Contratistas Asociados (ABC), Anirban Basu.
Así la economía sea la prioridad para los electores, la migración siempre está en la agenda. Con su silencio, los demócratas les dieron espacio a los republicanos para dominar el discurso y fortalecer las posturas antiinmigración teniendo la oportunidad de mostrar los aspectos más positivos de la llegada de inmigrantes. La campaña la ganaron ellos, los republicanos, al apropiarse de todo el debate a punta de mensajes de pánico, como el que dio el líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien dijo que la del 8 de noviembre será “una elección entre una frontera abierta y una frontera segura”. El presidente Biden y su partido no se pronunciaron con vehemencia frente a esto, considerando que enfocarse en las soluciones sobre migración podría ahuyentar a ciertos votantes.
“Si bien persiste la necesidad de reformar el sistema de inmigración de nuestra nación, el hecho de que la administración Biden no haya abordado la afluencia sin precedentes de cruces fronterizos ilegales a EE. UU. amenaza la capacidad de promulgar leyes de sentido común que puedan respaldar la inmigración legal al país. Esto muestra una falta de urgencia y seriedad por parte del presidente y su administración, y hace que un acuerdo bipartidista sobre este tema sea en gran medida inalcanzable”, señaló Michael Bellaman, presidente y director ejecutivo de ABC.
Al revisar las políticas de algunos candidatos de este partido, se puede esperar que con una victoria republicana vuelva el enfoque de políticas duras contra los migrantes en el Legislativo. La mayoría de los conservadores coinciden en varios puntos: hay que construir un muro, hay que eliminar la lotería de visas y hay que recortar los fondos de ayuda a los migrantes. Estas elecciones no auguran nada bueno para el debate sobre migración, y es en gran medida culpa de los demócratas por no hacer campaña sobre ello. La migración siempre será un asunto sobre el que se pueda construir una gran estrategia política, pues ofrece enormes oportunidades.